Papierflieger-Maschinenpistole es un cañón que dobla hojas de papel automáticamente para darles forma de avión, y los lanza al aire. Está construido con material de ferretería, un destornillado eléctrico y piezas fabricadas con una impresora 3D.
El creador de semejante engendro es Dieter Michael Corona, autor de papierfliegerei.de y de este canal de YouTube. La buena noticia es que pretende pedirá ayuda mediante crowdfunding para fabricar este cañón en serie.
Fuente: The Awesomer
En EE.UU., cada día 87 personas son víctimas de accidentes relacionados con armas (ya sean homicidios o suicidios). De estas 87 personas, ocho son menores de edad. Además, otras 179 personas al día son heridas por culpa del uso indiscriminado de armas, lo cual pone de manifiesto la necesidad de poner freno a esta situación.
Para conseguirlo, pusieron en marcha un concurso en el que participaron 200 personas y hubo 15 ganadores. El primer puesto se lo llevó Kai Kloepfer, un adolescente de 17 años de edad de Colorado. El prototipo que desarrolló este chico consiste en un arma de fuego (fabricada utilizando una impresora 3D). La peculiaridad es que se trata de un arma inteligente, ya que únicamente se desbloquea al encontrarse en manos de su propietario. Para ello, este chico -que ha desmotrado una enorme cantidad de conocimientos- ha integrado un sensor biométrico en un arma de fuego, requiriendo la huella dactilar del usario para desbloquearse. Si no reconoce a la persona, la pistala no podrá ser utilizada. Esta pistola puede almacenar hasta 999 huellas dactilares (esta información es almacenada en el arma y no en la nube, lo que reduce las posibilidades de hackeo). El sensor biométrico es capaz de reconocer las huellas dactilares de los usuarios con un 99,99% de precisión.
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Una pareja de sexagenarios que fabricaron falsos detectores de bombas, y los vendieron en Oriente Medio ha sido declarados culpables de fraude.
Sam Tree y su esposa, Joan, hicieron los dispositivos falsos en el jardín de su casa en Dunstable en Bedfordshire.
La pareja había negado el fraude en el juicio de Old Bailey alegando que creían que su dispositivo, fabricado en un cobertizo, operaba correctamente.
El coste del dispositivo que se elaboraba por sólo unas pocas libras, se vendía hasta por £ 1,171 ($ 2000).
Constaba de una antena con un mango en el que se insertaba una tarjeta. La tarjeta estaba supuestamente programada para detectar diferentes sustancias.
Pero los detectores, conocidos como Alpha 6 y comercializados a través de su empresa Keygrove, sólo eran cajas de plástico con una antena atada a ellos y trozos de papel roto–en el interior.
También afirmaron que el dispositivo podría ayudar a la policía a encontrar niños desaparecidos como Madeleine McCann.
En una de las cajas fue encontrada una fotografía de la desaparecida Madeleine, cortada en trozos en el interior.
Hay quienes desmontan electrodomésticos y con sus piezas crean armas, como es el caso del ucraniano Kreosan con el magnetrón de un horno microondas, que ha sujetado a un palo, usando una lata metálica como antena direccional. Con esta rudimentaria (y hasta cierto punto ridícula arma), sin embargo, no solo consigue crear interferencias en una radio o encender luces a distancias. También hace explotar alguna cosa.
Target, uno de los principales distribuidores de EE.UU., ha pedido respetuosamente a sus clientes que se abstengan de entrar armados en sus tiendas.
Según John Mulligan, presidente de la empresa, ver a personas portando armas en sus establecimientos contradice la experiencia familiar que propone la enseña.
No obstante, Target no ha especificado cómo controlar a los clientes que hagan caso omiso a su petición.
Lo cierto es que la cadena se ha visto inmersa en un debate sobre las armas en los últimos meses que le ha llevado finalmente a esta decisión. De hecho, hay un grupo, «Madres que Exigen Acciones por Armas con Sentido«, que lanzó una petición pública para que Target impide a sus clientes entrar con armas en las tiendas.
«Fue terrible ver las imágenes de personas cargando fusiles de asalto en los mismos pasillos donde hacemos compras para los niños, como pañales y juguetes», ha dicho la fundadora del grupo Shannon Watts.
Una de las ilustraciones más curiosas y repetidas a partir del siglo XV es la que representa a un hombre de todas las posibles formas en que puede ser herido durante una batalla o por accidente. Se cree que la primera ilustración de este tipo fue realizada por Johannes de Ketham en su libro Fasciculus Medicinae (impreso en 1491), aunque la que ves aquí arriba, de Claudius Pseudo-Galenus, puede ser anterior.
