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Artículos: victimología, violencia, mujer, discriminación

La discriminación de la mujer, ¿hasta cuándo la violencia?



Aunque consideramos que actualmente nos encontramos en tiempos modernos en los cuales se considera que la ciencia, el conocimiento y la tecnología avanzan a gran velocidad, es contradictorio observar que en temas tan elementales y vitales como los derechos de las mujeres, los cuales son violentados en muchos países, incluso en aquellos en los que se proclaman del primer mundo, aún allí también la mujer no logra ese lugar de igualdad en oportunidades, pese a que las mujeres han tenido que recorrer un largo camino de lucha y reivindicación en el día a día, lo que ha permitido dilucidar nuevos conceptos que no son otra cosa que el reconocimiento de sus derechos.

Y aunque la mujer busca cada vez más espacios para hacer respetar sus derechos, éstas siguen siendo objeto de violencia, en especial en el ámbito familiar, así lo demuestran los diferentes estudios que se recopilan a nivel mundial a través de las diferentes instituciones estatales a las que les compete atender o estudiar estos temas.

Cifras que resultan preocupantes, cuando se observa que los perpetradores de los diferentes grados o estilos de violencia son los propios compañeros permanentes o esposos de las mujeres agredidas, o incluso algún familiar cercano. Es por ello que es importante avanzar en políticas de prevención y atención a mujeres y menores afectados por este flagelo, que lo único que produce es el retroceso en las relaciones humanas en la sociedad actual; sin dejar de lado al agresor con el que también se debe hacer una intervención integral, para que el resarcimiento al cumplir la pena no se quede reducida en la simplicidad en la perdida de la libertad de éste.

Es por ello que la tendencia de los estados que están atentos a esta dura problemática, dirigen parte de sus acciones al endurecimiento de penas y medidas coercitivas (que reprime hacer algo, a través de la sanción) dirigidas estrictamente hacia los agresores; sin olvidar a la víctima a la que se le intenta dar la mayor protección y apoyo psicológico, clínico , económico, laboral, e incluso la atención y asesoría jurídica y la asistencia técnica legal, que tienen el carácter de gratuito e inmediato y especializado a las mujeres víctimas por cualquier tipo de violencia, una vez en que ésta ponga en conocimiento de las autoridades como precisa la ley; actualmente España que es pionera en una serie de medidas de un amplio espectro, que buscan el camino para combatir este fenómeno, mejorando y articulando nuevas medidas que potenciarán la eficiencia y la eficacia de la respuesta estatal ante esta dura problemática; porque sólo a través de la respuesta rápida de todas las instituciones se asegura el camino para que toda medida funcione y se le reconozca, pues de nada sirve una respuesta tardía judicialmente si lo que se pretende es avanzar en estos temas.

Hay que advertir que el camino a recorrer es largo, porque hay que producir un cambio de mentalidad social frente a esta problemática. Pues, el aumento de las denuncias no es indicador de que estas medidas no funcionen como algunas personas aseguran, todo lo contrario, el aumento de denuncias es un gran indicador, el cual señala que dejar de ser un asunto privado para ser público, y que como todo tendrá en su recorrido una gran curva en el cual su máximo registro será cuando la sociedad se sensibilice sobre este tema, una vez que todos los actores tengan asumido que es una conducta rechazada y con consecuencias (que ha de producir un cambio de comportamiento), esta curva se suavizará con una gran tendencia hacia su disminución, lo que no quiere decir, que desaparezca en su totalidad este comportamiento, pues no hay que olvidar que el hombre tiene por naturaleza ese instinto violento que para unos es más o menos marcado, y que no todas las personas reaccionan de la misma manera a la hora de resolver y afrontar sus problemas o dificultades.

