«Si alguna persona cree que le están «poniendo los cuernos» puede llevar una prenda íntima, una sábana, un chicle masticado» o cualquier objeto que pueda tener algunos de las pruebas de la infidelidad como fluidos biológicos; semen, saliva, o cabellos y vellos púbicos, a Mexigen, uno de los laboratorios que ofrecen este servicio en México.
Una vez obtenida una muestra, el siguiente paso es detectar si el ADN corresponde al solicitante o otra persona.
El proceso puede durar entre cuatro y seis días y su costo va de 200 a 500 dólares.
«La demanda de las pruebas de infidelidad va en aumento en México. Sólo en un día se recibieron en dicha empresa 50 mensajes para solicitar una, el problema es que como es algo nuevo para la mayoría de la gente, algunos solicitantes creen que la infidelidad ¡está en los genes!».
Uno de cada seis mexicanos vive su relación amorosa con la sospecha de que su pareja le «pone los cuernos», según un sondeo de la encuestadora Mitofsky realizado en 2008.
Fuente: Yahoo Noticias
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– Asignatura Investigacion criminologica II. Licenciatura Criminología, UMU
Los chicos que tienen una variante particular del gen monoamino oxidasa A (MAO-A), a veces llamado “gen guerrero”, son más propensos no sólo a unirse a bandas sino a convertirse en los miembros más violentos y a emplear armas, según ha revelado un nuevo estudio.
El estudio, llevado a cabo por investigadores de la Universidad Estatal de Florida (FSU, en sus siglas inglesas), es el primero en confirmar una conexión específica entre el MAO-A y las bandas y armas.
Los hallazgos son aplicables sólo a los hombres. Las mujeres con la misma variante del gen MAO-A parecen resistentes a sus efectos potencialmente violentos en cuanto a la pertenencia a bandas y el uso de armas, según el estudio aparecido en la edición de junio de la revista Comprehensive Psychiatry.
Examinando los datos del DNA y la información sobre el estilo de vida de más de 2.500 participantes en el Estudio Nacional Diacrónico sobre Adolescencia, la investigación ha arrojado nueva luz acerca de la interrelación entre genética y entorno social que genera algunos de los más violentos delincuentes sociales.
“Mientras que las bandas se han considerado normalmente como un fenómeno sociológico, nuestro estudio muestra que algunas variantes de un gen MAO-A específico, conocido como “alelo de baja actividad repetido 3 veces”, desempeñan un papel significativo”, afirmó el criminólogo biosocial de la FSU Kevin M. Beaver.
“Anteriores estudios han asociado las variantes MAO-A de baja actividad con un amplio espectro de comportamientos antisociales e incluso violentos, pero nuestra investigación confirma que esas variantes pueden predecir la pertenencia a bandas”, aseveró Beaver. “Además, hemos descubierto que algunas variantes de este gen podrían distinguir a miembros de bandas que son marcadamente más propensos al empleo de la violencia y de las armas de otros miembros que no lo son tanto”.
El gen MAO-A afecta a los niveles de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, relacionados con la disposición y el comportamiento. Aquellas variantes relacionadas con la violencia son hereditarias. Algunos estudios previos han descubierto que el “gen guerrero” prevalece en aquellas culturas caracterizadas por la guerra y la agresión.
“Lo interesante del gen MAOA-A es su localización en el cromosoma X”, afirmó Beaver. “Como consecuencia, los hombres –que poseen un cromosoma X y otro Y– tienen sólo una copia de este gen, mientras que las mujeres –que poseen dos cromosomas X– tiene dos. Por lo tanto, si un hombre tiene un alelo (variante) del gen MAO-A asociado a la violencia, no dispone de otra copia que lo contrarreste, Las mujeres, por el contrario, poseen dos copias, así que incluso en el caso de tener un alelo de riesgo disponen también de otro que podría compensarlo. Es por eso que la mayor parte de los estudios sobre el gen MAO-A se han centrado en los hombres, y probablemente también la razón por la que el efecto MAO-A se ha detectado en la mayoría de los casos sólo en los hombres.
