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Prevención y tratamiento de la delincuencia





TEMA 6 ¿CUÁLES SON LOS PROGRAMAS EFECTIVOS EN EL TRATAMIENTO DE LOS DELINCUENTES?


Carmen Godoy Fernández

Dpto. Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos

Facultad de Psicología. Universidad de Murcia.

1. PRINCIPALES ASPECTOS A CONSIDERAR A LA HORA DE ESTUDIAR UN PROGRAMA CORRECCIONAL

Andrews y Kiessling (1980) y Hoge & Andrews (1986) han identificado una serie de aspectos que nos ayudan a comprender las diferencias halladas en los resultados de los programas correccionales.

1.-La comunidad en la que se incluye el programa y condiciones de la agencia que lo desarrolla. Aquí analizamos condicionantes estructurales, socioestructurales y políticoeconómicos. Todos ellos establecen límites a los clientes a tratar, a los que van a desempeñar la intervención, a las propias características de ésta y a los resultados obtenidos. Por ejemplo, durante períodos de recensión económica las agencias pueden "aceptar" menos delincuentes, contratar a menos profesionales y reducir el número de los programas ofrecidos. Igualmente, si existen menos oportunidades laborales ello puede poner en peligro las oportunidades de éxito de los programas orientados hacia la búsqueda y obtención de un empleo.

2.-Las características de los sujetos a tratar. Estas variables incluyen los factores de riesgo y necesidades, así como los relativos a la `responsividad'.

    * los factores de riesgo son circunstancias en el sujeto o su medio que se relacionan con una mayor probabilidad de cometer un hecho delictivo. Estos factores -que son, obviamente, predictores- pueden ser fijos o estáticos, cuando no pueden cambiarse por constituir una cualidad intrínseca del sujeto (por ejemplo, el sexo o la edad), o bien porque han sucedido ya, como el haber cometido en el pasado un delito. Cuando pueden cambiarse se denominan dinámicos, como los siguientes: tener amigos antisociales, mostrar actitudes favorables a la agresión o carecer de habilidades adecuadas de relación interpersonales.

    * las necesidades del sujeto, en términos criminológicos, son aquellos factores que, de no modificarse, constituyen elementos de riesgo para la implicación o reincidencia en hechos delictivos. Son, por consiguiente, factores de riesgo, predictores de naturaleza dinámica que resultan fundamentales para establecer los objetivos de un programa de intervención.

    * el principio de ‘responsividad’ se refiere a las competencias, intereses o estilos de aprendizaje específicos que un sujeto debe de poseer con objetivo de aprovechar (es decir, tener éxito) la participación en determinados tipos de programas. Por ejemplo, un delincuente altamente manipulativo y egocéntrico es difícil que se beneficie de una psicoterapia de grupo basada en la revelación emocional.

3.-Las características de los profesionales que realizan el programa. Las dos variables más importantes son las habilidades necesarias para establecer una relación interpersonal cálida y las habilidades de "entrenamiento directas". Las primeras suponen el grado de influencia que el educador puede alcanzar sobre el sujeto (se trata del "principio de la relación"), mientras que las segundas determinan el contenido de lo que el delincuente va a aprender, así como si la influencia es prosocial o antisocial (el "principio de la contingencia").

4.-Características del programa. Los programas pueden ser descritos como "sistemas sociales en miniatura, con su propia estructura, cultura y economía" (Andrews y Bonta, 1994, p.47). Ello supone variaciones críticas en el personal y sus roles, aspectos de organización y de clima que influyen, a su vez, en el proceso y contenido de la intervención.

5.-Proceso y contenido de los programas de intervención. Aquí hablamos de lo que realmente sucede durante el tratamiento. Por ejemplo, los educadores pueden ofrecer diferentes tipos de intensidades de tratamiento, a pesar de que ello no se hubiera previsto. O las técnicas puestas en práctica pueden separarse de las características inicialmente señaladas (es lo que constituye la integridad del programa).

