La agricultura ecológica es una moda pija llena de clichés y falsos mitos

Toca Comer. La agricultura ecológica es una moda pija llena de clichés y falsos mitos. Marisol Collazos Soto, Rafael Barzanallana

Comentario aparecido en un post del blog «Tomates con genes«, en NAUKAS.

La agricultura ecológica es una moda pija llena de clichés y falsos mitos. Para empezar no ofrecen un mayor valor nutricional ni representan una mejor garantía en términos de seguridad alimentaria que los alimentos convencionales. De hecho cada año se producen muchísimas más intoxicaciones alimentarias debidas a alimentos ecológicos que a frutas y hortalizas producidas mediante agricultura convencional, a pesar de que su consumo es menor.

Tampoco aseguran una mejor distribución de la producción ni favorecen las compras de proximidad. España cultiva tomates ecológicos que se comercializan en Suecia. Por cierto, durante el transporte por carretera maduran en cámaras.

Otro cliché es el de que impulsa la sostenibilidad de los pequeños agricultores, cosa que tampoco es cierta. Uno de los mayores productores de alimentos ecológicos es el Príncipe Carlos de Inglaterra, cuyas fincas no son precisamente pequeñas huertas. Para ejemplo su granja de Highgrove, que tiene 364 hectáreas dedicadas a la producción ecológica.

Tampoco es cierto que la agricultura ecológica sea más sostenible. Su producción por unidad de terreno es menor que la agricultura convencional, por lo que para producir un número X de toneladas de tomate necesita ocupar una mayor extensión de territorio y, por tanto, su impacto ambiental es mayor.

Por no hablar de la absurda quimiofobia a utilizar fertilizantes sintéticos, que les lleva a emplear sustancias como el sulfato de cobre y el dióxido de azufre (existe un diagnóstico conocido como “síndrome del vegetariano” que está producido por el consumo de alimentos que presentan un exceso de azufre).

En resumen: la agricultura ecológica ni es más respetuosa con el medio ambiente, ni garantiza la supervivencia de los pequeños ganaderos, ni genera una relación económica de proximidad entre productores y consumidores, ni es más nutritiva, ni tampoco presenta una mayor seguridad alimentaria. Simplemente es más pija y más cara. Y como Mulet ha desgranado muy bien en su artículo existe toda una industria de la certificación que vive de ello.

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