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El pinchazo de la burbuja de internet, en versión española

Hace ahora diez años, el mundo volvía a frotarse los ojos viendo cómo se le deshinchaba en las narices otra burbuja especulativa, la de las empresas de internet. Después de llenar numerosos bolsillos, de recibir financiación bancaria a espuertas con sólo llevar el apellido puntocom, aquellos proyectos de un futuro aún en mantillas perdieron la confianza de las bolsas, esas eternas maniacodepresivas.

El emperador estaba desnudo y poco importaba quién lo había dicho primero porque detrás fue el resto de implicados: bancos, accionistas, analistas dejaron de creer en las hijas de la llamada Nueva Economía. Estaban huérfanas de beneficios y en muchos casos de plan de negocio, pero hasta ese momento nadie parecía haberse dado cuenta. Se acabó la alegría, el dinero y muchos puestos de trabajo.

«No me gusta llamarla burbuja de internet», comenta a Público Juan Perea, el que fue consejero delegado de Terra hasta un mes antes de que todo empezase a venirse abajo a nivel mundial, cuando el entonces presidente de Telefónica, Juan Villalonga, decidió prescindir de él. «Prefiero hablar de la burbuja financiera que se montó en torno a Internet», comenta. Como en todas las burbujas, «todo el mundo pensaba que se iba a forrar».

A nivel mundial, se considera que el boom puntocom alcanzó su nivel más alto el 10 de marzo del año 2000, cuando la bolsa tecnológica de Nueva York, el Nasdaq, llegó a los 5.048 puntos. Desde ese momento hasta octubre de 2002, todo fue caer. O casi todo. «Amazon o Yahoo lo hicieron bien. Se mantuvieron firmes y emplearon el dinero en seguir invirtiendo en sus negocios», señala Perea.

España no fue ajena a la hecatombe como tampoco lo había sido a la euforia, dos fenómenos que traen a la mente precisamente a Terra. Hay que hacer flash back para hacerse una idea. Situarse en una España que en 1999 no sabía lo que era el ADSL; donde el Gobierno aún tardaría un año en intentar imponer por ley una tarifa plana de acceso a Internet, y donde Terra contaba con 660000 clientes con un internet a pedales.

No importó. El mundo creía en el puntocom o más bien en que el crecimiento de su valor era imparable. Telefónica compró en 1999 el mayor buscador de habla hispana, Olé, a Pep Vallés para fusionarlo con Terra. Éste había pagado 200000 pesetas a la Generalitat por quedarse el negocio que fundó. Telefónica le pagó 3000 millones de pesetas (18 millones de euros). «Decían que disparábamos con pólvora del rey», dice Perea, a quien no le parece excesivo. «Un buscador como Olé podía haber sido un Google en castellano si se hubiese cuidado».

Terra salió a bolsa el 17 de noviembre de 1999 a 11,81 euros por acción. En un día pasó de valer 3000 millones de euros a 10400 millones (Telefónica la recompraría seis años después por 450 millones). En menos de dos meses se convirtió en la tercera firma española por capitalización, por delante de Endesa, Rep-sol o BBVA. Y eso que no esperaba beneficio hasta 2003.

«Recuerdo que pedí a los de relaciones con inversores que intentasen que ningún informe recomendase comprar a partir de un precio. Pero era imparable», recuerda Perea. Terra alcanzó su máximo histórico el 14 de febrero de 2000: 157.65 euros.

Justificar el precio parecía una obsesión cuando empezó la caída. Se compró de todo, lo más importante, Lycos, ya en octubre de 2000, por 14250 millones de dólares.

Como en toda crisis de envergadura, tardó en verse el fondo. Joaquim Agut, ex presidente de Terra y hoy director general de Cirsa Gaming Corporation, recuerda cómo se hizo cargo de la presidencia «en septiembre de 2000, cuando ya cotizaba a 36 euros. Se pensaba que era posible la recuperación». «Más de 5000 compañías de Internet desaparecieron» en el mundo, añade.
«Una ocasión perdida»

Perea recuerda que sintió «tristeza» cuando todo empezó a venirse abajo. «Era una ocasión perdida. Quizás la rapidez con que se hizo todo me impidió explicar bien lo que había detrás de nuestro proyecto, porque contar con Telefónica era un lujo».

Agut se reconforta recordando que «en Terra hicimos los deberes: mejoramos el ebitda en un 91% hasta hacerlo positivo en el último trimestre de 2003, aplicando con rigor los principios de la economía de siempre».

Terra no es el único ejemplo. El argentino Wenceslao Casares, que no tenía ni 30 años, le vendió su web de servicios financieros Patagon al banco Santander por 92000 millones de pesetas (580 millones de euros). Luego recibió otros 270 millones de euros más de una ampliación de capital de Patagon que llegó a reconocer que había tirado a la basura: mal invertidos. Santander tuvo que dar por perdido el dinero en 2002 y Casares montó un banco tradicional con lo que había ganado, el Lemon Bank.

Fuente: Público.es
Bajo licencia Creative Commons

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