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Artículos: Religión, ICAR, ética, embriones

Ética Embrionicista II

NOTA: seguimos despiezando el delicioso texto Algunas orientaciones sobre la ilicitud de la reproducción humana artificial y sobre las prácticas injustas autorizadas por la Ley que la regulará en España que acaba de publicar la LXXXVI Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española. La primera parte, aquí.

Antes de seguir, quería mencionar que el proyecto de la Ley sobre técnicas de reproducción humana asistida está accesible en la web del Congreso, , en sus diferentes versiones y con historia de las enmiendas y demás vida parlamentaria del mismo. (El texto del Diario de Sesiones del Congreso del 16/2/6 cuando se aprobó, en PDF). Ahora está pendiente de su aprobación en el Senado, tras haber sido aprobada en en el Congreso, con los votos en contra del grupo Popular y de Unió Democrática de Catalunya. Hay que recordar que cuando se debatió en el pleno del Congreso, a mediados de febrero, la Iglesia ya pidió a los "diputados católicos" que no apoyaran la ley (vid, por ejemplo, El Mundo 10/2/6).

5. El diagnóstico genético preimplantacional y la consiguiente selección de embriones sanos ¿es una técnica curativa o es, por el contrario, eugenésica? ¿Qué pasa con los llamados “bebés-medicamento”?

Al amparo de la Ley de 1988, ya era posible investigar qué embriones eran portadores de enfermedades hereditarias con el fin de desaconsejar su transferencia al útero materno para procrear. Con esta práctica, naturalmente, los embriones no son curados, sino desechados y eliminados. Sólo los eventualmente sanos son transferidos o congelados. Es decir, que se selecciona a los enfermos para la muerte y a los sanos para la vida o la congelación. El nombre que la ética reserva para esta práctica es: eugenesia.

La Ley que ahora se prepara legaliza nuevas formas de práctica de la eugenesia. Porque autoriza también expresamente este procedimiento “con fines terapéuticos para terceros”. Es lo que a veces se llama la producción de “bebés-medicamento”. Se trata de conseguir un niño que pueda actuar como “donante” compatible para curar a otro hermano suyo enfermo. Si inaceptable es ya el hecho de producir un niño, además, en este caso, como instrumento o medio en beneficio de otro, más grave es aún que todo ello se haga por el mismo procedimiento eugenésico antes descrito, es decir eliminando a los embriones enfermos o no compatibles para conseguir el nacimiento de uno sano y compatible.

Los planteamientos emotivos encaminados a justificar estas prácticas horrendas son inaceptables. Es cierto: hay que curar a los enfermos, pero sin eliminar nunca para ello a los sanos. La compasión bien entendida comienza por respetar los derechos de todos, en particular, la vida de todos los hijos, sanos y enfermos.

De nuevo, muchas de las afirmaciones son falsas de toda falsedad. La "eugenesia" pretende aplicar las tecnologías biológicas a la mejora de la especie, al menos esa es la acepción que tiene en castellano, refrendada en el DRAE. No es eugenesia eliminar los embriones que se identifiquen como peligrosos por conllevar posibles malformaciones. No es eugenesia seleccionar alguna característica del embrión -por ejemplo, la histocompatibilidad que podría hacer al ser humano derivado de ese embrión donante de un hermano, algo que permite la ley, expresamente en casos determinados y expresamente bajo protocolos de control médico y ético.

Por supuesto, la Confe es muy libre de mentir a sabiendas, pero "la ética" no reserva ese nombre a las prácticas que permite la ley. La mala leche de los autores del documento episcopal rezuma en todo el texto y, como antes con la mentira de los animales más protegidos, aquí emplean el odioso término "bebé-medicamento", que es simplemente otra mentira. Porque el niño que podrá nacer de esa selección embrionaria no es simplemente un medicamento, sino un hijo de sus progenitores. Un análisis ético debería tener en cuenta, además, que ese nuevo hijo podrá ser donante y salvar la vida de un familiar suyo. Por supuesto, la Confe es muy libre de negarse a ver ese bien objetivo y a valorarlo en relación a la técnica...