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José Luis del Toro Estrada no era el integrante típico del cártel de Los Zetas: no utilizaba armas para controlar un territorio dado ni se encargaba de traficar distintos tipos de mercancía. A pesar de ello, su trabajo fue la piedra angular para el crecimiento del cártel mexicano. “Él no era un asesino. Era un geek, un técnico”, dice un ex agente federal de narcóticos de Estados Unidos en entrevista con la revista Popular Science. Tanto así que ése mismo era su apodo: Técnico.
El gobierno federal no pensaba quedarse atrás: el mismo año que Técnico comenzó a formar su red de radiotransmisión, la Procuraduría General de la República, a través de la distribuidora mexicana Segtec, compró a la empresa Global Technical LTD un aparato con el nombre de GT200. Este dispositivo, cuyo costo individual supera los 400 mil pesos, llegó como un festín en tiempos de hambruna: un detector molecular de uso fácil que prometía localizar armas, drogas y explosivos. Tan grande era su promesa que para 2010 la Secretaría de la Defensa Nacional había adquirido más de 700 de estos aparatos. Los GT200 hacían su parte en la lucha en contra del narcotráfico, distinguiendo a los criminales del resto de los ciudadanos. Pero para la mala suerte del gobierno mexicano, el GT200 no era más que un fraude. Uno muy fácil de descubrir.
El detector molecular consiste de una pequeña caja del tamaño de una cartera –llamada lector de tarjetas– de la cual sale un tubo por el que se sujeta. De su extremo sale una antena, parecida a las que utilizan todavía algunos televisores, cuya función es indicar dónde se ocultan los gramos de cocaína, cuernos de chivo o granadas. No utiliza baterías ni debe conectarse a ninguna fuente de poder para funcionar. He aquí el error. Es físicamente imposible que un aparato que no trabaja con energía, y no puede enviar ninguna señal, detecte materia (como drogas, armas y explosivos) que tampoco envía señales hacia él.
Según la Secretaría de Educación Pública de México, cualquier persona que haya terminado la secundaria debió de “avanzar en la comprensión de las propiedades de la materia y sus interacciones con la energía, así como en la identificación de cambios cuantificables y predecibles”. Es decir, cualquier mexicano que haya terminado la secundaria debió ser capaz de desenmascarar al GT200 como un fraude y saber que se basa en el mismo funcionamiento que tiene la Ouija: los movimientos azarosos del pulso de una mano.
En octubre de 2011 los investigadores Luis Mochán y Alejandro Ramírez, del Instituto de Ciencias Físicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, realizaron un peritaje al GT200 y expusieron el timo. “En cierto sentido, el problema no es con este aparato”, mencionó en su momento el doctor Mochán a la Asociación de Ciencia de Morelos, “sino con el hecho de generar una cultura científica, de recurrir a la ciencia y apoyarse en ella cuando se necesite”. Y es que el mecanismo del aparato es inverosímil; en realidad está hueco y ni siquiera hay un intento por aparentar que posee un funcionamiento real. Lamentablemente, para estas fechas ya se habían autorizado más de 1250 cateos ilegales a causa del detector molecular. Para el indígena mixteco Ernesto Cayetano, por ejemplo, haber sido señalado por la antena del GT200 le valió la prisión. Gracias al peritaje de Mochán y Ramírez, Ernesto salió libre y los creadores de este diabólico aparato ahora se encuentran presos en Inglaterra, donde se ubica su compañía.
Pero no basta con que los científicos acusen al GT200 de fraude. Por eso, Luis y Alejandro idearon un experimento. Para saber si el detector realmente encuentra drogas o armas o si sólo mueve su antena según lo que dicte la mano de su operador, es necesario que el mismo operador y el observador (en este caso, los investigadores) no influyan en la medición hecha por el aparato. Este tipo de experimentos se conoce como “doble ciego”. Luis y Alejandro, con la ayuda de operadores oficiales del ejército mexicano, dividieron el experimento en dos etapas: una de calibración y otra de búsqueda.
En la primera, un soldado encargado de colocar una muestra –un paquete de anfetaminas o un paquete con cuatro balas– elegía una de ocho cajas idénticas colocadas dentro de un salón de baile vacío, propiedad de la Academia Mexicana de Ciencias, y escondía la muestra dentro de ella. Otro soldado, encargado de operar el GT200, entraba al salón de baile a sabiendas de cuál caja contenía la muestra. Este experimento se repitió ocho veces y, en cada una de ellas, la antena del GT200 señaló la caja correcta. El detector parecía funcionar a la perfección.
