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Archivo mensual: julio 2016

Petición para poner fin a las falsas terapias

Sigue adelante la petición iniciada por Julián Rodríguez para que se creen las normas y leyesnecesarias para que se evite la práctica de supuestas terapias de carácter pseudocientífico.

Su hijo Mario abandonó su tratamiento médico contra la leucemia para acogerse a una pseudoterapia, recomendada por una persona que se hizo pasar por especialista en medicina naturista y ortomolecular, y que que aseguraba ser capaz de curar el cáncer con vitaminas. A partir de entonces, Julián está luchando en distintos frentes, tanto para que se haga justicia en el caso de su hijo, como para evitar que esto pueda ocurrir a otras personas. Fundó laAsociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP), y puso en marcha esta campaña de recogida de firmas, que se encuentra en:

https://www.change.org/p/con-la-vida-no-se-juega-pongan-fin-a-las-falsas-terapias-a-mi-hijo-mario-le-cost%C3%B3-la-suya?recruiter=311478429&utm_source=petitions_share&utm_medium=copylink

La asamblea de socios de ARP-SAPC celebrada en 2016 en Valencia decidió otorgar a Julián Rodríguez el premio «Mario Bohoslavsky» por su lucha contra las pseudoterapias.

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Los mecanismos de la manipulación

Publicidad-Subliminal-La publicidad subliminal no tiene efecto alguno, pero la forma de pensar de quienes nos rodean sí termina por condicionar nuestra propia manera de ver el mundo.

La historia y la literatura, así como algunos espacios de la teoría meramente especulativa, están llenos de ejemplos de control de la conducta y la mente de las personas. Pocas cosas son tan temibles como la idea de que alguien nos obligue a hacer algo contra nuestra voluntad, especialmente si no lo hace mediante la amenaza y la coacción, sino mediante mecanismos sutiles que operen sin que nos demos cuenta.

Le tememos así a la capacidad de la publicidad, a veces sin darnos cuenta de que si fuera tan efectiva como algunos gustan de presentarla, solo habría una marca o variedad de los productos que consumimos. No habría competencias por calidad, precio, diversidad, sabores, presentaciones, colores y demás… la publicidad todopoderosa bastaría. El mito de la publicidad alcanza su más alto punto con el concepto de la ‘publicidad subliminal’, un fenómeno que no existe, basado en un experimento ficticio del que informó un investigador de mercados llamado James Vicary en 1957. Cuando se trataron de replicar los resultados que inventó, fue imposible. Nunca se ha probado que exista la publicidad subliminal. Y sin embargo, nos preocupa.

Aunque no sea una ciencia exacta, afortunadamente, sabemos que sí es posible manipular a grandes grupos de personas aprovechando algunos aspectos de nuestro comportamiento, especialmente el social. En los años cincuenta, por ejemplo, el psicólogo experimental Solomon Asch demostró que la gente puede dar respuestas que sabe que son falsas bajo la presión de sus pares en un grupo, o de una figura de autoridad. Su experimento original es inquietantemente sencillo: se muestra a un grupo de ocho personas una tarjeta con una línea impresa y otra tarjeta con tres líneas, una igual a la primera, otra notablemente más pequeña y otra notablemente más grande. Siete de esas personas eran cómplices del experimentador y daban, todas concertadamente, una respuesta equivocada. Cuando tocaba el turno a la octava persona, la única que realmente era un sujeto experimental, empezaba dando la respuesta correcta y mirando con incredulidad a sus ‘compañeros’… pero al cabo de varios ensayos, la octava persona empezaba a ‘conformarse’ y a dar la misma respuesta obviamente incorrecta que los demás.
Era como si su calidad de ser social le hiciera seguir la corriente a la mayoría para no desentonar. Algo no muy distinto, podría pensarse, de las identidades sociales que se forman en la adolescencia.

El ‘pensamiento de grupo’, mediante el cual se conforman grupos de opiniones similares, o el ‘efecto arrastre’ como el que tiene la moda, que desata una reacción social en cadena, son formas en las que nuestro entorno nos hace actuar, pensar y opinar de modo distinto del que asumiríamos de modo individual.

En ese sentido, uno de los experimentos más desasosegantes es el conocido como ‘La tercera ola’, un ejercicio de enseñanza de la historia del nazismo a nivel de instituto que se convirtió en la radiografía de una pesadilla y en una advertencia escalofriante.

