Artículo completo en: La nueva Ilustración Evolucionista
El vídeo que se muestra a continuación trata sobre un hombre que se viste de vagabundo y simula sentirse mal tendiéndose en el suelo en pleno acceso de tos. Pasaron más de cinco minutos y nadie se dignó siquiera a acercarse para ver qué le pasaba. Las razones para que se dé tal cosa las podemos comprender todos muy bien. El miedo a si puede ser una treta para robarte, creer que probablemente esté drogado o borracho como una cuba y que se encuentre desvariando en colores, etcétera, etcétera. En teoría, eso es lo que esperamos de alguien que se viste con harapos y vive en la calle, y aunque no sea un pensamiento del todo correcto es innegable que guarda en el fondo cierta verdad. ¿Quién no los ha visto alguna vez gastarse el dinero que han recibido en alcohol?.
Por otro lado, en el caso del hombre trajeado se ha dado una situación radicalmente distinta. Casi en el mismo instante en el que simuló caerse al suelo varias personas ya estaban dispuestas a ayudarle en lo que fuera mientras le preguntaban preocupadas qué le pasaba. Es un contraste sin duda brutal, y no dudo que muchos de los que vean el vídeo se harán una opinión negativa de la gente que no ha prestado ayuda al mendigo y de los que han acudido de inmediato para socorrer al trajeado, pero he ahí la cuestión: ¿qué haríamos nosotros?.
Fuente: Pensamiento Crítico
Respuesta breve: NO.
Respuesta más larga y precisa: con los datos disponibles NO lo podemos saber, tampoco parece muy probable.
Respuesta aún más larga: es muy difícil que lo podamos saber.
La frase sale del informe del Oxfam GOBERNAR PARA LAS ÉLITES Secuestro democrático y desigualdad económica (y titulada así hasta en The Guardian, Oxfam: 85 richest people as wealthy as poorest half of the world):
La mitad más pobre de la población mundial posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del mundo.
Actualización: En [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE].
Ampliar en: Ricardo Galli, de software libre
La escritora y periodista canadiense Chrystia Freeland comenta en este charla TED las ventajas e inconvenientes de la globalización, junto con la necesidad de un New Deal que permita una sociedad más justa, y así poder redistribuir las enormes sinergias que están generando las nuevas tecnologías y la apertura del comercio mundial.
Las actividades que realizamos en nuestro tiempo libre pueden ser un indicador de nuestro nivel de felicidad o desdicha, según un nuevo estudio realizado por sociólogos de la Universidad de Maryland. Analizando datos recopilados a lo largo de los últimos 30 años, los investigadores han llegado a la conclusión de que las personas que no son felices pasan más tiempo viendo la televisión, mientras que las personas que se describen a sí mismas como felices dedican más tiempo a leer y a socializarse. Los detalles se publican en la revista Social Indicators Research.
Según el sociólogo John P. Robinson, coautor del trabajo y pionero en los estudios sobre el uso del tiempo, ver la televisión es una actividad pasiva que suele actuar como vía de escape. ?Los datos sugieren que el hábito de ver la televisión puede ofrecer un placer inmediato a expensas de sufrir malestar a largo plazo?, dice el investigador, que añade que es una actividad cómoda y barata que no requiere compañía ni esfuerzo. Por el contrario, leer libros, prensa o revistas y relacionarnos con los demás nos produce satisfacción a largo plazo.
En concreto, los datos revelan que la gente infeliz consume un 20% más de televisión que la gente feliz, independientemente del nivel educativo, ingresos, edad y estado civil. Robinson advierte que estas cifras aumentarán significativamente si la economía sigue empeorando en los próximos meses.
Fuente: MUYinteresasnte
Se estima que los que no creen en religiones podrían sumar en todo el mundo más de 1000 millones de personas, una población tan sólo superada por creyentes cristianos, musulmanes e hinduístas.
A pesar de esta fabulosa demografía, los no creyentes siguen siendo invisibles para muchos sociólogos de la religión. A juzgar por el informe Rising tide of restrictions on religion (Oleada creciente de restricciones sobre la religión) no hay restricción gubernamental, acoso ni hostilidad social de ninguna clase hacia ateos y no creyentes.