Fuente: Pueblo en línea (RPC)
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Genética. Un equipo de científicos en la Universidad de Florida no sólo ha descubierto que la mutación de un gen provoca conductas delincuentes en los jóvenes sino que también encontraron que la atención materna neutraliza el efecto.
El progreso en la ciencia de la genética ha ido transformando nuestras vidas. Poco a poco, la medicina personalizada, la lectura de genomas y el estudio de la personalidad a través del análisis genético han ido dominando las noticias científicas en el siglo XXI. Este fenómeno ha sido posible gracias a la creación, tanto en Estados Unidos como en Europa, de bancos de genotipos y programas dirigidos a poblaciones específicas.
En esta ocasión, el criminólogo Kevin M. Beaver, de la Universidad del Estados de Florida, partió de la recolección de genomas en un programa estadounidense llamado “Add Health” (Agrega salud), un proyecto actual administrado por la Universidad de Carolina del Norte en Chapel-Hill y fundado por el Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano. El programa comenzó en 1994 y desde entonces, un total de 2,800 adolescentes han sido entrevistados y sus genomas decodificados.
Beaver, junto a sus colegas John Paul Wright, de la Universidad de Cincinnati y Matt DeLisi, sociólogo de la Universidad del estado de Iowa, buscaron una correlación entre la vida social de los adolescentes analizados y algún indicativo genético que los conformara a todos en un solo grupo. Los resultados de sus análisis han sido publicados por el diario Psicología Genética.
La investigación criminológica ya hace mucho que había relacionado el uso de drogas, la personalidad antisocial y la conducta criminal con la formación de grupos de delincuentes, pero esta es la primera vez que un estudio descubre otros lazo entre estos amigos: una mutación genética de un alelo compartida por estos grupos de bandoleros.
Pero el asunto no sólo queda en la genética. No debemos olvidar que por encima de todo, los humanos somos animales sociales y el medio ambiente traza caminos imborrables en la formación de nuestra personalidad y en nuestra estabilidad mental. “Descubrimos un dato curioso aunque no sorprendente. Algunos muchachos poseían el alelo pero no mostraron nunca el comportamiento delincuente ni se interesaron en formar pandillas o unirse a ellas. Esto chicos fueron salvados por el amor materno”, expresó DeLisi.
Este conocimiento es sumamente importante pues la atención y al amor de la madre es capaz de silenciar la mutación.
Cuando los investigadores analizaron los genomas de grupos de muchachos, todos hombres, que se habían unido o formado pandillas, descubrieron que sus genomas compartían una diferencia en común. La variación en particular es llamada “Alelo repetido 10” (10-repeat allele) y se encuentra en el gen que transporta la dopamina conocido como DAT1. “Una de las cosas que nos llamó la atención en el estudio es la influencia del amor materno en la actitud que tomará el adolescente. Al estudiar a 1.816 muchachos de bachillerato nos dimos cuenta que la variación sólo es aplicable en hogares donde la madre ha abandonado a los hijos o simplemente éstos no han recibido cariño maternal. Los chicos con la variación pero con una madre cariñosa a su lado, no mostraron conductas criminales ni comportamientos antisociales”, escribieron los investigadores en el diario.
Los investigadores van a continuar trabajando en descubrir vínculos entre los genes y el ambiente. Este tipo de estudio genético es conocido como el estudio de la “correlación X entre los genes y el medio”, una relación que cada vez se hace más evidente y básica para el Homo sapiens. Los genetistas tienen algunas sugerencias sobre este vínculo y el efecto que tiene en familias de alto riesgo en contraste con lo que ocurre en los muchachos criados en las familias de bajo riesgo. “A lo mejor lo que sucede es que el estrés y la inestabilidad generada por la falta del cuidado materno en una familia activa la variación en el alelo mientras que en las casas donde la madre se ocupa de sus hijos, el alelo permanece inactivo. O quizás ocurre otra cosa. Tal vez, el alelo activa la conducta antisocial en ambos casos, no cómo hayan sido criados, pero en el caso de las familias de bajo riesgo, estas madres y padres son capaces de controlar mejor este tipo de conducta en sus hijos. Es nuestro próximo paso”, expresó Beaver.