La segunda etapa pondría a prueba al detector. De nueva cuenta, el primer soldado colocó una muestra dentro de una de las ocho cajas que había dentro del salón de baile y salió del recinto. El operador, con su GT200 en mano, entró al salón, pero ahora sin saber en cuál caja estaba la muestra. Tras repetir este experimento 20 veces, el detector sólo señaló la caja correcta tres de ellas, y fue entonces que se descubrió el engaño.
Los Zetas, un grupo de ex militares entrenados y formados en México sólo necesitaron de un Técnico para montar una de las redes de comunicación más eficientes y con el mejor costo-beneficio que cualquier organización, criminal o no, ha instalado en el país. El gobierno, en cambio, gastó más de 280 millones de pesos en un timo de dimensiones diabólicas.
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En una época en la que no existían herramientas para contemplar los entresijos del cuerpo humano sin la obligación de apartar la carne, el hecho de que un cazador canadiense de diecinueve años llamado Alexis St. Martin recibiera un disparo en el estómago fue aprovechado por William Beaumont para describir cómo funcionaba la digestión humana en directo.
Beaumont era cirujano del ejército norteamericano, y una mañana de junio de 1822 fue llamado para tratar a St. Martin de una aparatosa herida en el abdomen provocada por un disparo accidental de escopeta. La herida era muy profunda, pero, tras un largo período de convalecencia, St. Martin sobrevivió.
La suerte para Beaumont es que a St. Martin le quedó un agujero permanente en el estómago, tal y como explica Jennifer Ackerman en el libro Un día en la vida del cuerpo humano:
tenía que conectarse una especie de válvula en el estómago del tamaño de un dedo índice para que los alimentos no le rezumaran durante las comidas. El agujero permitió a Beaumont observar el interior del estómago de St. Martin hasta una profundidad de cinco o seis pulgadas (12-15 cm) y desarrollar más de un centenar de innovadores experimentos sobre el funcionamiento del estómago, sus secreciones y el proceso de la digestión.
En 1833, el doctor William Beaumont publicó su libro “Experimentos y observaciones de los jugos gástricos y la Fisiología de la Digestión”
Fuente: xatakaCIENCIA
Licencia CC
La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) de México descartó el uso de los detectores moleculares de droga y armas GT-200, tras comprobar la falsedad de más de 700 equipos adquiridos por unos 16 millones de dólares.
Según www.criteriohidalgo.com, tras la compra fallida de detectores moleculares que resultaron falsos, la Sedena busca ahora embodegarlos, definitivamente. Se trata de 742 equipos conocidos como GT-200, que se compraron en el sexenio pasado (Presidencia de Felipe Calderón, de 2006 a 2012) para combatir al crimen organizado.
Este aparato fue defendido por la Sedena, desde 2007, cuando compró 126 equipos a 27 mil dólares cada uno. Tanto fue su convencimiento, que en 2008 adquirió otro lote de 395 detectores, y para 2010 solicitó otros 221, solo que estos últimos dos pedidos costaron 34 mil 800 dólares cada uno. En total, la institución erogó unos 16 millones de dólares por los equipos que presumían detectar casi todo, desde armas y drogas (más de 300 sustancias), hasta cadáveres, sobre y bajo la tierra, sumergidos en el agua, e incluso en aviones y helicópteros en vuelo.
“Se hace de su conocimiento que personal de este instituto armado no sigue utilizando los detectores moleculares GT-200 (…) por el momento fueron concentrados en los almacenes generales”, expuso la Sedena en una respuesta de información, recientemente.
En 2010, la cadena británica BBC presentó un reportaje en el que desarmó un GT-200 y encontró que no tiene ningún componente. El inglés Gary Bolton, fundador de Global Technical, la empresa que comercializó el producto, fue acusado formalmente de dos cargos de fraude en julio de 2012, y sentenciado a siete años de cárcel.
El 29 de agosto de 2012, la Corte atrajo el caso de dos mujeres veracruzanas que viajaban en un autobús y fueron detenidas por militares que les aplicaron el detector GT-200. Un juez federal las liberó después, tras señalar que existían serias dudas sobre la validez científica de los aparatos.
En marzo de 2011, el entonces presidente de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), Arturo Menchaca, declaró que el GT-200 es una burla, pero el Ejército defendió sus presuntas bondades todavía en ese momento.
El actual comandante de la 11 Región Militar, con sede en Torreón, Coahuila, el general Augusto Moisés García Ochoa, fue el responsable de las adquisiciones de la Sedena, mientras fungió como director general de Administración de la dependencia.