... pero el hecho de que se paren a mencionarlo evidencia lo endeble de su fundamentación. Si no es éticamente aceptable ningún tipo de artificialidad en la reproducción, como se afirmaba ya desde la introducción, ¿a qué esta preocupación adicional? Ellos mismos saben que hay que destruir, usando mentiras y medias verdades, cualquier posibilidad de que incluso sus fieles puedan entender que el dilema ético realmente tiene más facetas que el maniqueo totalizador que ellos quieren plantear.

Como se ve en la frase delirante del último párrafo: "hay que curar a los enfermos, pero sin eliminar nunca para ello a los sanos". Cuanta mentira y maldad hay en esa frase colocada deliberadamente después de la declaración de "horrendas prácticas". El lector desavisado encuentra ahí: eugenesia, bebés-medicamento, prácticas horrendas... en un batiburrillo deliberadamente distorsionado de lo que realmente se plantea. Qué asco, qué vergüenza da compartir ciudadanía con estos sujetos.

6. ¿Y la clonación de seres humanos? ¿La acepta ya la nueva Ley?

Cuando se conoció en 1997 que se había logrado producir una oveja clónica, casi todo el mundo reaccionó espantado ante la posibilidad de que esa técnica pudiera ser aplicada a los humanos. Porque se trata de producir mamíferos superiores por un método semejante a aquél por el que se reproducen algunos organismos inferiores de forma asexuada, es decir, por reduplicación de sí mismos. La oveja Dolly no tenía padres, porque era la réplica biológica casi exacta de otra oveja, en concreto, de aquélla de quien provenía el núcleo celular, con la correspondiente información genética, que se transfirió a un ovocito previamente liberado de su propio núcleo. Era un nuevo tipo de oveja que no era hija de nadie, sino copia de otra. ¿Se llegará a hacer lo mismo con los seres humanos?

Hemos de decir que, lamentablemente, el primer paso en esa dirección ha sido dado en el momento en que se ha comenzado a producir seres humanos en los laboratorios. El segundo, cuando las leyes que regulan esta producción, como la española de 1988, la han disociado completamente del matrimonio. No se respeta el derecho del niño a nacer de un padre y de una madre conocidos para él. Es más, para proteger el anonimato de los donantes de esperma, y eventualmente la independencia de la mujer sola que lo ha encargado para ella, la Ley prohíbe bajo graves sanciones que le sea revelada al niño producido en el laboratorio la identidad de su padre. Con estos dos pasos, la producción de niños va asociada ya al quebrantamiento lacerante de las relaciones familiares de paternidad/maternidad, de filiación y de fraternidad. Se producen niños a los que se conculcan sus derechos de filiación y de fraternidad. ¿Qué falta para que se dé un paso más y se llegue a producir niños clónicos, es decir, sin padre ni madre?

La Ley que se prepara en las Cortes apunta ya hacia lo que falta. Es cierto que, como Ley de Reproducción, no contempla la posibilidad de que lleguen a nacer niños clónicos, es decir, la llamada clonación reproductiva, pues la prohíbe expresamente. Pero, a diferencia de la Ley de 1988, no prohíbe la clonación “en cualquiera de sus variantes”, sino tan sólo la mencionada clonación con fines reproductivos. Con lo cual, es claro que permite otras “variantes” de clonación, en concreto, la llamada “clonación terapéutica”. Es lo que falta: ir acostumbrándose a que hay clonaciones de humanos que supuestamente son buenas. ¿Y qué cosa mejor que lo terapéutico, lo que cura? Será la anunciada Ley de Investigación Biomédica la que, al parecer, permitirá expresamente la clonación terapéutica y entonces, quiérase o no, se habrá dado el tercer paso y se habrá abierto la puerta también a la clonación reproductiva.

Porque la clonación llamada terapéutica, que esta Ley de Reproducción admite implícitamente, es ya una clonación de seres humanos. “Se trata, en efecto, de producir seres humanos clónicos a los que, además, no se les dejará nacer, sino que se les quitará la vida utilizándolos como material de ensayo científico a la búsqueda de posibles terapias futuras”. Es decir, que la injusticia de la llamada “clonación terapéutica” es doble: primero producir embriones clónicos y luego utilizarlos como material para investigaciones biomédicas.