6.- Metas de tratamiento intermedias. Para que un programa tenga éxito es necesario que actúe sobre aquellos objetivos del sujeto o su medio que se relacionen significativamente con la conducta criminal. Empleando el lenguaje de la "predicción dinámica", los programas de éxito son aquellos que reducen las necesidades relevantes del sujeto, las cuales a su vez se asocian con una disminución de la delincuencia.

7.- Interacción entre conjuntos de variables. Las seis variables anteriores pueden asociarse con el resultado último (es decir, la reducción de la conducta antisocial) de diferentes maneras. Por ejemplo, pueden aparecer efectos de interacción entre intensidad de tratamiento y nivel de riesgo del sujeto.

Muchas de estas cuestiones se analizan de modo detallado en las páginas siguientes.

2. LA PREGUNTA FUNDAMENTAL SOBRE EL TRATAMIENTO DE LOS DELINCUENTES

En la actualidad, la pregunta acerca de si el "tratamiento funciona" ha sido sustituida por esta otra: "¿Cuáles son los programas que funcionan, y de qué modo pueden desarrollarse para asegurar su eficacia?"

Los estudios narrativos o cualitativos de la investigación, donde se evalúan cientos de programas, buscando comunes denominadores, no bastan para el análisis de algo tan complejo, ya que no toman en consideración las diferencias existentes entre los clientes, los profesionales, los escenarios, las características de los programas y las diferentes medidas de resultados. Recientemente, sin embargo, se ha producido un avance importante con la ayuda del metaanálisis. Se trata de una técnica de análisis de datos que permite a un investigador analizar, de manera objetiva y estadística, los hallazgos de muchos estudios individuales al convertir sus resultados en una medida común (que se denomina "tamaño del efecto") que representa la magnitud del resultado obtenido (por ejemplo, el coeficiente de correlación phi) (véase Glass, McGaw y Smith, 1981). El procedimiento implica recoger los estudios relevantes que se quiere analizar, emplear los estadísticos de cada estudio como unidad de análisis, y luego analizar los datos agrupados de forma cuantitativa. Santiago Redondo (1994) realizó un metaanálisis de los tratamientos aplicados a delincuentes en Europa, en el periodo 1980-1992.

A) El metaanálisis de Lipsey

Lipsey (1992) encontró que el tipo de tratamiento suponía una ganancia importante en la estimación del tamaño del efecto, con una r2 de 22, o un 47%: del total de la varianza explicada. Las variables más relevantes asociadas con la disminución de la reincidencia fueron:

    1) La mayor duración del tratamiento y el mayor número de contactos significativos con los profesionales (excepto el contacto permanente que se halla en las instituciones de custodia)

    2) El tratamiento que se realiza en la comunidad

    3) El tratamiento en el que interviene el evaluador

    4) Tratamiento cognitivo-conductual, multimodal

    5) El tratamiento administrado a los sujetos de alto riesgo

    6) El tratamiento que atiende también a las circunstancias del medio social del delincuente (familia, amigos, etc.)

En promedio, esos tratamientos redujeron la reincidencia en un 30%.

B) El metaanálisis de Andrews et al. (1990)

En el metaanálisis realizado por Andrews et al. (1990), abarcando 154 comparaciones de tratamiento, no halló ningún indicio de efectividad en los 30 estudios que incluían como centro de la intervención la sanción penal. Los 124 estudios restantes fueron divididos en tres categorías: "apropiados", "inespecíficos" e "inapropiados", según respetaran -en el primer caso- los principios de riesgo, sistema de necesidades y de responsividad, no hubiera suficiente información -en la segunda categoría- o no respetaran esos principios, en el último caso.

Los tratamientos inapropiados comprendían "métodos basados en la intimidación, aproximaciones centradas en el cliente no directivas o psicodinámicas, terapias ambientales no conductuales, interacción de grupo guiada, o casos mal emparejados con el tipo de tratamiento" (1994, p.190).

El efecto promedio del tratamiento apropiado fue de phi=.30, .13 para los inespecíficos y -.06 para los tratamientos inadecuados (las sanciones penales obtuvieron -.07). Un efecto de.30 representa una reducción de la reincidencia en torno al 50% con respecto a los grupos de comparación.

