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Sam Harris

Ateísmo no es una filosofía, es admisión de lo obvio

Noticias criminología. Ateísmo no es una filosofía, es admisión de lo obvio. Marisol Collazos Soto. Criminologia, ciencia, escepticismo

Conferencia de Sam Harris. El fin de la fe

La web de Maco048. Criminologia, ciencia, escepticismo

Los cuatro jinetes del ateísmo en una misma mesa

A Daniel Dennett no le gusta demasiado la palabra ‘ateo’. Es como si se necesitara una palabra específica para los que no creen en unicornios, o en Papá Noel (aunque Dennett, admitámoslo, recuerda un poco a Papá Noel).

En realidad, un ateo no niega la existencia de Dios (al menos, la niega con la misma energía que niega la existencia de Supermán). Lo que sostiene un ateo es que la existencia de Dios no es necesaria para entender la realidad (o que añadir a Dios en nuestra teoría sobre la realidad no aporta nada: si no sabemos quién creó el mundo y respondemos que Dios, ¿quién creó a Dios? ¿Otro Dios? Finalmente, sustituimos el “no sé qué creó el mundo” por otra palabra, “Dios”, pero esencialmente significan lo mismo). Dicho de otro modo: la hipótesis “Dios” es innecesaria. Planteárselo es una pérdida de tiempo si queremos iniciar cualquier investigación sobre las leyes de la naturaleza. Por eso, Dennett es uno de los impulsores de la palabra Bright (agudo, brillante), que prefiere esclarecer añadiendo luz, no sombras; se basa en una visión clara, naturalista, escrutable del mundo, que se opone a la visión oscura y no escrutable de la visión sobrenatural o mística.

Daniel C. Dennett es catedrático de filosofía del Centro de Estudios Cognitivos de la Universidad de Tufts, especialista en conciencia y en inteligencia artificial, y ya hemos hablado de él en Romper el hechizo. Ahora imaginadlo en la misma mesa debatiendo con el filósofo Christopher Hitchens (Dios no es bueno), el neurocientífico Sam Harris (El fin de la fe) y Richard Dawkins (El espejismo de Dios). Si el debate si hubiera producido en el ámbito de la única catedral que conozco de primera mano que tiene una vidriera que homenajea a Albert Einstein, el astronauta John Glenn e incluso el descubrimiento de las órbitas del átomo, entonces ya habría sido fetén.

 

Fuente: Xatakaciencia

Licencia CC

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Refuta a Sam Harris y gana $ 20000 $

Noticias criminología. Refuta a Sam Harris y gana $ 20000 $ . Marisol Collazos Soto

Hace tres años, Sam Harris publicó The Moral Landscape en el que argumenta que la ciencia puede determinar los valores humanos.Desde entonces le han llovido innumerables críticas, tanto por quienes han leído el libro como por quienes no lo han hecho, así que Harris ha propuesto el Reto del paisaje moral:

Se invita a cualquiera que crea que mi caso de una comprensión científica de la moral es un error a que lo pruebe en 1000 palabras o menos. (Debe refutar el argumento central del libro – no temas periféricos.) La mejor respuesta será publicada en este sitio web y su autor recibirá US $ 2000. Si algún ensayo realmente me convence, sin embargo, su autor recibirá US $ 20000*, y yo retractaré públicamente mi punto de vista.

Las inscripciones estarán abiertas aquí la semana del 2 al 9 de febrero del 2014.

Nota 01.09.13: El premio original era de US $ 1.000 para el ensayo ganador y US $ 10000 por cambiar mi punto de vista, pero un lector generoso ha prometido igualar el monto.

