Categoría: MacDonals
Jaime Oliver frente McDonald’s

Desde el 2011 está circulando una información (es un decir) de que el chef británico Jaime Oliver, cual valeroso héroe de la buena nutrición pese al crecimiento incontrolado de su circunferencia ecuatorial emprendió y ganó una demanda judicial contra la cadena de comida rápida Mc Donald’s porque ésta daba de comer a sus clientes algo horrible e incomestible.
La realidad es que ni hubo demanda ni la odiada cadena de hamburguesas hacía las maldades de las que se le acusaron, que todo fue un bulo periodístico y que además que gente de la industria cárnica de los Estados Unidos demandó al fantasioso fogonero y a quienes se hicieron eco de él.
La fábula de Jamie Oliver
El chef británico descubrió un día que existía en el mercado un exitoso producto llamado carne de vacuno magra finamente texturizada, o LFBT, que es resultado de un proceso para separar la carne magra de la grasa, trocitos de hueso, tendones y demás en los recortes de carne que se obtienen al hacer los cortes grandes más rentables, como filetes, solomillos, entrecots y demás. Estos recortes antes se tiraban a la basura, pues para separar la carne magra de lo que no quieren los consumidores se necesitaba una mano de obra intensiva con pulso de cirujano que no resultaba económicamente viable.
El proceso fue inventado hace más de 20 años por Eldon Roth para hacer accesible esa carne. Implica calentar los recortes y someterlos a un centrifugado que expulsa la grasa, tendones y pequeños trozos de hueso, dejando la carne magra.
Después de este proceso, la carne recibe un soplo de amoniaco que con el agua de la carne forma la solución llamada comúnmente hidróxido de amonio (aunque técnicamente no lo sea, como me ha hecho notar un lector que es químico), aumentando el pH del producto para evitar que críe bacterias que pueden hacerle daño al consumidor. Vamos, en toda la industria de los alimentos se utilizan antimicrobianos para impedir que le lleguen a usted alimentos en malas condiciones. Es un requisito de las autoridades sanitarias. Y es de uso común, como veremos.
Poco enterado de lo que es la industria de los alimentos y la física y la química, Jamie Oliver concluyó que la carne que se usaba era la «no comestible» o los peores cortes del vacuno, se metía en una secadora de ropa y luego se lavaba con el limpiador conocido genéricamente como «amoniaco» (una solución con entre un cinco y un 10% de hidróxido de amonio en agua). Así lo representó en su exitoso programa The Food Revolution de la BBC. Su público se horrorizó, lógicamente, sin cuestionar que el chef les estaba pasándoles una receta tan falsa que, de verlo otro chef, Ramsey, probablemente le hubiera hecho limpiar la cocina con la lengua.
El hidróxido de amonio no es estrictamente amoniaco. Un gas no es un líquido y las minúsculas cantidades de gas de amoniaco usadas en la industria alimenticia no tienen nada que ver con los alegres chorros de amoniaco limpiador usados por el despistado cocinero.
El hidróxido de amonio es un producto común en el procesamiento de alimentos, que ha sido debidamente estudiado y su uso seguro está regulado y autorizado por la FAO, la OMS y las autoridades sanitarias de la Unión Europea, así como la Agencia de Alimentos y Medicamentos y está regulado en el Codex alimentarius. Se utiliza como antimicrobiano en varios procesos de la industria de la carne, que como es lógico tiene un alto riesgo de contaminación bacteriana y también como aditivo en quesos, chocolate, repostería, confitería, condimentos, concentrados e isolatos de proteína de soja/soya, conservas como mermeladas y jaleas y muchas bebidas no alcohólicas. La OMS tiene listas de cientos de tipos de alimentos en los que se puede utilizar el hidróxido de amonio que incluyen además lácteos, frutas, verduras, cereales de desayuno, huevos, peces, bebidas deportivas y cerveza.
O sea, es uno de tantos miles de aditivos que bien usados no tienen ningún problema.
Por cierto, el amoniaco es parte integrante de su cuerpo. De usted, sí. Es una molécula parte de nuestro metabolismo. No es una sustancia artificial, pues.
La carne LFBT usada como parte de la carne picada para reducir su contenido de grasa (lo cual es sano) es legal en casi todos los países hasta en un 15% de la mezcla. No es basura, no es carne en mal estado, es eso que el carnicero del barrio recorta cuando te hace los filetes y que él mete a la picadora con tendones, grasa y demás. Vamos, que es una forma de aprovechar los recortes de carne para hacer negocio aprovechando la carne magra que vale más que pegada a un tendón (o «nervio» como le dicen algunos cocineros). El proceso era bien conocido y usado, legal y transparente. Sólo que Oliver no lo sabía.
Para su propaganda, Oliver optó por afirmar que esta carne era la que se utilizaba para las hamburguesas de McDonald’s. Ya sabe usted que hay algunas empresas que gozan de una antipatía generalizada y esto da a muchos impunidad absoluta para acusarlas de lo que sea, confiados en que nadie saldrá a defender la verdad por miedo a que lo consideren defensor de tales empresas: Monsanto, Nestlé, Coca-Cola, Zara, Mercadona y otras son frecuentes protagonistas de acusaciones delirantes que no se justifican por sus prácticas empresariales cuestionables.
Artículo completo en: el retorno de los charlatanes
Kraft y McDonald’s frente Starbucks