Así pues, el metaanálisis de Andrews et al. (1990) confirmó los resultados de Lipsey. En resumen, Andrews halló la siguiente lista de tipos de tratamiento que habían tenido éxito:

    1) La intervención de corta duración sistémica-conductual orientada hacia el cambio del proceso de interacción familiar

    2) Programas estructurados que emplean paraprofesionales bien entrenados con un rol activo y de ayuda directa

    3) Programación académica especializada

    4) Entrenamiento en habilidades estructuradas

    5) Counseling individual, de grupo y sistemas ambientales estructurados de orientación conductual.

Por otra parte, existen dos principios en la relación profesional-sujeto derivados de la psicología de la conducta criminal que son importantes en todos los tipos de tratamientos eficaces apuntados:

    1) El principio de la relación: mantiene que la influencia interpersonal en el tratamiento del delincuente es mayor en aquellas situaciones caracterizadas por una comunicación abierta, cálida y entusiasta, de mutuo agrado y respeto. También se conoce esta idea como "principio socioemocional".

    2) El principio de la contingencia: la influencia prosocial o antisocial que puede ejercer un profesional en la relación terapéutica depende del contenido (prosocial/antisocial) del mensaje o del patrón de comportamiento que, ante el delincuente, resulta modelado, ensayado y sujeto a las contingencias de reforzamiento y castigo. Este principio también se conoce como el "principio de la estructura, del control y del entrenamiento".

Finalmente, como consecuencia de su investigación, Andrews y su equipo derivaron diversos principios importantes en el momento de clasificar a los delincuentes con vistas a su incorporación a un programa de tratamiento, que veremos más adelante.

C) Los estudios de Ross y su equipo

Izzo y Ross (1990) realizaron un metaanálisis de los programas de rehabilitación para delincuentes juveniles, que se centró en una única variable de resultado: la reincidencia, y en una variable de tratamiento en especial: la conceptualización del programa. Ella es muy importante ya que determina las metas de la intervención, los objetivos intermedios que es necesario conseguir para lograr tales metas, y las técnicas a emplear con ese fin.

En el metaanálisis se incluyó un total de 46 estudios publicados entre 1970 y 1985, que arrojó 68 medidas del tamaño del efecto. La edad media de los sujetos era de 13 años, con un rango entre los 11 y los 18 años. De entre los resultados más importantes:

    1) Los programas que estaban basados en una teoría acerca de la conducta antisocial, y derivaban de ello una conceptualización del programa de tratamiento mostraban, como promedio, cinco veces mayor efectividad que los que no disponían de tal fundamento teórico.

    2) Si bien no hubo diferencias en términos de las diferentes conceptualizaciones de los programas, se halló, en cambio, que los programas que incluían un componente cognitivo eran, como promedio, dos veces más efectivos. Los programas fueron clasificados como "cognitivos" o "no cognitivos", sobre la base de si empleaban una o más de las siguientes modalidades de intervención: solución de problemas, habilidades de relación interpersonal, habilidades de negociación, terapia racional-emotiva, modelado y role-playing, y modificación de conducta cognitiva.

    3) Un análisis de regresión múltiple reveló que sólo dos variables podían explicar la varianza del tamaño del efecto:

      1. El escenario del tratamiento. Los programas más efectivos se realizaron en la comunidad.

      2. El componente cognitivo: los programas -multifacéticos- algún procedimiento para modificar el pensamiento de los delincuentes. Quince de los dieciséis programas cognitivos evaluados fueron efectivos (94%), mientras que sólo diez de los treinta y cuatro que no lo eran fueron efectivos (un 29%).

Posteriormente Antonowicz y Ross (1994) buscaron una aproximación diferente. No queriendo hacer un nuevo metaanálisis, decidieron examinar todos los factores que habían sido calificados por una serie de investigadores previos (tanto en metaanálisis como en revisiones cualitativas) como "efectivos", y determinar si la presencia o ausencia de cada uno de esos factores se relacionaba, en efecto, con la eficacia del programa.