 

***

Preguntas frecuentes

1. Has dicho que estos ensayos deben atacar el «argumento central» de tu libro. ¿Cuál consideras que es ese?

Aquí está: La moral y los valores dependen de la existencia de mentes conscientes – y, específicamente, del hecho de que esas mentes pueden experimentar diversas formas de bienestar y sufrimiento en este universo. Las mentes conscientes y sus estados son fenómenos naturales, totalmente limitados por las leyes de la naturaleza (cualesquiera que éstas resulten ser al final). Por lo tanto, debe haber respuestas correctas e incorrectas a las preguntas de la moral y los valores que potencialmente entran en el ámbito de la ciencia. En cuanto este punto de vista, algunas personas y culturas estarán en lo correcto (en mayor o menor grado), y algunos se equivocarán, con respecto a lo que consideran importante en la vida.

Tal vez quieras leer lo que ya he escrito en respuesta a algunos críticos. (Una versión de este artículo fue el epílogo a la edición de bolsillo de El paisaje moral). También recomiendo ver la charla que he vinculado anteriormente.

El resto de las preguntas frecuentes están en la página del reto y además hay reglas oficiales para participar.

Para determinar el mejor ensayo, Harris contará con la ayuda de Russell Blackford, amigo suyo que ha sido de los mayores críticos de esta propuesta de Harris. En cuanto a si alguien consigue convencerlo, bueno, eso ya depende del propio Sam Harris

Fuente: DE AVANZADA

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Los cuatro jinetes del ateísmo

Discusión entre cuatro exponentes del llamado «Nuevo Ateísmo». De izquierda a derecha: Christopher Hitchens, Daniel Dennett, Richard Dawkins y Sam Harris.

– Christopher Hitchens, periodista y ensayista británico.
– Daniel C. Dennett, filósofo y científico cognitivo estadounidense.
– Richard Dawkins, biólogo evolucionista y etólogo británico.
– Sam Harris, neurocientífico y filósofo estadounidense.

Filmado en el año 2007 en casa de Christopher Hitchens, en los EE.UU. «Hitch» falleció en diciembre de 2011.

 


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Sam Harris – Conceptos erróneos sobre el ateísmo


«Creyendo en lo increible: El choque entre fe y razón en el mundo moderno.» Conferencia de Sam Harris en el Aspen Ideas Festival en 2007.

Es escritor y pensador Sam Harris nos expone lo que él cree que son conceptos erróneos sobre el ateísmo comúnmente aceptados en nuestra sociedad.

Subtitulado al castellano por Creareify.

Para ver el video de la conferencia completa:
http://fora.tv/2007/07/04/Clash_Betwe…

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El poder de los incentivos negativos

Noticias criminología. El poder de los incentivos negativos. Marisol Collazos Soto

Sam Harris, el poder de los incentivos negativos:

Imaginemos que un hombre joven, blanco ha sido falsamente declarado culpables de un delito grave y condenado a cinco años en una prisión de máxima seguridad. No tiene antecedentes de violencia y está, comprensiblemente, aterrado ante la perspectiva de vivir entre asesinos y violadores. Al oír las puertas de la prisión cerrarse tras de él, toda una vida de diversos intereses y aspiraciones colapsa en un solo punto: debe evitar hacer enemigos para poder cumplir su condena en paz.

Por desgracia, las cárceles son lugares de incentivos perversos – en las que hay que seguir las propias normas para evitar convertirse en una víctima llevada ineludiblemente hacia la violencia. En la mayoría de las cárceles de Estados Unidos, por ejemplo, los blancos, los negros y los hispanos, existen en un estado de guerra perpetua. Este joven no es racista, y prefiere interactuar pacíficamente con todos los que conoce, pero si no se une a una pandilla es probable que sea objeto de violación y otros abusos contra los prisioneros de todas las razas. No elegir un bando es convertirse en la víctima más atractiva de todas. Siendo blanco, probablemente no tendrá otra opción racional sino la de unirse a una pandilla supremacista blanca para su protección.

