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Archivo diario: 2009/05/30

Experta en víctimas de tortura, alerta de que el maltrato a detenidos engendra más terroristas

Por cada sospechoso torturado nacen 10 terroristas. Así, parafraseando al filósofo francés Albert Camus, inicia su mensaje Inge Genefke (Dinamarca, 1938), la eminencia mundial en la rehabilitación de víctimas de tortura.

Esta neuróloga de 71 años, menuda y de apariencia frágil, insiste hasta la saciedad en que justificar la tortura en aras de la seguridad no solo es un delito sino la fórmula más efectiva para engendrar futuros terroristas. Tras haber trabajado con víctimas de torturas más de 35 años, Genefke considera fundamental insistir en esta idea en plena polémica por el uso de la asfixia simulada por parte de agentes de la CIA durante la Administración de Bush. La llegada de Obama deja, también en este ámbito, un resquicio para la esperanza, según la especialista danesa, que ha tejido una red de centros en todo el mundo que atiende a 100000 personas anuales.

«Ya no puede sorprenderme nada», dice Genefke, de visita en Barcelona invitada por el Grup Solidari Ibiray y el Departament d’Interior, Relacions Institucionals i Participació. Genefke ha oído lo más perverso que una mente humana haya podido idear para destrozar al prójimo. Pero su elegante pudor la lleva a obviar cualquier detalle morboso. Se remite a cómo algunos de sus clientes –se niega a llamarles pacientes– han dibujado su calvario.

Ella no se sorprende de nada pero su figura va sorprendiendo allí donde va. Inspiró a la directora catalana Isabel Coixet para su conmovedora y laureada película La vida secreta de las palabras. De hecho, la plataforma petrolífera donde se desarrolla la acción lleva su nombre: Genefke.

Sentimiento de culpa

«La persona vejada padece la soledad más grande del mundo», explica la especialista, que añade: «Está sometida a un terrible sufrimiento, contra el que no puede luchar, infligido por otro ser humano». Ha constatado que, con matices y particularidades en función de la zona del mundo, los métodos de tortura siempre son los mismos. «Destroza a la persona, su físico, pero también su autoestima, su ser», dice para, a renglón seguido, añadir lo difícil que es arrancarles un testimonio. El castigo de estas conductas en los tribunales es el eje de la lucha contra los torturadores. «Hay que lograr que ellos se sientan amenazados», argumenta Genefke.

Lo que más le maravilla de la conducta de las víctimas es su sentimiento de culpabilidad: «Se culpan por estar vivos mientras sus amigos y familiares han muerto, o por haber sucumbido al objetivo de sus torturadores». Reconoce haber llorado mucho pero nunca, jamás, delante de las víctimas. Si acaso después, en casa, con los suyos. Porque las personas que han encontrado aliento para sentarse a verbalizar el horror necesitan empatía y calidez, no alguien desmoronado por la tristeza.

Como aquel padre que, viendo a su hija de tres años desnuda delante de él y al militar con un hierro candente a punto de introducírselo por la vagina, firmó todas las hojas en blanco que le dieron y que luego ellos rellenarían a su antojo según las necesidades.

Conjura sus demonios cuidando mucho su físico y alimentando su alma con «belleza». Poesía, pintura y música. «Los que se recuperan de su experiencia se convierten en seres fortísimos y extraordinarios», sonríe, satisfecha.

Fuente: [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE]

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