Cubriendo el período 1970-1991, el estudio abarcó a los programas de tratamiento aplicados a delincuentes juveniles o adultos, y no a sujetos en programas de naturaleza más preventiva. El estudio cubrió una serie de programas, aquellos que incluían algún tipo de intervención, individual o en grupo, destinada a modificar las actitudes, sentimientos, valores, habilidades o conductas del delincuente. No se incluyeron evaluaciones de medidas institucionales como la restitución, permisos penitenciarios, etc. Finalmente, los estudios debían haber empleado un diseño experimental o cuasi-experimental, siendo el criterio de éxito alguna medida de seguimiento sobre reincidencia (nuevo arresto, ingreso en prisión o nueva condena).

En primer lugar, sólo 44 estudios cumplieron los controles rigurosos de la investigación (¡en 21 años!). De estos, sólo fueron efectivos 20 (el 45%).

En segundo lugar, los resultados son, en cierta medida, desesperanzadores, ya que no suelen confirmar aquellas listas de "factores de éxito" que han realizado habitualmente otros investigadores. La razón fundamental fue el hecho de que o bien pocos estudios daban suficiente información para saber si ese preciso factor estaba operando o no, o bien había sencillamente muy pocos estudios que empleaban el factor en cuestión para realizar una comparación válida. En concreto, los seis factores que sí aparecieron estar significativamente correlacionados con las medidas de éxito fueron los que se analizan a continuación:

    1) Un modelo conceptual sólido. Los programas que se basan en un modelo de corte sociológico, médico/psicodinámico o de "intimidación", no tienen éxito. Los que funcionan se fundamentan en una perspectiva cognitivo-conductual.

    2) Programas multifacéticos. Los programas de éxito empleaban dos o más técnicas diferentes. Los delincuentes son complejos; los programas también han de serlos.

    3) Plantean como objetivos a los factores criminógenos. Se trata de aquéllos que han demostrado relacionarse con la reincidencia, como los siguientes: empatía, solución de problemas, perspectiva social, autocontrol, habilidades sociales, abuso de drogas y actitudes antisociales.

    4) Cumplen el principio de "responsividad". Es decir, hay un emparejamiento entre los estilos de aprendizaje de los delincuentes y los tipos de servicios prestados. Ello suponía, o bien que el programa empleaba técnicas cognitivo-conductuales (ya que muchas investigaciones previas han sugerido que los delincuentes responden mejor a éstas) o bien se registraba el empleo de sistemas de clasificación servicio-delincuente, como el 1Level (Harris, 1988) o el Conceptual Level (Reitsma-Streer y Leschied, 1988).

    5) Emplean el modelado y el role-playing. Su eficacia está demostrada, tanto en su función de enseñar actitudes prosociales, como en su papel de soporte didáctico para las técnicas cognitivo-conductuales.

    6) Entrenamiento en habilidades sociales cognitivas. Es decir, emplean alguna técnica capaz de influir en el pensamiento de los delincuentes. Destacaron el entrenamiento en habilidades socio-cognitivas (negociación, comunicación, habilidades interpersonales y asertividad), el modelado y el role-playing, y los programas conductuales que incluyeron algún componente cognitivo.

Como conclusiones, los autores extraen las siguientes. En primer lugar, todavía no podemos dedicir si es más importante cambiar el contenido del pensamiento de los delincuentes (es decir, lo que piensan), o bien la forma, el modo en que piensan. Quizás primero sea conveniente enseñar "cómo pensar" (la habilidad), antes que el contenido, el "qué pensar". En segundo lugar, todavía no tenemos información suficiente para averiguar cuáles son las técnicas cognitivas más relevantes en el éxito de los programas.

En tercer lugar, el estudio de Antonowicz y Ross (1994) no pudo confirmar el principio "del riesgo", planteado por Andrews et al. (1990). Quizás no hubo suficiente información en los estudios revisados, pero caben otras explicaciones:

"Nuestros resultados ponen en una seria duda el principio del riesgo. Hallamos que había habido programas de éxito tanto con delincuentes de bajo como de alto riesgo (...) También hay buenas razones para creer que este principio crea un falso optimismo al implicar que podemos ser efectivos con delincuentes de muy alto riesgo. En efecto, existen sin duda delincuentes a los que no sabemos tratar eficazmente (...) Además, el principio del riesgo fue extraído principalmente de la investigación realizada con sujetos en probation; quizá no sea aplicable a los delincuentes en prisión que muestran una conducta problemática más seria y crónica" (Antonowicz, Izzo y Ross 1995, pp. 52-53).