Así que se une a una pandilla. Con el fin de seguir siendo un miembro de pleno derecho, sin embargo, tiene que estar dispuesto a defender a otros miembros de la pandilla, sin importar qué tan sociópata sea su comportamiento. También descubre que debe estar dispuesto a usar la violencia ante la más mínima provocación -devolver un insulto verbal con una puñalada, por ejemplo- o arriesgarse a adquirir una reputación como alguien que puede ser asaltado a voluntad. El no responder a la primera señal de falta de respeto con una fuerza abrumadora, es correr un riesgo de abusos intolerable. Por lo tanto, el joven comienza a comportarse precisamente de esas formas que hacen que cada prisión de máxima seguridad sea un infierno en la tierra. También añade más tiempo a su condena por la comisión de delitos graves tras las rejas.

Una prisión es quizás el lugar más fácil de ver el poder de los incentivos negativos. Sin embargo, en muchos otros lugares en nuestra sociedad, nos encontramos con hombres y mujeres por lo demás normales atrapados en la misma trampa y ocupados haciendo la vida mucho menos buena de lo que podría ser para todo el mundo. Los funcionarios electos ignoran los problemas a largo plazo, ya que deben complacer los intereses a corto plazo de los votantes. Las personas que trabajan para las aseguradoras se basan en tecnicismos para negarle la atención que necesitan a los pacientes desesperadamente enfermos. Los directores ejecutivos y banqueros de inversión corren riesgos extraordinarios -tanto para las empresas como para la economía en su conjunto- porque cosechan las recompensas del éxito sin sufrir las penalidades del fracaso. Los abogados siguen enjuiciando personas que saben que son inocentes (y defienden a los que saben que son culpables) porque sus carreras dependen de ganar casos. Nuestro gobierno libra una guerra contra las drogas que crea el problema de las ganancias del mercado negro y la violencia que se pretende resolver…

Necesitamos sistemas que sean más sabios que nosotros. Necesitamos instituciones y normas culturales que nos hagan mejores de lo que solemos ser. Me parece que el mayor reto al que nos enfrentamos ahora es el de construirlas.

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Las drogas y el sentido de la vida

Noticias criminología. Sam harris, las drogas y el sentido de la vida. Marisol Collazos Soto

Artículo de Sam Harris sobre las drogas y el sentido de la vida

Todo lo que hacemos, lo hacemos con el propósito de alterar la conciencia. Formamos amistades para poder sentir ciertas emociones, como el amor, y evadir otras, como la soledad. Comemos comidas específicas para disfrutar sus fugaces presencias en nuestras lenguas. Leemos por el placer de pensar las ideas de otra persona. Cada momento de vigilia –e incluso en nuestros sueños- luchamos para dirigir el flujo de sensación, emoción y cognición hacia estados de conciencia que valoramos.

Las drogas son también un medio para este fin. Algunas son ilegales, otras están estigmatizadas, algunas son peligrosas –aunque, perversamente, estos conjuntos apenas se cruzan. Hay drogas de extraordinario poder y utilidad, como la psilocibina (el componente activo de los «hongos mágicos») y la dietilamida de ácido lisérgico (LSD), que no poseen riesgos aparentes de adicción y son bien toleradas psicológicamente, y aún así uno puede ser mandado a prisión por su uso –cuando drogas como el tabaco y el alcohol, que han arruinado incontables vidas, son disfrutadas ad limitumen casi todas las sociedades del planeta. Hay otros puntos en este sentido: la 3,4-metilendioximetanfetamina (MDMA o «éxtasis») tiene un potencial terapéutico remarcable, pero también es susceptible a abusos, y aparentemente es neurotóxica. [1]

Una de las grandes responsabilidades que tenemos como sociedad, es educarnos, junto con las siguientes generaciones, acerca de qué sustancias vale la pela ingerir, y con qué propósito, y cuales no. El problema, sin embargo, es que nos referimos a todos los compuestos biológicamente activos con un solo término: «drogas» y esto hace casi imposible tener una discusión inteligente acerca de los asuntos psicológicos, médicos, éticos y legales alrededor de su uso. La pobreza de nuestro lenguaje ha sido sólo un poco aliviada por la introducción de términos como «psicodélicos» para diferenciar ciertos compuestos visionarios, que pueden producir extraordinarios estados de éxtasis e iluminación, de los “narcóticos” y otros agentes clásicos de estupefacción y abuso.

