La obesidad empieza en el útero

A finales de los años 80 del pasado siglo David Barker, un médico británico profesor de la Universidad de Southampton, sugería que lo que una mujer comiese mientras estaba embarazada influye en la fisiología de su hijo de por vida. Llamó a la idea programación fetal. Esta programación permitiría a un individuo hacer un uso óptimo de los nutrientes disponibles, suponiendo que su propia dieta fuese similar a la de su madre. Pero si no fuese similar, podría haber problemas. Barker aventuró que la programación fetal, en alianza perversa con la expansión de los alimentos ricos en grasas y azúcares de las últimas décadas, podría explicar la epidemia de obesidad, enfermedades coronarias y diabetes sobrevenida que asola muchos países ricos.

Es una hipótesis muy interesante, pero difícil de probar. A pesar de ello, el 29 de octubre Peter Gluckman (Universidad de Auckland; Nueva Zelanda) en el 7º Simposio Internacional Nestlé sobre Nutrición celebrado en Lausana (Suiza), presentó resultados que la apoyan. El trabajo de campo de Gluckman y Terrence Forrester (Universidad de las Indias Occidentales; Jamaica) se realizó en Jamaica, donde la malnutrición es endémica. Este hecho permite comprobar la teoría de la programación fetal averiguando si aquellas personas que sufrieron la malnutrición mientras estuvieron en el útero responden de forma diferente a los alimentos que aquellos que fueron alimentados de forma apropiada.

Gluckman y Forrester comenzaron su estudio con personas que habían sobrevivido a la malnutrición durante su niñez. La malnutrición conlleva la aparición de dos síndromes (conjuntos de síntomas) fundamentalmente: marasmo y kwashiorkor (existe un tercero, la caquexia, pero es más típica de países ricos). Los niños con marasmo están, simplificando, extremadamente delgados. El abdomen de los niños con kwashiorkor está distentido de una manera que nos resulta familiar de las campañas televisivas de lucha contra el hambre. Una diferencia significativa entre los dos síndromes es que los niños con marasmo tienen el doble de probabilidades de sobrevivir a la malnutrición que los niños con kwashiorkor.

Este estudio, por tanto, hace una predicción: conforme la dieta se hace más rica en azúcares y grasas en lugares donde la la malnutrición era común hace poco tiempo, aquellos que sufrieron de marasmo cuando niños tendrán sobrepeso más rápidamente que aquellos que sufrieron kwashiorkor. Si esto resulta ser así sería una prueba de la hipótesis de Barker. Lo que no está claro aún es si los hijos de los occidentales sobrealimentados de hoy experimentarán una programación en el sentido opuesto, viendo sus apetitos restringidos.

Artículo completo en:  Experientia Docet

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