A inicios de octubre de 2025, una ola de despidos sacudió los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, dejando a más de mil empleados fuera de la institución. Entre ellos se encontraban especialistas en seguridad alimentaria, epidemiólogos y personal técnico clave para la supervisión de brotes y el control de enfermedades transmitidas por alimentos.
Según el Centro para la Investigación y Política de Enfermedades Infecciosas (CIDRAP) de la Universidad de Minnesota, la decisión representa “una señal preocupante” de que la salud pública ha dejado de ser una prioridad central dentro de la actual Administración.
Un golpe inesperado a la infraestructura sanitaria
Los despidos afectaron a distintas divisiones del CDC, incluidas áreas vinculadas con la vigilancia epidemiológica, la seguridad alimentaria y la respuesta ante emergencias sanitarias. Algunos de los empleados despedidos han sido posteriormente recontratados en condiciones laborales distintas o con funciones reducidas, lo que ha generado confusión y malestar dentro del organismo.
Fuentes internas citadas por medios estadounidenses señalan que la reestructuración se presentó como una medida de “optimización de recursos”, aunque sin una explicación clara sobre los criterios aplicados ni sobre el impacto a largo plazo en las operaciones críticas del organismo.
Mientras tanto, asociaciones de salud pública y exdirectivos de la entidad han expresado su preocupación por la pérdida de experiencia acumulada y por el deterioro de la moral interna de los equipos técnicos, precisamente en un contexto global en el que las amenazas sanitarias emergentes requieren coordinación y rapidez de respuesta.
La preocupación del sector alimentario
Varios expertos recordaron que la seguridad alimentaria depende de la continua vigilancia de los CDC, que rastrean brotes de salmonella, listeria o E. coli y coordinan medidas de control junto con la FDA y los departamentos de salud estatales. La salida de personal experimentado podría retrasar las investigaciones y reducir la capacidad de respuesta ante crisis sanitarias.
El CIDRAP advirtió que la disminución del personal especializado “debilita la primera línea de defensa en la protección de los consumidores”. En un comunicado, la institución subrayó que el sistema de salud pública estadounidense necesita estabilidad y apoyo político sostenido para garantizar la seguridad del suministro alimentario y prevenir enfermedades que cada año afectan a millones de personas.
Reacciones políticas y administrativas
La Administración de la Casa Blanca ha defendido la medida como parte de un plan más amplio de “modernización y eficiencia gubernamental”, orientado —según voceros oficiales— a reducir costos y eliminar duplicidades burocráticas. Sin embargo, críticos afirman que la política de despidos en organismos científicos revela una falta de compromiso con la salud pública y la investigación aplicada.
Analistas recuerdan además los recortes anteriores en áreas sensibles como control de pandemias, cooperación internacional en salud y programas de prevención de enfermedades crónicas, tendencias que, según ellos, consolidan un cambio de prioridades hacia la desregulación y la reducción del gasto público.
Un organismo en reconstrucción
En las semanas posteriores a los despidos, varios de los puestos comenzaron a cubrirse con contrataciones temporales y outsourcing de servicios. Fuentes del propio CDC han indicado que, pese a los esfuerzos de reestructuración, las tareas de seguimiento de brotes alimentarios podrían experimentar retrasos significativos durante los próximos meses.
En el plano interno, también se teme que la falta de comunicación y de planificación afecte la confianza de los trabajadores que permanecen en la agencia. “Cuando no sabes si tu equipo seguirá existiendo la próxima semana, es difícil enfocarse en la ciencia”, declaró un investigador bajo condición de anonimato.
El peso simbólico de los CDC
Durante décadas, los CDC han representado la autoridad mundial en materia de vigilancia epidemiológica y respuesta sanitaria. Las críticas a su debilitamiento no son solo institucionales, sino simbólicas: señalan la erosión de una de las estructuras públicas más respetadas del sistema estadounidense de salud.
El caso ha reabierto un debate más amplio sobre el papel del Estado en la protección de la salud colectiva, la transparencia en las decisiones administrativas y la necesidad de un financiamiento sostenible para los organismos científicos y regulatorios.
En medio de la polémica, el mensaje del CIDRAP resuena con fuerza: la salud pública —y con ella la seguridad alimentaria— es un bien común que requiere visión a largo plazo, no ajustes coyunturales. Si los despidos en los CDC representan un precedente, el futuro de la política sanitaria estadounidense podría entrar en una etapa de incertidumbre que trasciende sus fronteras.