El abuso de drogas y la adicción son problemas reales, por supuesto –su remedio es la educación y el tratamiento médico, no la cárcel. De hecho, las peores drogas de abuso en los Estados Unidos parecen ser los analgésicos de prescripción, como la oxicodona. ¿Algunas de estas medicinas deberían de ser ilegales?, claro que no. La gente debe de estar informada acerca de ellas, y los adictos necesitan tratamiento. Y todas las drogas –incluyendo alcohol, cigarros y aspirinas- deben ser alejadas de las manos de los niños.

En mi primer libro, El fin de la fe, discuto un poco algunos asuntos de las políticas sobre las drogas, y mi opinión al respecto no ha cambiado. La «guerra contra las drogas» definitivamente ha sido perdida y nunca debió de haberse librado. Si bien no está expresamente protegido por la constitución de los EEUU, no puedo pensar en ningún derecho político más fundamental que el derecho a dirigir pacíficamente los contenidos de nuestra propia conciencia. El hecho de que arruinamos inútilmente las vidas de los usuarios de drogas no violentos encarcelándolos, con un gasto enorme, constituye una de las más grandes fallas morales de nuestro tiempo. (Y el hecho de que hacemos lugar para ellos en nuestras prisiones dejando en libertad bajo palabra a asesinos y violadores lo hace pensar a uno si la civilización no está simplemente condenada)

Tengo una hija que un día tomará drogas. Por supuesto, haré todo lo que esté en mi poder para asegurarme que ella escoja sus drogas sabiamente, pero una vida sin drogas no es ni posible ni deseable, creo yo. Algún día, espero, mi hija disfrutará la mañana con una copa de te o de café tanto como lo hago yo. Si ella bebe alcohol de adulta, como probablemente lo hará, la animaré a hacerlo de forma segura. Si ella elige fumar marihuana, le exhortaré moderación. [2] El tabaco debe ser evitado, por supuesto, y haré todo lo posible dentro de los límites de la buena paternidad para mantenerla alejada de él. Y no es necesario decir que si mi hija desarrolla, eventualmente, una afición por la metanfetamina o el crack, posiblemente yo ya no pueda volver a dormir. Pero si ella no prueba algún psicodélico, como la psilocibina o el LSD al menos una vez en su edad adulta, me preocuparía de que ella se esté perdiendo uno de los más importantes ritos de paso que un humano pueda experimentar.

Con esto no digo que todos deban probar un psicodélico. Como mencionaré después, estas drogas tienen ciertos peligros. Sin lugar a dudas, hay gente que no puede permitirse el lujo de levantar el ancla de la cordura, o incluso darle el más leve tirón. Han pasado ya varios años desde que he dejado de usar psicodélicos, de hecho, mi abstinencia nace de un sano respeto hacia los riesgos que involucran. Sin embargo hubo un periodo de mis tempranos veintes en el que encontré en drogas como la psilocibina y el LSD herramientas indispensables de iluminación, y algunas de las horas más importantes de mi vida las tuve bajo su influencia. Creo que es muy posible que yo nunca descubriera que hay todo un paisaje interior de la mente que vale la pena explorar si nunca hubiera tenido esta ventaja farmacológica.

Mientras los seres humanos han ingerido plantas psicodélicas por milenios, la investigación científica de sus componentes no comenzó hasta la década de 1950. Para 1965, cientos de estudios fueron publicados, principalmente sobre psilocibina y LSD, muchos de ellos atestiguaron la utilidad de los psicodélicos en los tratamientos para la depresión clínica, el trastorno obsesivo compulsivo (T.O.C.) la adicción al alcohol, y para el miedo y la ansiedad asociados al cáncer terminal. Pocos años después, sin embargo, este campo de investigación fue abolido en un esfuerzo por detener la propagación de estas drogas en el público en general. Después de una pausa que duró toda una generación, la investigación científica de los valores farmacológicos y terapéuticos de los psicodélicos se ha venido reanudando lentamente.