Fuente: Infodefensa
Según cuentan en la BBC, un ataque químico como el ocurrido en Siria no provoca lesiones físicas externas, ni quemaduras en la piel, pero sí signos de asfixia y dificultad respiratoria, llegando a dejar una tonalidad rosada-azulada en la piel. Además, dejan algunos signos post mortem bastante característicos, como bien explica el excomandante Hamish Bretton-Gordon, de las Fuerzas Británicas contra el Terrorismo Químico y Biológico :
“Algunos de los síntomas, como la boca abierta, la mirada de muertes esculturales, son muy similares a lo que vimos en Halabja (el ataque con armas químicas que en 1988 Saddam Hussein lanzó indiscriminadamente para dar una lección a sus habitantes kurdos) donde miles de personas murieron por gas nervioso”,
“Algunas de las imágenes del vídeo muestran a personas temblando, con las pupilas contraídas; sinónimos de algún tipo de agente químico”
Para los expertos, el posible agente químico usado en Siria parece ser el agente nervioso Sarín, más tóxico aún que el gas mostaza (otro agente químico que posee Siria en gran cantidad). E incluso podría existir otra sustancia mucho peor llamada gas VX.
Por un lado, el gas mostaza se caracteriza por provocar conjuntivitis, quemaduras en la piel, dolor de garganta, tos, susceptibilidad a infecciones e incluso neumonía. Como hemos señalado al principio, en el último ataque en Siria no existen lesiones externas, por lo que este tipo de agente químico se descarta.
Pero, por otro lado, tenemos el gas Sarín, hasta 20 veces más mortal que el gas mostaza e imposible de detectar, ya que carece de olor, sabor o color. Este gas ataca directamente al sistema nervioso causando un fallo respiratorio y la muerte en pocos minutos. Eso si, incluso las exposiciones leves causan síntomas, como irritación de los ojos, secreción nasal, visión borrosa, babeo, tos, presión en el pecho, diarrea, confusión, mareos y náuseas (todos ellos síntomas detectados en algunas víctimas en Siria, gracias a los vídeos que han circulado por la Red).
Finalmente, el gas VX es el peor de los tres, un agente nervioso conseguido con la mezcla de los dos anteriores, que causa quemaduras, sudoración, irritación, espasmos musculares, rinorrea, presión en el pecho, dolor de cabeza, náuseas, vómitos y pérdida de la coordinación, entre muchos otros síntomas.
Eso sí, parece que los expertos no acaban de creer que lo ocurrido en Siria sea un ataque químico, ya que las personas que están tratando a los individuos que han tenido un contacto leve con este gas no utilizan ningún tipo de protección, y aún asi parece que no se contaminan ni presentan síntomas, cosa que si debería pasar si se han usado armas químicas (muy contagiosas).
Ampliar en: Medciencia
En el video (GT-200, EN LA MIRA) puede verse a un militar con un aparato de plástico provisto de una antena, caminando en un galerón que contiene ocho cajas blancas colocadas en el suelo, en línea recta. Una de éstas contiene estupefacientes y cartuchos, pero el uniformado no sabe en cuál. El artefacto es un detector molecular que supuestamente localiza drogas, armas y explosivos. Sus creadores lo comercializan con el nombre de GT200; los soldados lo llaman la ouija del diablo.
Cuatro cámaras registran los movimientos del operador, quien camina despacio a un costado de la hilera de cajas. Llega al final de la fila. Se detiene. Regresa lentamente al punto de partida. Otra pausa. Empieza otra vez. Así lo hace en dos, tres, cinco, siete intentos… Y nada: el aparato no vira en dirección de ninguna de las cajas.
Durante el octavo intento, el militar se detiene entre las cajas 5 y 6. Respira. Cruza con lentitud entre ambas. Intenta de nuevo. Dos, tres, cuatro veces más. La antena del aparato apunta a la caja 3. Error. La muestra prohibida estaba en la caja 5.
Este experimento, realizado el 21 de octubre de 2011 en la Academia Mexicana de Ciencias, a petición de un juzgado de Cuernavaca, Morelos, se repitió en 20 ocasiones. Sólo hubo tres aciertos.
El objetivo del ejercicio era demostrar la eficacia del detector molecular GT200, usado en la búsqueda de explosivos, armas y drogas. Para ello se escondieron, sin que el militar lo atestiguara, mil 630 cápsulas de Itrabil con Clobenzorex, 33 cápsulas de Obeeclox con Clobenzorex, 3 cartuchos calibre 9x19mm y uno calibre 38 en una sola caja.
