Productos diseñados para morir

Los romanos construyeron puentes que, dos mil años después, siguen ahí. Y en la localidad de Livermore (California) funciona una bombilla que ilumina un cuartel de bomberos desde 1901. Sin embargo, en general, el engranaje industrial desarrolla equipos de electrónica de consumo, móviles y otros aparatos con una vida tan fugaz que  ni deja rastro en nuestra memoria. Se hacen perecederos al poco de nacer. Diseñados para tener una vida corta, frecuentemente ni siquiera tienen una segunda oportunidad tras estropearse. Desaparecen los servicios de reparación (o es muy complicado acudir e ellos), lo que demuestra una concepción basada en la idea de usar y tirar. En la vida cotidiana, apenas se habla de reparar, reponer o reutilizar ante unas pautas que hacen que todo sea rápidamente viejo y fugaz. Pero acortar el ciclo de vida comporta un agotamiento de recursos naturales, derroche de energía y una producción de desechos imparable.

La caducidad planificada caracteriza nuestro modelo económico, y forma parte consustancial de él. Ha sido históricamente la palanca que ha activado la compra y el crédito. «La obsolescencia programada surgió a la vez que la producción en serie y la sociedad de consumo», sostiene Cosima Dannoritzer , directora del documental «Comprar, arrojar, comprar», producida por Mediapro en colaboración con otras seis televisiones. El problema es que ahora es una práctica sistemática que “está teniendo efectos ambientales terribles», sostiene.

Por eso, los productos tienen una historia marcada en origen.  En Livermore (California) se preparan para festejar los 110 años de vida de su bombilla de gruesos filamentos. Pero esa bombilla, que ha sobrevivido a dos webcams, es una excepción. De hecho, la bombilla es tal vez el primer exponente del deliberado acortamiento de la vida de un producto de consumo. En 1924 se creó el cártel de “Phoebus”, integrado por diversas compañías eléctricas, con la finalidad de intercambiar patentes, controlar la producción y …reorientar el consumo. Se trataba de que los consumidores compraran bombilla con asiduidad. El resultado de esta actividad es que en pocos años la duración de las bombillas pasó de 2 500 horas a 1 500 horas, según el documental. El cartel incluso multaba a los fabricantes que se salían del camino. El asunto dio lugar en 1942 a una denuncia del gobierno de EE.UU. contra  General Electric y sus socios pero, pese a la sentencia, las bombillas corrientes siguieron funcionando una media de 1 000 horas.

Artículo competeo en:  LAVANGUARDIA.es

Related Posts with Thumbnails
You can leave a response, or trackback from your own site.

Leave a Reply

*

Powered by WordPress | Designed by: Free WP Themes. | Thanks to Best Free WordPress Themes, Find WordPress Themes Free and Free WP Themes