Los psicodélicos incluyen químicos como psilocibina, LSD, DMT y mescalina, los cuales alteran poderosamente la conciencia, la percepción y el humor. La mayoría parece ejercer su influencia a través del sistema serotoninérgico en el cerebro, principalmente uniéndose a los receptores 5-HT2A (aunque algunos tienen afinidad por otros receptores también), provocando el incremento de la actividad neuronal en la corteza prefrontal. Mientras la corteza prefrontal, a su vez, modula la producción de dopamina subcortial, el efecto de los psicodélicos parece tener lugar principalmente fuera de las vías de la dopamina (lo que puede explicar el por qué estas drogas no formen hábito).

La mera existencia de los psicodélicos parece establecer las bases materiales de la vida mental y espiritual más allá de cualquier duda (para la introducción de estas sustancias en el cerebro es la causa obvia de cualquier apocalipsis sagrado que le sigue). Es posible, sin embargo, si no plausible, ver este dato desde la otra perspectiva y argumentarlo como Aldous Huxley lo hizo en su ensayo Las Puertas de la Percepción al decir que la función primaria del cerebro podría ser eliminativa: su propósito sería evitar una dimensión de la mente vasta y transpersonal que podría inundar a la conciencia, permitiendo así a primates como nosotros tener su camino en el mundo sin ser apabullados a cada momento por fenómenos visionarios irrelevantes para su supervivencia. Huxley pensaba que si el cerebro era una especie de “válvula reductora” de una “Mente Libre” esto explicaría la eficacia de los psicodélicos: ellos podrían ser medios materiales para abrir el grifo.

Desafortunadamente, Huxley operaba bajo la suposición errónea de que los psicodélicos decrecían la actividad mental. Sin embargo las técnicas modernas de neuroimagen han mostrado que estas drogas tienden a incrementar la actividad en varias regiones de la corteza (así como en las estructuras subcorticales) [Nota 24/01/12: un estudio reciente sobre la psilocibina en realidad le da cierto apoyo a la visión de Huxley. – SH]. Aún así, la acción de las drogas no descarta el dualismo o la existencia de reinos de la mente más allá del cerebro, pero nada lo hace. Este es uno de los problemas con puntos de vista de este tipo: parecen ser infalsables. [3]

Por supuesto, el cerebro sí filtra una extraordinaria cantidad de información de la conciencia. Y como muchos que han probado estas drogas, yo puedo atestiguar que los psicodélicos ciertamente abren las puertas. No es necesario decir que plantear la existencia de una “Mente Libre” es más tentador en algunos estados de conciencia que en otros. Y la cuestión de cuáles visiones de la realidad debemos privilegiar es una cuestión que a veces vale la pena considerar. Pero estas drogas pueden producir estados mentales que son vistas en términos clínicos como formas de psicosis. De hecho, creo que debemos ser cautelosos de realizar alguna conclusión sobre la naturaleza del cosmos basándonos en una experiencia interior, no importa qué tan profunda sea esta.

Sin embargo, no hay duda de que la mente es más vasta y fluida que lo que sugiere nuestra ordinaria conciencia en vigilia. Consecuentemente, es imposible comunicar la profundidad (o la aparente profundidad) de un estado psicodélico a aquellos que nunca han tenido esas experiencias por sí mismas. Es, de hecho, difícil recordarse a sí mismo todo el poder de esos estados una vez que ya han pasado.

Muchas personas se preguntan sobre la diferencia entre la meditación (y otras prácticas contemplativas) y los psicodélicos. ¿Son estas drogas una forma de hacer trampa, o son ellas realmente el vehículo indispensable para un auténtico despertar? No son ninguno. Mucha gente no se da cuenta de que toda droga psicoactiva modula la neuroquímica ya existente en el cerebro –ya sea imitando específicos neurotransmisores o causando que los mismo neurotransmisores sean más activos. No hay nada que uno no pueda experimentar por medio de una droga que no sea, hasta cierto punto, una expresión del potencial del cerebro. Por lo tanto, lo que sea que uno haya experimentado tras ingerir una droga como el LSD, es muy parecido a lo que alguien experimentó, en algún lugar, sin él.