Quienes justifican la eliminación de embriones normales obtenidos por fecundación in vitro no tendrían por qué hacer un especial esfuerzo para justificar la investigación con embriones clónicos. Sin embargo, se preocupan de buscar un lenguaje que haga de esa práctica algo más aceptable por dos motivos. Primero, para tratar de hacer ver que es una práctica que no tendría nada que ver con la clonación, porque ésta es todavía una palabra “sucia”, es decir, no de recibo para grandes mayorías. Y, segundo, para distanciarla de la polémica persistente en torno a la dignidad del embrión humano. Con la primera finalidad se trata de sustituir el término “clonación terapéutica” por el de “transferencia nuclear”. Con la segunda finalidad se sustituye la expresión “embrión clónico” por otras, como “nuclóvulo”, “clonote” u “ovocito activado”. En el lenguaje se juega siempre la primera batalla.

Se dice que cuando el óvulo no ha sido fecundado por una célula germinal masculina, o espermatozoide, sino “activado” por la transferencia del núcleo de una célula somática cualquiera, el resultado no sería propiamente un embrión, sino otra cosa, a la que se le dan nombres como los citados. Pero ¿es que de los óvulos fecundados de esta manera - ciertamente extraña - no nacerían seres humanos clónicos? ¿Por qué, si no, se prohíbe la clonación reproductiva? ¿No es justamente para evitar el nacimiento de tales clones? Los capaces de iniciar el proceso que concluye en el nacimiento de seres humanos clónicos son, cualquiera que sea el nombre que se les dé, embriones humanos clónicos. Por tanto, no cabe duda de que la nueva Ley de Reproducción abre la puerta a la producción de seres humanos clónicos.

¿De verdad que "casi todo el mundo reaccionó espantado" al conocer a Dolly? Debemos vivir en mundos muy diferentes de los ensotanados. En su tesis doctoral "Estudio del periodismo de información científica en la prensa de referencia: el caso español a partir de un análisis comparativo" del periodista científico Alex Fernández Muerza (responsable de Divulc@t - la tesis está alojada (PDF) en esas páginas) analiza, precisamente, el caso de Dolly en la prensa española (páginas 149 y ss). Y desde luego la realidad es muy diferente a la que pretenden contarnos. También es estúpida -por errónea- la explicación de que la clonación de una oveja era semejante al método "por el que se reproducen algunos organismos inferiores de forma asexuada". Wilmut estaría encantado de leer eso de su método de transferencia nuclear. Tampoco Dolly era "copia" de otra oveja, al menos no más de lo que un gemelo es copia de su hermano... una vez más retorciendo el lenguaje para insinuar "la horrenda práctica" de algo que realmente no es horrendo. Y sí puede ser práctico.

Una de las mejores iniciativas de esta nueva ley es clarificar que la investigación en clonación ha de tener un camino para avanzar, y así enmendar el error del PP. Hay que recordar que el principal objetivo de la reforma que promovió el gobierno del PP hace tres años fue precisamente cerrar el camino a la investigación con células madre embrionarias y a las investigaciones sobre clonación terapéutica. Imponía además una serie de limitaciones a la ley vigente desde 1998 simplemente por cabezonería y sumisión a la Iglesia Católica. Hay que recordar que el Comité Asesor de Ética del Ministerio de Ciencia y Tecnología se había mostrado favorable al uso de los embriones congelados, a pesar de lo cual, se fue adelante con el rodillo parlamentario. A pesar de que, como se lee en el documento de los obispos, esa ley ya era un "horrendo" ataque a la ética cristiana, entonces no hubo tanto revuelo. Es cierto (leo en Agea) que: "Ya ante la reforma de la Ley de 1988 y que culminó en la Ley aprobada en noviembre del 2003, el Comité Ejecutivo de la CEE, señaló que 'la reforma que el Gobierno piensa realizar –de la ley de 1988- es insatisfactoria (...) La ley reformada seguirá siendo injusta, porque continuará haciendo legalmente posible la producción de seres humanos y muchos de los males que acabamos de mencionar. Sin embargo, la reforma proyectada limitaría los daños que ya se están causando al amparo de la vigente ley de 1988 y, en este sentido, aunque muy insuficiente, tal reforma no resulta rechazable sin más'." Del tema hablaba en aquella época PJorge, explicando muy claramente esos errores del PP.