Kraft apuesta por McDonald’s, que a su vez ha trabajado duro para cambiar su imagen, tradicionalmente relacionada con alimentos poco saludables. Como consecuencia, el consumidor está mejor informado acerca de las opciones saludables de McDonald’s; a cambio, Kraft aprovecha el nombre de McDonald’s para ganar un lugar en las estanterías de los minoristas de comestibles.
Antes de terminar su asociación, Kraft había ayudado a aumentar el negocio de la alimentación de Starbucks desde una suma inicial de US$50 millones a casi US$500 millones en ventas anuales. Tras la separación, Kraft tuvo que centrarse de nuevo en sus marcas Maxwell House, Gevalia y Tassimo.
Esta apuesta supondría una inversión considerable, y aun así no llenaría el vacío dejado por el café premium de Starbucks. Gevalia, la mejor apuesta de Kraft, tiene mucho trabajo por delante para constituirse en una marca robusta de café premium.
Con la adición del McCafé a su cartera, Kraft ahora se apropia de otra marca fuerte y bien conocida que, sin embargo, llena sólo parcialmente el vacío creado por Starbucks: Tony Vernon, CEO de Kraft, dice que, aunque considera el McCafé un peldaño por encima de Maxwell House, aún está por debajo de Gevalia.
Con todo, Kraft espera que el McCafé compita con desenvoltura en el segmento del café de nivel medio y ayude a recuperar el espacio perdido en los estantes perdido -pero aún esperan que Gevalia sea su marca premium que compita con Starbucks.
Starbucks espera el envite desde una posición privilegiada
Claro que hay que estar en guardia, pero aún no es momento de reaccionar: los consumidores de Starbucks son muy leales y es muy probable que no muestren demasiado interés por el McCafe –más si tenemos en cuenta su percepción de producto, pues mientras que Starbucks se considera un elemento de»lujo asequible», McCafé es visto como un elemento atractivo más amplio.
Por esto es poco viable que McCafé amenace a Starbucks; en cambio, Gevalia sigue siendo una amenaza, pese a todo el trabajo que le espera para crear conciencia de marca y cultivar una rica historia en el sector premium.
Claro que no hay que olvidar que Starbucks también trabaja por la diversificación de su cartera, y lo que antes era una empresa que sólo atraía a bebedores de café se ha transformado en una que atrae a cualquier consumidor sediento (o hambriento).
Y aquí está el cogollo de la cuestión, en un sector que, a pesar de su tamaño, obliga a las tres compañías -Kraft, McDonalds y Starbucks- a diversificarse y centrar sus esfuerzos en otros puntos que atraigan la atención del consumidor.
Fuente: ClubDarwin.NET
McDonald’s y los libros

Hace cosa de un mes Publishing Perspectives publicó una noticia que en España pasó casi desapercibida y de la que tuve conocimiento gracias a Josep Nieto: los establecimientos de McDonald’s en el Reino Unido empezarán a regalar libros infantiles. Así es como la cadena de comida rápida se convertirá en el mayor distribuidor de libros del país; en los próximos dos años se prevé que distribuya unos quince millones.
Parece que la campaña fue inspirada, al menos en parte, por un informe del National Literacy Trust relativo a la lectura infantil. Jonathan Douglas, director del NLT, comentó al diario británico The Telegraph (traducción del original inglés):
Nuestra investigación nos dice que existe una relación muy clara entre la poseer libros y el éxito futuro de los niños en la vida, por lo que es muy preocupante que uno de cada tres niños en el Reino Unido no tenga un libro, y la mitad de los niños no disfruten de la lectura. Iniciativas como la campañaMcDonald’s Happy Readers juegan un papel importante en poner más libros en manos de los niños y empuje a las familias a leer todos juntos como un pasatiempo divertido e interactivo.
McDonald’s en España, se encontraría con la Ley de Santiago y Cierra el Libro, que en su Capítulo IV, Artículo 9.8, dice lo siguiente:
8. Sin perjuicio de lo dispuesto en la Ley 7/1996, de 15 de enero, de ordenación del comercio minorista, los establecimientos comerciales que se dediquen a la venta al por menor no podrán utilizar los libros como reclamo comercial para la venta de productos de naturaleza distinta.
En España, hacer como en Reino Unido y regalar libros con los Happy Meal, es ilegal. McDonald’s puede regalar juguetes –o apps y juegos on-line– pero no puede regalar libros. Ignoro qué sacerdote cultural fundamentalista parió tal despropósito. Ignoro quién puede querer proteger al libro hasta asfixiarlo. Ignoro qué mal puede haber en usar el libro como regalo si lo que se consigue es fomentar la lectura. Es evidente que se regalan libros con los periódicos, pero como ambos forman parte del mismo tinglado –y de parecidos intereses- todo el mundo mira hacia otra parte.
Ampliar en: verba volant, scripta manent
Venezuela el país del mundo donde las Big Mac son más caras

El índice Big Mac que elabora regularmente la revista The Economist desde 1986 se utiliza para medir el poder adquisitivo por habitante (Purchasing Power Parity, PPP), de modo comparable con cualquier país.