Alimentos sin gluten no son más sanos

Toca Comer. Alimentos sin gluten no son más sanos. Marisol Collazos Soto, Rafael Barzanallana

La vida sin gluten no es barata. La Federación de Asociaciones de Celiacos de España (FACE) calcula que este año las familias con al menos un miembro que padezca intolerancia a esta proteína (presente en cereales) gastarán una media de 1.586,40 euros más que los hogares en los que no haya ninguno. Pese a este sobrecoste, cada vez son más las personas que compran productos con el sello Sin gluten por defecto, aunque no sufran intolerancia. Es una tendencia —avivada por actrices, cantantes y otras celebridades— que ha eclosionado en los últimos dos años: dieta sin gluten para adelgazar, para sentirse más ligero o más sano.

“Existe un número creciente de consumidores que no tienen un diagnóstico de intolerancia a los alimentos, pero consideran que su salud general mejora con la omisión de determinados ingredientes alimentarios como el gluten”, afirma un sondeo de la consultora británica Letherhead Food realizado en varios países europeos, entre ellos España. Y en EE UU, una encuesta publicada el año pasado por el grupo de estudios de mercado NPD concluía que el 30% de los adultos de ese país han dejado o intentan dejar de comer alimentos con gluten. Un porcentaje que contrasta con la tasa real de celiacos, que ronda el 1%.

Lo extraño es que esta creencia no tiene fundamento científico. “El gluten no engorda. Y evitarlo no solo no ayuda a adelgazar ni es más saludable si no se padece intolerancia, sino que además puede provocar carencias nutricionales en el organismo”, advierte la doctora Irene Bretón, miembro del área de nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). “No tiene ningún sentido retirarlo de la dieta por defecto. No aporta ningún beneficio y además no es fácil ni barato comer sin gluten, como bien sabe un celiaco de verdad. Y hay que compensar con otros alimentos las carencias que implica retirar ciertos productos, como la falta de fibra”, añade.

El proceso de demonización del gluten ha avanzado en paralelo a otro fenómeno muy relacionado: la fiebre de los test de intolerancia alimentaria. Son pruebas que detectan, supuestamente, qué alimentos no son bien digeridos por una persona y, también supuestamente, pueden causar síntomas como obesidad, dolores de cabeza, ansiedad, problemas respiratorios, fatiga y hasta depresión. Las hay que analizan la sangre, otras el ADN y otras funcionan por biorresonancia. Su precio va de 100 a 300 euros y se ofrecen en clínicas de estética, centros de adelgazamiento, parafarmacias y, sobre todo, en páginas web.

Pero esta creencia tampoco tiene ningún fundamento. “No hay evidencia científica que demuestre una relación causal entre la intolerancia a un alimento y cuadros clínicos como la obesidad o las cefaleas. Ni siquiera podemos afirmar que estas pruebas de intolerancias sean útiles. Los únicos diagnósticos científicos que podemos hacer con los conocimientos actuales son la intolerancia a la lactosa y al gluten. Los demás son hipotéticos”, afirma Belén de la Hoz, presidenta del comité de alergia a los alimentos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC)

Artículo completo en: ElPaís.com

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