Volviendo al punto 6, tenemos más de lo mismo. No fundamente en ningún momento por qué crear un clon es algo intrínsecamente malo, o por qué éticamente se ha de reprobar tal posibilidad. Parecen olvidar que "lo natural" produce también clones, y los llamamos gemelos.

Es cierto, y en eso coincido en parte con el documento, que la diferenciación que hace la ley entre clonación terapéutica y reproductiva es algo artificiosa. Lo comentaba en la primera entrega. (Por si alguien tiene dudas: me parece que tan lícita es una como la otra; a los obispos les parecen ilícitas las dos, ahí radica la elemental diferencia). Tiene gracia que se preocupen tanto de la terminología usada cuando son ellos los que han estado jugando a manipular a lo largo de todo el documento con ese asunto. Pero, por concederles, hasta eso les concedo: la ley podía ser simplemente más clara y no cortarse tanto con el asunto de la clonación. Posiblemente han dejado el tema deliberadamente abierto para que se regule más concretamente en la futura Ley de Investigación Biomédica.

En el fondo, aunque nunca se declara, vuelve a subyacer la escolástica medieval sobre el alma y la concepción, y cómo podrían llegar a justificar la aparición del alma en el momento en que una transferencia nuclear activa un ovocito para convertirlo en el origen de una secuencia embrionaria. Teológicamente, tampoco sería demasiado problema, porque es cosa de decirle a Dios que trabaje un poco más y, aparte de estar insuflando almas cada vez que un espermatozoide y un óvulo se fusionan en el seno de una mujer, y cada vez que se produce una gemelación, que haga lo mismo en el laboratorio... Con ello, misterio teológico arreglado y sin problemas. Lo he dicho antes: es un serio problema para esta religión (y no hablemos de las otras "de libro", que ni se lo plantean) el poder dar cuenta de sus fundamentos cuando las tecnologías están manipulando estos niveles de los seres vivos. Y les va a costar rectificar porque en cuanto reconozcan la realidad científica de esta nueva ciencia, tendrán que dar un paso atrás enorme.

En un futuro posible, en el que casi de cualquier célula humana podría conseguirse un nuevo ser humano, ¿la protección eclesial debería extenderse a impedir que uno se corte las uñas, use la esponja o siquiera expectore? Todas esas células serían susceptibles de "producir niños".

Un último comentario: el asunto de la conculcación de los derechos de filiación y fraternidad que anuncian con miedo, ¿de dónde se los sacan? Cualquier ser humano que nazca tendrá una madre. Y lo mismo un padre, si la madre así lo desea. U otra madre. Estas preocupaciones son tan medievales... ¿no serán ellos los que, llegado el día, abominen de los sangresucias nacidos de las máquinas artificiales, frente a los puros engendrados a la antigua usanza, verdad? ¿No pretenderán insinuar que serían capaces de hacer algo así, verdad? Pues entonces que no se pongan tan apocalípticos.

Conclusión

Ciertamente, aun en medio de todos los logros técnicos, el comienzo de la vida humana sigue y seguirá ligado a las relaciones sexuales entre el varón y la mujer, que al unirse en el abrazo conyugal perfeccionan su unión de vida y amor y, al mismo tiempo, generan a los hijos, que reciben como regalo del Cielo. La procreación implica, por tanto, las relaciones justas entre los esposos en la práctica ordenada de la sexualidad, es decir, de la castidad conyugal, por la que el impulso erótico queda asumido e integrado en el amor verdadero. Pero la procreación implica, al mismo tiempo, la práctica ordenada de las relaciones justas entre las generaciones, es decir, de la virtud de la piedad, que regula las relaciones adecuadas entre padres e hijos. La piedad paterno/materna promueve y cultiva los derechos de los hijos y no tolera su conculcación. Ante todo, el derecho fundamental a la vida; pero también, el derecho a nacer de padres conocidos y a poder cultivar con ellos y con los hermanos la vida de familia.