En cuarto lugar, tampoco se confirmó la idea de que la comunidad suponía el lugar más propicio para el éxito en el tratamiento de los delincuentes. Una sugerencia importante es que la naturaleza del lugar, el tipo de ambiente construido, puede ser más importante que la ubicación del lugar (prisión/comunidad) del tratamiento. Los programas en la prisión pueden ser efectivos si en cierto sentido consiguen crear un "ambiente propicio" dentro de ella, constituyendo una "comunidad alternativa". Ello puede lograrse realizando el tratamiento en edificios separados o si se realizan en una comunidad terapéutica o educativa que aísla a los delincuentes de la subcultura de la prisión.

Finalmente, otra serie de principios que la literatura especializada ha solido destacar no se pudo confirmar por falta de datos suficientes Entre ellos se encuentran los siguientes: 1) que se requiera un equipo de tratamiento unificado; 2) que los profesionales actúen como modelos "firmes pero justos"; 3) que se emplee personal bien cualificado; 4) que el delincuente haya de estar motivado; 5) que se emplee la estrategia de prevención de la recaída y entrenamiento en autoeficacia, y 6) la existencia de un período de tratamiento o de seguimiento en la comunidad.

Es importante recordar que estos últimos principios no, resultan descalificados del análisis de Antonowicz y Ross (1994). Se trata de que no se pueden ni aceptar ni rechazar, porque en su extremadamente exigente investigación (al aceptar sólo diseños experimentales y cuasi-experimentales con datos de reincidencia) no había un número suficiente de estudios para realizar la consiguiente comparación estadística entre los programas efectivos e inefectivos en relación a tales principios.

3. PRINCIPIOS DE CLASIFICACIÓN DE LOS DELINCUENTES PARA UN TRATAMIENTO CORRECCIONAL EFICAZ (ANDREWS)

A) El principio del riesgo

Hay dos aspectos incluidos aquí. El primero tiene que ver con el hecho de que ciertas variables (de riesgo) predicen la conducta antisocial. El segundo recoge la idea de emparejar el nivel del tratamiento con el nivel de riesgo del delincuente: con delincuentes de alto riesgo necesitamos un tratamiento intensivo, con delincuentes de bajo riesgo una intervención mínima (o ninguna) será suficiente. Andrews y Bonta (1994) mencionan diferentes estudios que señalan que la reincidencia de sujetos de alto riesgo sólo disminuyó cuando se les proporcionó un tratamiento intensivo; en cambio este tipo de intervención en sujetos de bajo riesgo tuvo un efecto mínimo o de signo negativo.

B) El principio del sistema de necesidades

Muchos delincuentes (especialmente de alto riesgo) tienen muchas necesidades: son adictos a las drogas o al alcohol, pierden el control emocional con frecuencia, o carecen de habilidades laborales. Este principio distingue entre las necesidades criminógenas y aquellas que no lo son. Las primeras son un subgrupo del nivel de riesgo de un delincuente. Constituyen atributos dinámicos del sujeto o de su ambiente, los cuales, una vez modificados, permiten una disminución de la conducta delictiva. El foco de la rehabilitación correccional ha de ponerse en estas necesidades, si bien los delincuentes tienen derecho a recibir atención en relación a las otras necesidades (las cuales sólo influirán la reincidencia si afectan indirectamente a las necesidades criminógenas).