También es de resaltar que en algunos casos, por no decir en muy pocos caso se demuestra que el comportamiento del agresor tiene un origen de componente fisiológico circunstancial, es decir, que en determinado momento el agresor presenta un trastorno o alteración de su conducta derivado de una disfunción psicológica, y por tanto este tipo de personas una vez valoradas clínicamente y psicológicamente tendrán un tratamiento diferente a la hora de que tengan que cumplir alguna sanción si así lo determina la ley, de acuerdo a cada caso respectivamente, por lo tanto no se les podrá equiparar con el segundo grupo de casos, que si presentan una mayor frecuencia, como lo son: - aquellas personas que bajo pleno conocimiento y voluntad de que van a causar daño y por tanto planifican maquiavélicamente la ejecución de dicho acto. Aunque en las dos casos que se describen anteriormente se produce el mismo resultado; he aquí la diferencia que hace que el peso de la justicia se determine a la hora de señalar qué pena se ha de imponer para que cumpla el infractor una vez sean estudiado todas y cada una de las pruebas que se analizarán en el desarrollo del juicio.

Bien, nos centraremos en este segundo grupo de personas que es el más interesante de analizar desde la perspectiva criminal. Hay que destacar la mentalidad de este tipo infractores, la forma de "pensar", del infractor en este tipo de delitos, en ellos es común que poco les importe la consecuencia jurídica fruto de aquella infracción a la ley, porque están motivados más por el impulso incontrolado, por el comportamiento desbocado, que les genera ansiedad, bien por venganza, o de odio retroalimentado, bien por factores culturales, o por las propias fantasías y que se magnifica día a día y se concreta en el momento de la ejecución de aquel acto violento, "racionalizado" desde su propia perspectiva, como la de tomar la justicia por su propia mano, como único camino para corregir esa situación de "injusticia que supuestamente vive", pero, lo que en realidad hay en el trasfondo de aquella situación es el hecho de no querer perder el control sobre su víctima o víctimas.

Es importante considerar las características del comportamiento, del agresor y se ha observado que su patrón de conducta se solapa muy bien con la de su víctima, por lo cual se genera una la mezcla perfecta para perpetuar la dinámica del maltrato en este tipo de relaciones.

Aunque parezca poco lógico, el maltratador también es una persona dependiente a nivel emocional, pero lo que la diferencia de su víctima es precisamente el carácter agresivo que refuerza de una u otra forma esa dependencia, éste suele proyectarse como una persona confiada con la pareja, altivo y está siempre seguro que su pareja será sumisa ante los diferentes actos violentos sin que importe su intensidad o motivación, asegura por tanto que no peligre su situación de poder, por lo cual ambas partes se compaginan bien, tanto que la víctima nuca se percibe como víctima, y que aquel hecho violento siempre tendrá una base de justificación o de minimización de lo sucedido para ésta ultima. Por tanto ambas partes se compaginan muy bien, cada uno da al otro lo que necesita para cubrir su necesidad de afecto, surgiendo una dura problemática, porque en estos casos se suele sobrepasar los límites hasta llegar a situaciones evidentes de maltrato físico o psicológico.

El hombre maltaratador suele expresar sentimientos contradictorios, de manera que sienten sentimientos diferentes hacia la pareja, así pues, la quieren, la necesitan, pero son hostiles con ésta ultima, estos sentimientos positivos y negativos son los que dan una dualidad constante en la relación que se enmarcan en emociones o sentimientos de odio, "amor" y necesidad de sometimiento al otro.

Hay una conductas recurrentes en el maltratador, como son los sentimientos contradictorios, y los celos estos últimos suelen ser patológicos (enfermizos) es decir, sin fundamento, pero que no es otra cosa que la manera de camuflar esa necesidad de dependencia y de baja autoestima. Por tanto la personalidad del maltratador es patológica y esta sujeta a carencias de valoración sobre si mismo.

