El Premio Ig Nobel de la Paz 2025 fue concedido a un grupo de investigadores europeos que exploraron un fenómeno divertido y socialmente reconocible: la influencia del alcohol en la capacidad de hablar un idioma extranjero. Su estudio demostró que un consumo moderado de bebidas alcohólicas, lejos de entorpecer siempre las funciones cognitivas, puede a veces facilitar la expresión verbal en una lengua distinta a la materna.
El equipo analizó a voluntarios que bebieron diferentes cantidades de alcohol antes de participar en conversaciones en un segundo idioma. Los resultados señalaron que, aunque el rendimiento gramatical apenas mejoró, la fluidez verbal y la pronunciación se beneficiaron de una ligera desinhibición. En otras palabras, una copa de vino o cerveza ayudó a perder el miedo a equivocarse y a expresarse con mayor naturalidad.
El Ig Nobel de la Paz celebra esta conclusión no porque promueva el alcohol como herramienta didáctica, sino por resaltar un efecto inesperado que fomenta la comunicación intercultural y reduce barreras sociales. Eso sí, los investigadores advierten que los beneficios solo aparecen en consumos leves y que un exceso destruye cualquier ganancia lingüística, además de conllevar riesgos para la salud.
El galardón recuerda, con humor, que a veces la paz puede empezar con una charla más fluida… incluso si surge de un brindis compartido.