En los últimos años se han difundido en redes sociales múltiples mensajes que aseguran que es posible revertir el alzhéimer eliminando el gluten, reduciendo carbohidratos, aumentando proteínas o tomando suplementos de vitaminas y minerales. Estas afirmaciones carecen de base científica: el alzhéimer no tiene cura, ni a través de fármacos ni mediante cambios en la dieta, tal y como confirma el Instituto Nacional sobre Envejecimiento de Estados Unidos.
Lo que sí se ha demostrado es que la alimentación desempeña un papel importante en la prevención y en la ralentización del avance de la enfermedad. Como explica el nutricionista Aitor Sánchez García en su blog Mi Dieta Cojea, el deterioro cerebral está relacionado con la pérdida de sinapsis neuronal, proceso en el que las membranas de las neuronas —compuestas por fosfolípidos— resultan clave.
Algunas investigaciones señalan que una dieta equilibrada, rica en nutrientes de calidad y combinada con actividad física, puede favorecer la formación de esos fosfolípidos y proteger la función cognitiva. Sin embargo, esto no implica que pueda revertir o curar el alzhéimer, sino ayudar a retrasar su progresión.
En palabras del propio Instituto Nacional sobre Envejecimiento, “existen estudios que asocian los patrones de alimentación saludable con beneficios cognitivos, pero se necesita más investigación para determinar si lo que comemos puede prevenir o retrasar el alzhéimer o el declive cognitivo asociado a la edad”.