Así que, las rupturas con un maltratador son muy complicadas, estos pueden suplicar y mostrar sus debilidades o en el otro extremo es vengarse de la pareja, incrementando su obsesión celosa y la necesidad de posesión, y por tanto no aceptan la idea de que la otra persona rehaga su vida, esto es lo que motiva a que el agresor agreda o decida acabar con su pareja; y es lo que se ha podido vincular en la mayoría de los estudios de los diferentes casos que se han analizado y por tanto se concluye que es la causa de tantas muertes relacionadas con este tema.

Realmente el maltratador tiene una personalidad patológica sin conciencia del problema, puesto que a menudo se ve reforzada por la actitud de su compañera, vale aclarar entonces que la mujer no es culpable de la actitud de su maltratador, pero sin embargo la mujer que es propensa a elegir este tipo de relaciones complicadas debido a sus debilidades, en consecuencia es necesario que una vez se le preste apoyo institucional, la intervención para con ella a de ser multidisciplinaria y debe ir encaminada a desmontar sus errores referentes a la relación de pareja, como también a reforzar su autoestima y que ella sea consciente que sólo el hecho de cambio de actitud le permitirá desenvolverse mejor en la relación de pareja.

En cuanto a la víctima es de desmitificar que éstas no pertenecen a una condición social o nivel intelectual específico, lo que demuestra la evidencia es la baja autoestima que éstas tienen, este elemento es común en todas ella, como consecuencia probable de una baja percepción o ausencia de afecto y cariño, o inseguridad a la hora de resolver los conflictos familiares, esto último es lo que les hace interactuar de forma dependiente perpetuando y acentuando la problemática en la pareja, llegándose incluso hasta extremos en los que el hombre provoca y la mujer acepta el aislamiento, justificado por el miedo que siente hacia lo que le puede hacer su pareja, y que siempre le inhibirá para que actúe de una u otra manera a la hora de intentar resolver conflictos. Por tanto el maltratador sabe cuales son puntos débiles de su pareja y siempre le atacará si ésta demuestra algún ápice de miedo; por eso son habituales las críticas, los resentimientos, las culpabilidades, etc... Y la víctima siempre termina por creerlo todo y es incapaz de visualizar una salida o una alternativa a su situación.

También en algunos casos suelen experimentar miedo a la ruptura y a la soledad cuando todo acabe, de tal manera que esto les motiva a mantener la relación pese a ser tormentosa, e incluso a retirar la denuncia en algunos casos, esa sensación de perdida e inseguridad a afrontar un nuevo camino es lo que propicia a que se vuelva a perdonar al agresor o a citarse con él de vez en cuando, bajo la idea de que su pareja no reincidirá en su comportamiento agresivo.

Precisamente este tipo de incoherencias de pensamiento son muy habituales y forman parte del trastorno emocional en el que se hayan sumergidas las víctimas del maltratador, por tanto la ansiedad y la depresión son síntomas típicos, que se observan de forma constante y por ello esa actitud triste y abatida, y por tanto pasivas e indefensas ante el problemas, y ello provoca constantemente pensamiento equivocados hacia su problemática y hacia la forma de afrontarlos.

Es por ello que esta problemática se debe abordar de forma coordinada y articulada institucionalmente y socialmente, para que toda medida que se tome surta efecto de la manera lo más inmediatamente posible y que cause el menor impacto secundario en las víctimas.

Por cuanto al agresor, no hay que no olvidar que cuando éste es condenado a penas pequeñas, es decir menores de dos años, como se contempla en el Código Penal español, a estos infractores no se les restringe el derecho a la libertad, por lo cual los letrados que les asisten les recomiendan que se acojan a programas de rehabilitación, por tanto el agresor asiste más por la ventaja penitenciaria que podrá obtener, que por una actitud inicial de verdadero cambio. Por ello es muy relevante hacer un verdadero seguimiento de los programas de rehabilitación en este tipo de población, sin olvidar que hay un componente cultural marcado y por el cual es importante abordar estos demás desde la prevención también en la población juvenil que a futuro mediato serán también parejas que deberán afrontar la resolución de sus propios conflictos de pareja y de convivencia.