EL UNIVERSAL obtuvo una copia del video que demuestra que el detector molecular GT200 es ineficaz para detectar drogas y armas. Sin embargo, la empresa inglesa que lo comercializa, Global Technical LTD, sostiene que, a través de unas tarjetas tipo Ladatel que se meten al equipo, su detector localizaba en un máximo de 20 segundos, a 4 kilómetros de distancia desde el aire, además de narcóticos y explosivos, seres humanos vivos, cadáveres, tabaco, dinero en efectivo, uranio, venenos, marfil…
Este video, que forma parte del único peritaje científico de campo realizado en México al GT200, está siendo utilizado ahora mismo en un juicio por fraude que se le sigue en Londres, Inglaterra, a los creadores de estos aparatos.
El peritaje realizado en la Academia Mexicana de Ciencias demuestra que los empresarios ingleses que crearon la ouija del diablo defraudaron al gobierno federal mexicano y a 27 gobiernos estatales al venderles 1112 equipos, por los que se pagaron unos 450 millones de pesos, según información obtenida a través del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI).
Los artefactos fueron comprados entre 2004 y 2012, y han sido utilizados en retenes militares, operativos policiacos y otras tareas de seguridad por una decena de instituciones federales, entre las que están las secretarías de la Defensa Nacional (Sedena) y Marina (Semar), Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Procuraduría General de la República (PGR).
Los “señalamientos” del GT200 han sido motivo para encarcelar inocentes, como Ernesto Cayetano, un mixteco que estuvo preso en Coatzacoalcos, Veracruz, y Juanita Velázquez, quien permaneció dos años en el penal de Atlacholoaya, Morelos. Ambos fueron liberados al comprobarse la ineficacia del aparato.
Ampliar en: EL UNIVERSAL.mx
El millonario británico James McCormick podría acabar en la cárcel. El tribunal penal de Old Bailey, en Londres, le ha encontrado culpable de fraude por la venta de falsos detectores de bombas a un precio que oscila entre 11000 y 40000 euros la unidad. Los inútiles dispositivos, basados en los principios del zahorismo, han sido adquiridos en los últimos años por cuerpos de policía y ejércitos de países como Irak, Arabia Saudí, Bélgica y México. Irak, por ejemplo, compró desde 2008 miles de unidades del ADE 651 para el control policial de explosivos, con el resultado que todos conocemos.
A partir de sus componentes, cabía deducir que los dispositivos eran un timo, que se trataba de simples varillas de zahorí disfrazadas de equipos de alta tecnología. Funcionan “según los mismos principios que la ouija”, ironizaba hace cuatro años en The New York Times el teniente coronel retirado Hal Bidlack, de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Para Dale Murray, jefe del departamento de los Laboratorios Sandia que prueba dispositivos militares, tenían la misma efectividad a la hora de detectar bombas que cualquiera por azar. Y las más sencillas pruebas experimentales lo demostraron.
Artículo completo en: Magonia
Cody R. Wilson, de 25 años, es un estudiante de derecho en la Universidad de Texas que está trabajando en laconstrucción de armas semiautomáticas utilizando una impresora 3D. Wilson empezó a ganar relevancia y a darse a concoer después de que subiera un vídeo en Indiegogo demostrando qué intenciones tenía con su recién adquirida impresora Stratasys 3D (una impresora que Stratasys le arrebató más tarde).
Fuente: eldiario.es CC
El principal asesor científico de la Convención de Armas Químicas denuncia espeluznantes agujeros que permitirían ataques químicos y biológicos contra la población.
El químico noruego Leiv Sydnes recuerda perfectamente el 22 de julio de 2011. Aquel día, “un loco” que se creía un caballero templario, Anders Breivik, colocó un coche bomba frente a la oficina del primer ministro noruego en Oslo y mató a ocho personas. Inmediatamente después, disfrazado de policía, acudió a la isla de Utoya y disparó a todo lo que se movía en el campamento de verano de las juventudes del Partido Laborista de Noruega. Murieron otras 69 personas.
“A Breivik le llevaron a domicilio todo lo que necesitaba para hacer la bomba”, explica Sydnes. Con un pedido de seis toneladas de un fertilizante para las plantas, nitrato de amonio, y otro de fueloil preparó una bomba letal que destrozó varios edificios en el centro de Oslo y desató el caos.
Sydnes, actualmente profesor visitante en la Universidad de La Laguna (Tenerife), utiliza el ejemplo de Noruega para ilustrar cómo ha cambiado el mundo en las dos últimas décadas. La violencia masiva ya no es patrimonio de un puñado de gobiernos. Cualquiera puede matar a un centenar de personas.
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