… …

Artículo completo en: [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE]

El experimento de las cartas perdidas

Noticias criminología. El experimento de las cartas perdidas. Marisol Collazos Soto. Criminologia, ciencia, escepticismo

Una mañana de 1963 Ron Smith, natural de Connecticut (EE.UU.), se levanta por la mañana a comprar en el supermercado. Cuando sale de su casa se encuentra en el suelo de la calle una carta con sello dirigida a los amigos del partido nazi. La carta tenía dirección y parecía que se le había caído al cartero en algún momento. Smith la recoge y se dirige hacia al super. Por el camino se encuentra con un vecino que le cuenta extrañado que se encontró en el suelo una carta, en este caso dirigida a los amigos del partido comunista con dirección incluida. Smith y su amigo no serían los únicos. Ese día muchos habitantes del pueblo estaban formando parte de un experimento sin saberlo.

Imagina que estas en tu barrio y que te encuentras una carta de este tipo. ¿Qué harías? ¿Y si fuera dirigida a la comunidad científica o a la investigación médica del cáncer? Sea cual sea tu respuesta, es muy posible que esté condicionada. Precisamente por ello se puso a prueba el experimento que se llamó las cartas perdidas.

Las cartas perdidas

Esa mañana de 1963 muchos de los habitantes de la pequeña ciudad de New Haven, Connecticut, se enfrentaron al dilema de las cartas. Todas estaban repartidas estratégicamente por el pueblo, 400 cartas en el suelo con dirección y sello, dando la sensación a aquel que las encontrara que se le habían caído a alguien por el camino.

Evidentemente, los transeúntes no tenían ni idea de lo que contenía cada una de las cartas, simplemente se habían caído, y a partir de ahí y tras ver a quién iban dirigidas, debían actuar según sus instintos.

En otro lado de la ciudad un grupo de estudiantes de Yale estaban reunidos tras haber madrugado. Ellos se habían recorrido las calles del pueblo para colocar deliberadamente las cartas por la ciudad: en las calles, en el interior de las cabinas de teléfonos, en la entrada a las tiendas e incluso en los cristales de los coches… cualquier sitio que fuera evidente que se iban a ver. También tuvieron en cuenta distribuirlas bien, de manera que fuera difícil que una persona encontrara dos.

De hecho, de ser así, se habrían dado cuenta de que, aunque los nombres de los destinatarios eran diferentes, la dirección era siempre la misma: P.O. Box 7147, 304 Columbus Avenue, New Haven 11, Connecticut.

Y esa dirección llevaba ni más ni menos que a la casa que había alquilado el ideólogo de este curioso experimento: el psicólogo Stanley Milgram. Quince días después de distribuir los sobres, lotes de 100 cartas a cada uno de los cuatro destinatarios escritos, a Milgram le llegaron 25 del Partido Nazi, 25 del Partido Comunista, 72 para la Asociación de Investigación Médica y 71 para un nombre al azar de un supuesto ciudadano.

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Artículo completo en: Gizmodo

De científicos y charlatanes

Un niño desmonta las falacias de los antivacunas

Jesucristo, únicamente un pobre iluminado adicto a las drogas

Noticias criminología. Jescucristo y drogas. Marisol Collazos Soto. Criminologia, ciencia, escepticismo

Es de sobra conocido que desde la noche de los tiempos todos los chamanes han utilizado diversos psicotrópicos extraídos de las más diversas plantas para acercarse a (o más bien inventar) la divinidad. Lo que quizás ya no sea tan conocido es que muy probablemente el más que famoso Jesucristo haya sido uno de estos adictos a la drogadicción espiritual.

La palabra Cristo significa «el ungido» y el «crisma» es un tipo de aceite aromatizado que en Israel se fabricaba exclusivamente para uso sacramental de los sacerdotes judíos con una mezcla de aceite de oliva y diversas plantas aromáticas como mirra, canela, casia y «caña aromática».

Ahora bien caña aromática es la traducción de la palabra hebrea «Kaneh bosem» que tal y como demostró la antropóloga polaca Sula Benet es nada más y nada menos que el famoso cannabis, planta más que conocida desde la más remota antigüedad y que contiene tetrahidrocannabinol, un potente psicoactivo capaz de modificar el estado anímico y de alterar las percepciones, de tal manera que no es descabellado pensar que gran parte de las visiones narradas por la Biblia de todos los profetas, sacerdotes y demás iluminados judíos, incluido por supuesto el más que adorado Jesucristo fueran, como en el caso de los viajes en escoba de las brujas de la Edad Media con su ayuda micológica, el simple resultado de un divino colocón de cannabis.

Porque analizando fríamente la cuestión de la religión es más que patético que la Humanidad haya perdido el tiempo (y muchas veces la vida de millones de personas) interpretando lo que más que probablemente es el explosivo resultado de problemas mentales de individuos claramente desequilibrados aderezados con las más diversas drogas de origen natural.

Fuente: Diario de un ateo

Adiós a Dios: Ateismo para todos

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