Fuente: SinDioses
Autora: Glenys Álvarez
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Investigadores de todo el mundo vienen realizando habitualmente pruebas de paternidad. Las muestras se toman normalmente de las células de la boca y saliva, a partir de las cuales se hacen los análisis de ADN.
El equipo del doctor José Antonio Lorente Acosta (director del Laboratorio de Identificación Genética de la Universidad de Granada ) realiza estos estudios forenses por encargo de los tribunales de justicia en casos de pruebas de paternidad, para la identificación de posibles delincuentes o para elaborar bases de datos de ADN (como se hace en el caso de familiares de desaparecidos).
La detección de un intento de fraude en un caso de prueba de paternidad realizado en 2007 está cambiando la forma de actuar de los equipos forenses en casos similares. El equipo del doctor Lorente tropezó con un caso extraño: el análisis de la saliva (células epiteliales del interior de la boca) tomada de una persona sometida a una prueba de paternidad daba un resultado incongruente, un ADN que no podía ser del hombre al que se había realizado la prueba.
La revisión del análisis mostró que se había seguido el trámite habitual: el sospechoso se había lavado la boca y después se habían tomado las muestras con un hisopo de algodón. Tras la repetición de los análisis, sólo era posible una conclusión: en la boca de ese señor había ADN de dos personas. Descartadas, pues, otras posibilidades, la cuestión era, ¿cómo era esto posible? Citamos a la persona, le mostramos el resultado y le explicamos que sospechábamos que había manipulado las muestras, algo que -por tratarse de un proceso en investigación judicial- podría traerle consecuencias graves. Ante las evidencias, reconoció que, poco antes de que se le tomasen las muestras, se introdujo en la boca saliva de otra persona que llevaba guardada en un botecito.
Se trataba de un intento de eludir la responsabilidad en un caso de demanda de paternidad extramatrimonial, reconoció que al mezclar su saliva con la de otra persona pretendía engañar a los expertos en genética forense y, a través de estos, al juez. Tras repetir la prueba quedó comprobado que era el padre biológico en ese caso de investigación judicial (probabilidad mayor del 99.999998%).
Consecuencias
El caso referido tiene especial importancia porque es la primera vez que se ha descrito la mezcla de muestras de saliva con el fin de alterar unas pruebas de ADN; antes se habían descrito intentos de manipulación de muestras de sangre (con transfusiones antes de que se tomen las muestras, por ejemplo).
«Hay que destacar» –señala Lorente- «que la alteración de pruebas de ADN es prácticamente imposible sin que sea detectado por expertos forenses, pero este caso llamó el interés de la comunidad científica tras su publicación en la revista de la American Academy of Forensic Sciences . Y la razón de ello es obvia: plantea la necesidad de tomar medidas especiales para evitar el error de los expertos y que el crimen o el fraude se produzcan, o queden sin castigo. A partir de esta publicación, muchos protocolos de toma de saliva para análisis forenses (casos de paternidad, sospechosos de delitos, bases de datos de ADN) incluyen la obligatoriedad de que el donante de saliva se enjuague la boca con agua delante de un testigo, inmediatamente antes de que se introduzca el hisopo para tomar las muestras de saliva».
Este caso fue estudiado por expertos del FBI (EE UU) interesados en evitar posibles intentos de manipulación de las pruebas, uno de ellos, el doctor Bruce Budowle, es co-autor del trabajo.
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Más información:
http://prensa.ugr.es/prensa/investigacion/verNota/prensa.php?nota=4396
Fuente: Sinc
Un cuarto atiborrado por investigadores predoctorales en el que resulta complicado moverse, una sala de reuniones reconvertida en lugar de trabajo, apenas cuatro laboratorios, documentación que come el espacio de los pequeños despachos, científicos de muchos países que no tienen dónde sentarse… En una visita al Instituto de Medicina Legal de la Universidade de Santiago es imposible imaginar que se trata de uno de los tres principales centros de genética forense del mundo. Pero lo es. Es el segundo instituto en número de publicaciones científicas después del FBI y de los más destacados en criminalística, junto al Forense Science Service británico, además de convertirse en una referencia en el desarrollo tecnológico que permite aportar nuevas técnicas forenses para desentrañar casos de gran dificultad. «Aquí nos llega lo más complicado», corrobora el director del instituto, Ángel Carracedo.