Son estos deberes de piedad y de justicia los que están primariamente en juego en la procreación y los que se quiebran en la producción de niños. La Iglesia, al denunciar como ilícitas las prácticas de la reproducción artificial y los graves abusos contra la vida y los derechos de los hijos que van aparejados a ellas, desea promover ante todo la piedad y la justicia entre las generaciones. Si insiste en estas enseñanzas, aun a costa de cierta impopularidad, y si condena con especial severidad las prácticas abortivas, es porque no puede desistir del grave deber de defender los derechos de cada persona allí donde ésta se encuentra más débil y menos capaz de defenderse por sí misma, en particular, el derecho a vivir. Los no nacidos no son capaces de organizarse para defender sus derechos, ni de reclamarlos ante los tribunales, ni de votar contra los partidos que promueven leyes que los conculcan. Pero una sociedad que no es justa con ellos, no puede ser una sociedad solidaria y con futuro. La llamada sociedad del bienestar no es realmente solidaria con los pueblos más pobres de la tierra porque ha dejado de serlo primero con sus propios hijos. Es una sociedad éticamente enferma, que porta en ella misma los gérmenes de su destrucción.

Sin embargo, ellos, los no nacidos, son objeto del designio amoroso de Dios. Por eso, en último término, son personas con un valor cuasi absoluto: Antes de formarte en el seno materno, te conocía y antes de que salieras a la luz, te había consagrado (Jer 1, 5). La Iglesia anunciará sin descanso el Evangelio de la vida, la buena noticia de que la vida de cada ser humano es sagrada y tiene futuro, porque Dios no se olvida de ninguna de sus criaturas. La piedad, la justicia y el amor a la vida humana son posibles.


Al final, estamos como al principio. Resulta un poco paradójico que tras emplear los términos científicos para hablar de reproducción, y detallar incluso algunas de las técnicas reproductivas, suelten de repente que los hijos son "regalo del Cielo". Igual es que se les escapó la cosa, una nueva alusión al debate -suyo- de fondo, ese que antaño solucionaban imaginando el semen compuesto de homúnculos, personitas pequeñas que entraban dentro de la madre para empezar a crecer. El enorme desenfoque y falta de fundamento les lleva en su conclusión a desbarrar con sus presuntas piedades, castidades y demás. Dejo al lector el regocijo de leer las frases, que tiene su aquél.

Pero comentemos algo. Por ejemplo, eso del "derecho a nacer de padres conocidos". Este año se cumplen 300 de la fundación de la Casa de Misericordia de Pamplona, en donde los catoliquísimos próceres se dedicaron a dejar, entre otros, a sus hijos ilegítimos, negándoles, con el amparo de la ley divina y la humana, el derecho a conocer a sus verdaderos padres. Y esto hasta hace dos días. ¿Dónde estaba ese derecho que ahora parecen defender? Desde luego, muy mal tienen que estar sus eminencias si han de concluir soltando tamañanas barbaridades. Y falsedades: ellos son los primeros responsables de crear sociedades "éticamente enfermas". Esta Ley no lo hace, por más que ellos se empeñen en decirlo.

Invocar a los no nacidos es algo que tampoco es nuevo: en su guerra en contra del derecho de las mujeres a decidir su maternidad llevan años, y esta no es sino una derivación ultreya de lo mismo. Embrionismo o embrionicismo, fetismo... o fetichismo, quién sabe.

Lo más triste de todo, y de veras que ahora concluyo, es que en todo este discurso realmente olviden que estas técnicas proporcionarán a algunas mujeres la posibilidad de tener hijos suyos, de conseguir quizá salvar la vida del que ya tienen, teniendo además otro. Lo más siniestro es que nieguen que nuevas terapias puedan surgir de investigaciones que en ningún caso involucran a seres humanos. Lo más vergonzante es que pretendan, una vez más, el monopolio de la ética, ellos, precisamente, que tan poco respeto por los derechos y por el bien de todos han mostrado a lo largo de su historia.

Afortunadamente, a pesar del documento, la Ley saldrá adelante. Y espero que pronto pueda ser mejorada. Y, ojalá, un día los católicos se den cuenta de que esta carrera que llevan en contra de derechos ciudadanos, de la sanidad pública, del progreso y la democracia, sólo les lleva a darse contra el muro que están levantando. Volviendo al principio, ya lo dije, si es que el padre Martínez Camino es la hostia.
2006-03-31

Addendum: Enlace a la primera parte del artículo.