El informe, que analiza datos hasta 2010, antes de la «primavera árabe», básicamente camina en la misma línea estadística del periodo medido previo. Ocho de los 10 países con mayor hostilidad religiosa siguen siendo musulmanes. Globalmente, los cristianos siguen contando como el grupo religioso más perseguido, seguidos de musulmanes y judíos. España sigue en una zona «moderada» de restricciones gubernamentales u hostilidad social contra las prácticas religiosas, a la par de EE.UU (ni está ni se espera «laicismo agresivo«).
Fuente: La revolución naturalista
Cuenta la historia que un príncipe caprichoso decidió que la mujer de su vida sería aquella que pudiera calzar una zapatilla de cristal que había quedado olvidada en su palacio tras un baile. No pensó que hay en el mundo mil mujeres, y que podría ser igualmente feliz con una que calzara 34 o 39.
Simplemente creyó que ya tenía el molde y que el amor tendría que caber en él para ser verdadero. y con ese criterio empezó su búsqueda y dice el cuento que muchas mujeres, sin preguntarse siquiera si un hombre de tan cortas miras sería un buen marido o un padre aceptable, decidieron que necesitaban caber en ese molde que las haría merecedoras del ‘felices para siempre’ que sus madres les habían enseñado a desear. Algunas incluso se mutilaron los pies para entrar en ese zapato que no era suyo, esperando que, al convertirse en otras más parecidas a la imagen que el príncipe se había armado en la cabeza; se hicieran merecedoras de esa su puesta fortuna que sería desposarlo, y así, la mayoría de las mujeres del reino, en lugar de buscar a alguien que las quisiera con los cinco dedos de sus pies y las mil neuronas de su cabeza, se convencieron de que lo bueno y lo bello sólo podían venir en el empaque que este miope príncipe reclamaba. Cegadas por el esplendor que les ofrecía, le creyeron que estaba mal que ellas fueran quienes eran, y en vez de mandarlo a freír espárragos se hirieron y dañaron para que él las quisiera.
¿La historia no les recuerda algo? A mí me hace pensar en las niñas de trece años que -con la alegre complicidad de sus mamás- se ponen tacones que en un par de décadas habrán acabado con sus riñones y sus rodillas. Me recuerda a las mujeres que se hacen pedazos el metabolismo con la dieta de la piña para caber en un vestido que no es de su talla y a las que llegan donde un cirujano pidiendo la nariz de Nicole Kidman, creyendo que si la tienen serán más felices. También me hace pensar en el número creciente de mujeres con trastornos alimenticios en este y otros países, y en la piel marchita de aquellas que desde los quince no salen sin maquillaje. Pensando en ellas, ¿no tienen ustedes a veces la sensación de que esta sociedad se parece cada día más a un príncipe de cuento?
El síndrome de Cenicienta es la versión femenina del Síndrome de Peter Pan. La diferencia con Peter Pan se encuentra en el objeto mismo de los anhelos de la víctima: conseguir un príncipe azul que aparezca de la nada en un corcel blanco y veloz para alejarla de su atribulada vida para siempre. Pone toda su ilusión en encontrar un hombre lindo, simpático y adinerado que cumpla todas sus fantasías y mágicamente. La idealización de ese «príncipe azul» siempre lleva por comparación a no encontrar una pareja que cumpla semejantes expectativas.
Fuente Psic. Haidee Pérez Álvarez
Desde el siglo XVII, la posibilidad de ser asesinado ha disminuido de forma progresiva en toda Europa; y esta tendencia empezó en dos países especialmente comerciales: Holanda e Inglaterra. Como apunta el doctor de la Universidad de Oxford (Reino Unido) Matt Ridley: “El asesinato era diez veces más común antes de la revolución industrial con respecto a hoy en día”.
La conocida como curva de Kuznets establece que cuando el ingreso per cápita alcanza los cuatro mil dólares, las personas exigen la limpieza de los ríos y aire locales (ecologismo). En el Occidente de la posguerra, las personas empezaron a enriquecerse y a demandar horas de trabajo flexibles, pensiones y seguridad laboral (derechos del trabajador).
Algunas de estas tendencias pudieron producirse sin el concurso del comercio en la vida diaria, pero parece ser que el comercio las aceleró.
La razón psicológica se esconde en la expansión del cerebro colectivo: a medida que nos vemos obligados a ampliar nuestras transacciones con desconocidos, convertimos a esos desconocidos en amigos honorarios. El intercambio comercia puede transmutar el interés personal en benevolencia. Las naciones más comerciales son las que históricamente han presentado una mejoría más espectacular en la sensibilidad humana.