Sin embargo, no se puede negar que los psicodélicos son un medio particularmente potente para alterar la conciencia. Si una persona aprende a meditar, rezar, cantar, hacer yoga, etc., no hay garantía de que algo vaya a pasar. Dependiendo de su aptitud, interés, etc, el aburrimiento podría ser la única recompensa para sus esfuerzos. En cambio, si una persona ingiere 100 microgramos de LSD, lo que ocurra a continuación dependerá de una variedad de factores, pero no hay duda alguna de que algo va a pasar. Y el aburrimiento no está entre las opciones. En cierto tiempo, la significancia de su existencia se derrumbará sobre nuestro héroe como una avalancha. Como Terence Mckenna [4] nunca se cansó en señalar, esta garantía de un efecto profundo, para bien o para mal, es lo que separa a los psicodélicos de cualquier otro método de indagación espiritual. Es, sin embargo, una diferencia que trae consigo ciertas responsabilidades.

Ingerir una dosis poderosa de una droga psicodélica es como encerrarse a sí mismo en un cohete sin un sistema de guía. Uno puede ir a un lugar que vale la pena ir, y, dependiendo del compuesto y de dónde y cómo lo ingerimos, ciertas trayectorias son más probables que otras. Pero sea como sea que uno se prepare para el viaje, aun así uno puede ser lanzado hacia estados de la mente tan dolorosos y confusos, a veces indistinguibles de la psicosis. Por lo tanto, los términos «psicotomimético» y «psicógeno» se aplican en ocasiones a estas drogas.

Yo he visitado los dos extremos del continuo psicodélico. Las experiencias positivas fueron más sublimes de lo que yo hubiera podido imaginar o de lo que ahora puedo fielmente recordar. Esos químicos revelan capas de belleza que el arte es incapaz de capturar y para el que la belleza de la Naturaleza misma es mero simulacro. Una cosa el ser apabullado al ver a una secuoya gigante y maravillarse por los detalles de su historia y su biología subyacente y otra el pasar una aparente eternidad en una comunión sin ego con ella. Positivamente, las experiencias psicodélicas a menudo revelan cómo puede un ser humano estar tan maravillosamente a gusto con el universo, y para la mayoría de nosotros, la conciencia normal de vigilia no ofrece ni siquiera un atisbo de esas profundas posibilidades.

La gente generalmente regresa de dichas experiencias con un sentimiento de que nuestros estados convencionales de conciencia obscurecen y truncan pensamientos y emociones que son sagrados. Si los patriarcas y matriarcas de las religiones mundiales experimentaron con dichos estados, muchas de sus afirmaciones sobre la naturaleza de la realidad pueden tener un sentido subjetivo. Las hermosas visiones no nos dicen nada sobre el nacimiento del cosmos, pero nos revelan cómo una mente puede ser profundamente transfigurada por una colisión con el momento presente.

Traducción completa en:  DE AVANZADA

EL ocaso de la violencia (Steven Pinker)

El ocaso de la violencia
Nuevo libro de Steven Pinker, The Better Angels of Our Nature: Why Violence Has Declined, que traduce algo así como Los Mejores Ángeles de Nuestra Naturaleza: Por qué la Violencia ha Disminuido, que precisamente trata de eso, que estamos en la década más pacífica que haya conocido la especie humana.

Resulta que Sam Harris le hizo una entrevista en la que Pinker profundiza en la tesis del libro de una manera clara y concisa, sin gráficos. Es muy interesante:

Sospecho que cuando la mayoría de la gente oye la tesis de tu libro -que la violencia humana ha disminuido de manera constante- se muestran escépticos: ¿No fue el siglo 20 el más violento de la historia?

