La Navaja de Ockham, también conocida como principio de parsimonia, es una herramienta metodológica que sostiene que, entre explicaciones igualmente válidas, debe preferirse la más simple. Atribuida al fraile franciscano Guillermo de Ockham (1285-1347), su formulación clásica en latín —pluralitas non est ponenda sine necessitate— significa que la pluralidad no debe postularse sin necesidad. Este principio no afirma que la verdad sea siempre simple, sino que, en ausencia de evidencia adicional, la explicación que requiere menos suposiciones es la más razonable para comenzar la investigación.madrimasd?
El poder de la simplicidad en la ciencia
En ciencia, la Navaja de Ockham no es una ley, sino una guía heurística. Ayuda a los científicos a elegir entre teorías que explican los mismos fenómenos, favoreciendo aquella que lo hace con menos entidades, variables o hipótesis. Por ejemplo, Copérnico, Kepler y Galileo la utilizaron para argumentar que el modelo heliocéntrico era preferible al geocéntrico, no solo por su precisión, sino por su mayor simplicidad: explicaba los movimientos planetarios sin necesidad de complejos epiciclos.madrimasd?
Este enfoque fue clave en el desarrollo de la física moderna. La ley de gravitación universal de Newton, por ejemplo, explica la atracción entre cuerpos con una fórmula sencilla basada en masa y distancia, sin invocar fuerzas ocultas o mecanismos arbitrarios. En contraste, teorías alternativas como la de la Tierra plana requieren múltiples supuestos ad hoc para explicar fenómenos observados, lo que las hace menos parsimoniosas y, por tanto, menos científicas.madrimasd?
Más allá de la física: aplicaciones en biología y medicina
El principio de parsimonia también es fundamental en otras disciplinas. En biología evolutiva, se utiliza para reconstruir árboles filogenéticos: se prefiere la hipótesis que requiere el menor número de cambios evolutivos. En medicina, los clínicos aplican una versión práctica del principio: ante múltiples diagnósticos posibles, se suele considerar primero la causa más común y simple, evitando sobrediagnosticar enfermedades raras sin evidencia suficiente.
El genetista molecular Johnjoe McFadden argumenta que la Navaja de Ockham es el factor que distingue a la ciencia de la pseudociencia o las noticias falsas. Mientras que el misticismo o las teorías conspirativas recurren a entidades innecesarias como demonios o gobiernos ocultos, la ciencia busca explicaciones basadas en mecanismos verificables y mínimos.madrimasd?
Limitaciones y malentendidos
A pesar de su utilidad, la Navaja de Ockham no es infalible. No garantiza que la explicación más simple sea la correcta. En algunos casos, la realidad es compleja. Por ejemplo, la mecánica cuántica o la teoría de la relatividad introducen conceptos contraintuitivos que no parecen «simples», pero son necesarios para explicar fenómenos observados. Como señala el filósofo Paul Newall, es imposible saber a priori si una entidad adicional será útil en el futuro, lo que limita el valor predictivo del principio.madrimasd?
Además, la simplicidad misma es difícil de medir. ¿Es más simple una teoría con menos entidades o una con menos axiomas? ¿O con menor complejidad algorítmica, como propone la medida de Kolmogórov? Esta ambigüedad hace que la aplicación del principio dependa del contexto y del juicio científico.madrimasd?
Ciencia, fractales y la ilusión del orden
Algunos plantean que el universo podría tener una estructura fractal, aparentemente simple a cierta escala, pero profundamente complejo en otras. Esto cuestiona si la preferencia por lo simple es una característica de la realidad o una limitación de nuestra percepción. No obstante, incluso en sistemas complejos, reglas sencillas pueden generar comportamientos emergentes, lo que refuerza la idea de que la simplicidad puede ser un punto de partida válido.madrimasd?
Conclusión
La Navaja de Ockham no es una fórmula mágica, sino una actitud metodológica: la de no multiplicar las causas sin necesidad. En un mundo inundado de desinformación, su valor es más relevante que nunca. No basta con que una teoría suene plausible; debe ser la más simple y la que mejor se ajuste a los hechos. Como herramienta, no cierra puertas, pero sí ayuda a no perderse en laberintos innecesarios. En ciencia, como en la vida, a veces la verdad no está en lo espectacular, sino en lo sencillo.
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