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Humor con los cajeros automáticos de Bankia

Noticias criminología. Humor con los cajeros automáticos de Bankia. Marisol Collazos Soto

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Phishing y seguridad en cajeros automáticos

Errores comunes

Hace unos í­as me ocurrió algo extraño. Estaba trabajando, y al mandar mi trabajo a la impresora, ésta empezó a escupir hojas sin sentido. Lo que yo le haí­a enviado no pasaba de los ocho o diez folios, y en cambio ella, vació el cajón del papel.Seguro que hasta ahora, muchos están pensando que lo que me sucedió no debeí­a sorprenderme. De hecho, ocasionalmente, bien por fallo en el ordenador o en la impresora, suceden cosas parecidas.

Pero, ¿no han pensado por qué esto no sucede nunca en los cajeros automáticos? No será descabellado pensar que, si un ordenador se estropea, también lo puede hacer un cajero, que no deja de ser un Terminal informático. De hecho, todos sabemos que también los cajeros se estropean, pero nunca es para dar más dinero del que se les solicita, y nunca dejan de anotarlo en nuestras cuentas.

Pues bien, algo aí­ pareció suceder semanas atrás en Virginia (EEUU). En un cajero situado junto a una gasolinera, un usuario alertó del hecho. La máquina le haí­a entregado cuatro veces más dinero del que le habí­a solicitado.

Cuánta gente honrada hay, y qué poco se les valora. Al parecer, esto llevaba dí­as sucediendo, y no habí­a sido este el único ciudadano beneficiado por el error de cálculo. Solo que no habí­a sido un error. Observando los í­deos de vigilancia, observaron que unos dí­as antes, una persona sin identificar habí­a estado accediendo a los menós de configuración del cajero automático. Por lo visto, los manuales de instrucciones de ese modelo en cuestión son bastante fáciles de conseguir en Internet. Pues bien, el sujeto en cuestión habí­a reprogramado la máquina para que entregase billetes de 20 dólares, pensando que eran billetes de 5. Por cada cinco dólares que descontaba de las cuentas, el cajero entregaba veinte. Un negocio redondo.

Posiblemente, el timo podí­a haber durado mucho tiempo, y de hecho, no se sabe si se ha podido poner en práctica en anteriores ocasiones. Lo que sucede es que el ingenioso pillo, olvidó devolver el cajero a su estado correcto, con lo que todo el que lo usó, desde que él modificó los parámetros de configuración, hasta que otro honrado ciudadano denunció el hecho, obtuvo su dinero por cuadruplicado. Esto, claro, provoca un descuadre en las cuentas bastante llamativo.

Probablemente se preguntarán cómo es posible que cualquiera pueda acceder a modificar la configuración de un cajero automático. Evidentemente no es aí­. Si alguno intentásemos acceder a estas funciones, nos encontrarí­amos con que se nos solicita una contraseña. Lo que ocurre es que los encargados de ese cajero en cuestión, no habí­an modificado la contraseña. Haí­an dejado la que viene de fábrica por defecto, que es la que aparece lógicamente en los manuales de instrucciones. Es muy posible que nuestro protagonista hubiese ido probando en distintos cajeros, convencido de que tarde o temprano, darí­a con uno cuyo encargado fuese lo suficientemente descuidado.

No obstante, aun se preguntarán por qué no se le ha identificado. Podrí­amos pensar que observando las grabaciones se puede averiguar quién es la persona que utiliza el cajero en el momento de la modificación, ya que sería el mismo que justo antes o después, utilizó su tarjeta en ese terminal.

Pues al parecer, tampoco es así­, y esto es lo que hace que esto sea mucho más complicado de hacer aquí­ que en Estados Unidos (ya saben, dejen de buscar manuales en google). Aquí­, cada tarjeta de crédito o débito, tiene un titular y una cuenta de cargo en donde se anotan todas las transacciones económicas que el titular de la tarjeta utiliza. Por lo visto, en EEUU se pueden adquirir tarjetas de débito prepago, similares a las tarjetas prepago telefónicas, más comunes en Europa. éstas, como todos saben son anónimas. Uno se dirige a una entidad bancaria, y compra una tarjeta por ejemplo, de 300 dólares, para pasar el fin de semana en el cañón del Colorado. Entrega esa cantidad, y el banco le da la tarjeta con un saldo por la misma cantidad, pero totalmente anónima. Si el usuario multiplica por cuatro su aportación inicial, el negocio no es despreciable. ¿No creen?

Vaya, que al fin y al cabo, los cajeros siguen sin fallar. En este caso, el error estaba en quien tení­a que hacerlo funcionar.

Fuente: Diario de Navarra

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