Probablemente no. Los datos de los siglos anteriores son mucho menos completos, pero las estimaciones actuales del número de muertos, cuando se calcula como un porcentaje de la población mundial del momento, muestran por lo menos nueve atrocidades antes del siglo 20 (que sepamos), que pueden haber sido peores que la Segunda Guerra Mundial. Ellos surgieron de los imperios colapsando, las invasiones de tribus a caballo, el comercio de esclavos, y la aniquilación de los pueblos originarios, con las guerras religiosas siguiéndolos de cerca. La Primera Guerra Mundial ni siquiera está entre los diez primeros.

Además, un siglo comprende un centenar de años, no sólo cincuenta años, y la segunda mitad del siglo 20 fue sede de una larga paz entre las grandes potencias y los países desarrollados (el tema de uno de los capítulos del libro) y, más recientemente, a una Nueva Paz en el resto del mundo (el tema de otro capítulo), con tasas inusualmente bajas de guerra.

¿Hace falta recordar que los «regímenes ateos» del siglo 20 mataron a decenas de millones de personas?

Este es un argumento popular entre teoconservadores y los críticos del nuevo ateísmo, pero por muchas razones es históricamente inexacto.

En primer lugar, la premisa de que el nazismo y el comunismo eran ideologías «ateas» sólo tiene sentido dentro de una visión del mundo religiosocéntrica que divide los sistemas políticos en aquellos que se basan en la ideología judeo-cristiana y los que no. De hecho, los movimientos totalitarios del siglo 20 no estaban más definidos por el rechazo del judeo-cristianismo de lo que estaban definidos por el rechazo de la astrología, la alquimia, el confucianismo, la Cienciología, o cualquiera de los cientos de otros sistemas de creencias. Ellos se basaron en las ideas de Hitler y Marx, no en las de David Hume y Bertrand Russell, y los horrores que infligieron no son más reivindicación del judeo-cristianismo de lo que lo son de la astrología o la alquimia o la Cienciología.

Segundo, el nazismo y el fascismo no eran ateos, en primer lugar. Hitler pensaba que estaba llevando a cabo un plan divino. El nazismo recibió un amplio apoyo de muchas iglesias alemanas, y ninguna oposición del Vaticano. El fascismo coexistió feliz con el catolicismo en España, Italia, Portugal y Croacia.

En tercer lugar, de acuerdo con el compendio más reciente de las peores atrocidades de la historia, Great Big Book of Horrible Things (Norton, 2011) de Matthew White, las religiones han sido responsables de 13 asesinatos en masa de los 100 peores de la historia, lo que resulta en 47 millones de muertes. El comunismo ha sido responsable de seis asesinatos en masa y 67 millones de muertes. Si los defensores de la religión quieren cacarear: «¡Sólo fuimos responsables de 47 millones de asesinatos – el comunismo fue peor!», bien pueden hacerlo hacerlo, pero no es un argumento impresionante.

En cuarto lugar, muchas masacres religiosas se llevaron a cabo en los siglos en que la población mundial era mucho más pequeña. Los cruzados, por ejemplo, mataron a 1 millón de personas en un mundo de 400 millones, para una tasa de genocidio que supera a la del Holocausto nazi. La cifra de muertos de la Guerra de los Treinta Años fue proporcionalmente el doble de la de la Primera Guerra Mundial y en el rango de la de la Segunda Guerra Mundial en Europa.

Cuando se trata de la historia de la violencia, la distinción importante no es una entre los regímenes teístas y los ateos. Es la que existe entre los regímenes que se basan en, ideologías utópicas demonizantes (como el marxismo, el nazismo y las religiones militantes) y las democracias liberales seculares que se basan en el ideal de los derechos humanos. Presento los datos del científico político Rudolph Rummel que muestran que las democracias son mucho menos asesinas que las formas alternativas de gobierno.

Entrevista completa en: De Avanzada

 

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