A juicio de Ridley:
En el siglo XIX, cuando el capitalismo industrial atrajo a tantas personas a ser dependientes del mercado, la esclavitud, el trabajo infantil y los pasatiempos como el lance de zorros o las peleas de gallos se volvieron inaceptables. A finales del siglo XX, cuando la vida se comercializó aún más, el racismo, el sexismo y el abuso de menores se volvieron inaceptables. Y en el camino, cuando el capitalismo cedió el paso a variadas formas de totalitarismo dirigido por el Estado y sus pálidos imitadores, fue evidente el retroceso de dichas virtudes, mientras la fe y el valor revivieron. (…) La violencia azarosa tiene espacio en los noticiarios precisamente porque es tan rara; la amabilidad rutinaria no es noticia precisamente porque es tan común. En décadas recientes, las obras de caridad han crecido más rápido que la economía a nivel global. Internet está repleto de personas que comparten consejos gratuitamente.
En palabras de Eamonn Butler, director and cofundador del Adam Smith Institute: “El sistema de mercado convierte el interés personal en algo virtuoso.” Producir resultados racionales que parten de individuos irracionales. Producir resultados benévolos de motivaciones individualmente egoístas. Cuando la economía de mercado florece, también lo hace la filantropía. Proporcionalmente, los trabajadores pobres dan tres veces más de sus ingresos a causas filantrópicas que quienes viven de la asistencia social.
Los psicólogos evolutivos, por ejemplo, han confirmado que en ocasiones la motivación detrás de las muestras conspicuas de virtud por parte de los muy ricos están muy lejos de ser puras. Cuando se le muestra a una mujer una fotografía de un hombre atractivo y se le pide que escriba una historia sobre la cita ideal con él, ella dirá que está dispuesta a invertir su tiempo en voluntariados prosociales que llamen su atención. En contraste, una mujer a quien se le muestra una fotografía de una escena callejera y se le pide que escriba una historia sobre el clima ideal para estar ahí, no muestra la misma urgencia filantrópica.
Lo que se pretende destacar, pues, es que, gracias al intercambio, la confianza entre las personas ha crecido de forma gradual y progresiva. El intercambio genera confianza, y viceversa. Éste es el motivo en gran parte de la crisis financiera que estamos viviendo: los bancos se hallaban sustentados en pedazos de papel que decían valer mucho más de lo que valían, y la confianza se perdió.
Fuente: Xataka ciencia
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Es bien sabido que la eugenesia o «el movimiento biosocial que aboga por el uso de prácticas dirigidas a la mejora de la composición genética de una población» ha cautivado tanto a facciones progresistas como conservadoras. En España, las ideas eugenésicas encontraron acomodo en el conservadurismo tradicionalista, y en las primeras décadas del siglo XX estuvieron fuertemente impregnadas por el odio ideológico hacia el liberalismo y la izquierda. Un artículo publicado por Francisca Juárez González en Asclepio (la edición es de 1999 pero se ha liberado digitalmente ahora) pasa revista a la peculiar eugenesia hispánica.
Misael Bañuelos (1887-1954), autor de Antropología actual de los españoles fue algo así como el trasunto español de Hans F.K. Günther (inventor del «tipo ideal nórdico» querido por los nazis), al creer identificar nada menos que un «núcleo de raza nórdica» en Castilla (Bañuelos también comenta que los judíos son «uno de los pueblos más terribles de todos los tiempos»). Pero quizás el más importante y al tiempo pintoresco ejemplo de eugenesia española es Antonio Vallejo-Nágera (1889-1960), bastión del tradicionalismo católico, en cuyas ideas encontramos «un cruce de las concepciones científicas deterministas, y del pensamiento básico de la derecha antidemocrática española». Tanto Bañuelos como Vallejo-Nágera favorecerían una versión alternativa del eugenismo, una «Higiene de la Raza» dirigida no a conservar la pureza del genotipo, «pues la mezcla racial es una constante de nuestra historia», sino a crear «una supercasta hispana, étnicamente mejorada, robusta moralmente, vigorosa en su espíritu». Esta higiene pasaba, en definitivas cuentas, por purgar el hispanismo del izquierdismo y el liberalismo que habría pregnado en las degeneradas clases populares.
Artículo completo en: La revolución naturalista