Su último acto más sonado, el que permitió determinar que el niño Emmanuel era hijo de Clara Rojas, la mujer secuestrada por la guerrilla colombiana, es solo uno más de la amplia nómina de casos complejos, fundamentalmente de criminalística, por los que los científicos gallegos son requeridos por países de todo el mundo para resolver investigaciones que entrañan un enorme reto técnico. Más de treinta países, desde Noruega, Gran Bretaña o Grecia a Estados Unidos y buena parte de los países latinoamericanos han recurrido en algún momento a los servicios de los expertos compostelanos. La colaboración con el extranjero supone, de hecho, el 10% de la actividad que llevan a cabo.
Servicio a la justicia
Entre pruebas de paternidad y filiación, identificación de cadáveres, especialmente cuando el ADN está degradado, o criminalística, el centro atiende algo más de 500 casos al año. El número de actuaciones en criminalística, unas 200, no es especialmente relevante, pero sí su complejidad. Llama la atención, sin embargo, el hecho de que el personal del instituto no recibe ningún tipo de remuneración por las pericias que realiza para el extranjero o el resto de España.
«Ninguna de las personas del laboratorio cobra absolutamente nada por su labor pericial. Tampoco el instituto cobra nada por ningún caso judicial», dice el investigador y profesor de la Facultad de Medicina Antonio Salas, lo que ratifica la catedrática de Medicina Legal María Victoria Lareu. No lo han hecho en la identificación del niño Emmanuel, pedida por Colombia, ni por su actuación en el 11-S de Nueva York, ni por el 11-M de España, ni por muchos otros casos de impacto mediático que requieren trabajo a tiempo completo.
Para sostener el apartado de criminalística, el centro recibe de la Xunta por convenio una subvención anual de 120.000 euros. Pero no es suficiente. «Ahora los casos que nos llegan son cada vez más difíciles, y la tecnología, más cara. El trabajo que realmente hacemos aquí no va parejo ni con las instalaciones ni con el presupuesto que recibimos», afirma Victoria Lareu.
Su otra fuente de financiación son las pruebas de paternidad, cuyo dinero va a un fondo que gestiona la Fundación Empresa-Univesidad Gallega (Feuga) y que se destina para contratar investigadores, becas, material o estancias en el extranjero. Los proyectos que consiguen de Europa, España o la Xunta también les permite obtener fondos para contratar científicos.
Fuente: La Voz de Galicia.es
La base única de datos policiales de ADN, que empezará a funcionar el próximo mes de noviembre, permitirá, entre otras aplicaciones, la búsqueda de los autores de unas 2.000 agresiones sexuales no esclarecidas hasta ahora, según dijo a Efe el genetista del Instituto Nacional de Toxicología, Antonio Alonso. Éste sostiene que la base de datos “es una buena herramienta para la investigación de casos sin autor conocido, que de otra forma no se analizarían”.
En su instituto, explica Alonso, se encuentran almacenados desde 1991 unos 2.000 perfiles genéticos relacionados con agresiones sexuales a la espera de “poder mandarlos a un listado nacional para investigar su procedencia y conocer al agresor”.
Esto permitirá comparar entre sí los perfiles genéticos de muestras biológicas obtenidas de víctimas de agresiones sexuales. De esta manera, indica Alonso, “se pueden obtener coincidencias en distintas víctimas. Saber, por ejemplo, que se trata de un mismo agresor en distintos casos y en distintas localizaciones”.
Las muestras que se analizan y que proceden de la víctima o del lugar en el que se ha cometido el delito, “al final no nos dicen nada porque son anónimas. Cobran valor cuando se comparan con una muestra de referencia y de ahí surge la necesidad de la base de datos”, destaca el experto en análisis de ADN.
Sin embargo, advierte que es difícil determinar el porcentaje de muestras anónimas que podrán ser identificadas, ya que “desde hace tiempo” la Policía Nacional, Guardia Civil, Ertzaintza y Mossos D´Esquadra “cruzan sus bases datos”.
Fuente: Publico.es
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