Por pura lógica, el sistema de necesidades del delincuente constituye los objetivos intermedios del tratamiento, ya que nosotros no podemos observar directamente la conducta delictiva del sujeto (que es el objetivo último del tratamiento). De entre todas las necesidades, las creencias y actitudes del sujeto destacan con gran intensidad. Muchas teorías de la delincuencia, de un modo u otro (etiquetado, del control, asociación diferencial...) se refieren al rol central que el sistema actitudinal juega en la causación de la delincuencia. A continuación señalamos las necesidades que Andrews considera especialmente importante trabajar y, contrariamente, aquellas que deben ser dejadas de lado.

Objetos de intervención (necesidades) más importantes:

    1- Cambio de actitudes antisociales

    2- Cambio de sentimientos antisociales

    3- Reducir las amistades antisociales

    4- Promover el afecto y comunicación familiar

    5- Promover el control y la supervisión familiar

    6- Promover la identificación con modelos prosociales

    7- Incremento de las habilidades de autocontrol, organización personal y solución de problemas

    8- Sustituir las alternativas de mentir, agredir y robar por conductas alternativas prosociales

    9- Reducir la dependencia de las drogas

    10- Cambiar la cantidad y valor de los refuerzos que ahora obtiene el joven, favoreciendo las actividades prosociales en el ámbito familiar, ocupacional, escolar y recreativo.

    11- Proporcionar un ambiente de vida estructurado y de apoyo a los individuos con problemas psiquiátricos

    12- Cambiar otros atributos y circunstancias de los sujetos que, mediante una evaluación personalizada, se hayan demostrado vinculados con la conducta antisocial.

    13- Asegurándonos que el sujeto es capaz de reconocer situaciones de riesgo y que dispone de un plan concreto y bien aprendido para enfrentarse a esas situaciones.

En cuanto a los objetivos (necesidades) menos prometedores:

    1.-Incrementar la autoestima (sin reducir simultáneamente las actitudes, pensamientos y sentimientos antisociales)

    2.-Centrarse en quejas vagas emocionales y personales que no se han demostrado relacionadas con la conducta antisocial.

    3.- Incrementando la cohesión de los grupos de sujetos antisociales

    4.- Mejorar las condiciones de vida de los barrios sin afectar las necesidades criminógenas de los sujetos de mayor alto riesgo.

    5.- Mostrar respeto frente al pensamiento criminógeno bajo la idea de que los valores de una cultura son iguales a los de otra cultura.

    6.-Incrementar la ambición en el sujeto por lograr metas convencionales en la escuela y el trabajo sin proporcionar, al mismo tiempo, ayuda práctica para realizarlas.

    7.- Intentar cambiar al sujeto para que sea una "buena persona", sin que ello suponga cambiar cosas que se relacionen claramente con el estilo de vida antisocial (por ejemplo, hacer que un chico sea "más abierto", "más agradable", etc.).

C) El principio de la responsividad

Se refiere a la realización del programa de tratamiento de modo tal que sea consistente con la capacidad y estilo de aprendizaje del delincuente. Si bien la investigación revela que el estilo de servicio más eficaz es el basado en el aprendizaje social y la aproximación cognitivo-conductual, determinadas cualidades del delincuente como la sensibilidad interpersonal, la inteligencia verbal o la madurez cognitiva puede suponer un elemento diferencial.

Sin embargo, se precisa de más investigación en este ámbito. Por ejemplo, sabemos poco de este principio en el ámbito de los psicópatas, minorías étnicas y con alteraciones mentales (un resumen de algunos trabajos aparece en Andrews, Bonta y Hoge, 1990).

D) El principio de la discreción del profesional

En ocasiones los principios anteriores no son la última palabra a la hora de clasificar a un sujeto para un programa de tratamiento. La evaluación diagnóstica puede requerir del empleo del juicio personal del evaluador cuando los datos objetivos sean insuficientes, y requiera de una valoración especial para el caso único que se esté considerando. Pero ha de emplearse con prudencia, atendiendo al interés ético y humano.

Estos principios del diagnóstico eficaz de cara al tratamiento se aplican con independencia del lugar en el que aquél se lleva a cabo. "Es decir, la variación en el procesamiento penal sin la variación sistemática en la prestación del tratamiento correccional se relaciona mínimamente con la reincidencia" (Andrews y Bonta, 1994, p.190).







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