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Polvos

Dios los crí­a y el negocio los junta.

Este parece ser el caso del profesor Meléndez y la empresa que le preparaba y empaquetaba los polvos, Quimipur. Al inspeccionar a dicha empresa por la prohibición de dispensa de los polvos de Meléndez, que no olvidemos que están prohibidos, los inspectores sanitarios de la Comunidad de Madrid encontraron que, además de los polvos, esta empresa vende en grandes cantidades otra sustancia prohibida, la fenacetina, que se usa para «cortar» la cocaína, según informa hoy La Opinión de Tenerife.

La empresa Quimipur no está autorizada para trabajar con productos alimenticios para consumo humano sino sólo con productos para la industria. Por ello, las medidas higiénicas en el envasado de los polvos milagrosos eran nulas: suciedad por todos sitios y gran cantidad de polvo en suspensión. Dado que Meléndez se ha dedicado a experimentar con humanos directamente, sin pasar por los protocolos y controles exigidos a toda investigación clínica con humanos, como ya se ha denunciado repetidamente, no es de extrañar que las condiciones de envasado de los polvos tampoco fueran objeto de mayor preocupación.

Eligio Hernández, el abogado de Meléndez, señaló que Quimipur «estaba tramitando» la autorización para tratar con productos destinados al consumo humano, el registro sanitario. Estos trámites deben ser como los de las famosas patentes de Meléndez. Antes de obtener la autorización ya se lanzan a la comercialización masiva y a aprovechar el negocio. En lo que sí parece tener razón Meléndez es en que los polvos son el «mayor negocio de la Historia», como él mismo afirmó cuando trataba de vender su idea a los empresarios tinerfeños, pues de 8 mil pacientes que tenía hace unos meses, ya van por 13 mil según La Opinión de Tenerife. Estas cifras siempre las hemos cuestionado, dado que su fuente es el Instituto del Metabolismo Celular, y la transparencia no es precisamente lo que caracteriza a esta empresa disfrazada de investigación científica.

Pues eso. Que parece que ya son 13 mil los consumidores de los ilegales polvos, vendidos por una empresa que también comercializa otras sustancias ilegales y que las envasa en condiciones de higiene bastante cuestionables. El juez sigue missing al parecer. Y nos enteramos de estas cosas gracias a La Opinión de Tenerife, porque el resto de la prensa tinerfeña guarda un respetuoso silencio al respecto, aunque informe profusamente de que las listas de espera de la sanidad pública canaria no han disminuído, de que los sindicatos médicos protestan contra la privatización de facto de servicios sanitarios vía concertación y de que una médico, Carmen Gómez, presidenta de la Sociedad Española de Nutrición Básica y Aplicada (SENBA), afirma que la obesidad afecta más a «los pobres», es decir, a los estratos más desfavorecidos de nuestra sociedad. Debe ser debido a que no pueden pagarse los precios de los servicios del Instituto del Metabolismo Celular, que superan los 100 euros por consulta.

Carmen Gómez, según Diario de Avisos, hizo referencia a los polvos de Meléndez diciendo que «es una vergüenza, porque al que le llega el mensaje no sabe distinguir y presupone que la opinión de un catedrático debe tener credibilidad». Tiene usted razón, doña Carmen. Máxime cuando mucha gente pensó que ser doctor en Biología equivale a ser médico. Además, cuando las televisiones locales sacan a todas horas a contertulios y periodistas, como Elfidio Alonso sin ir más lejos (que no es el único pero sí que es persona influyente y apreciada, especialmente como director de Los Sabandeños), que comparan a Meléndez nada menos que con Galileo y Servet, la confusión está servida y la complicidad también.

Meléndez busca ahora nuevos proveedores de sus polvos, antes de que las carencias produzcan efectos perversos entre sus clientes. Uno de estos efectos, que debe ser el más temido por nuestro catedrático, es que la gente descubra que no pasa nada si dejan de consumir los polvos. Que lo que adelgaza es la dieta espartana. Si esto sucediera, gran desgracia, porque el negocio se va a pique. Menos mal que la fe mueve montañas y lo que hay que reconocerle a Meléndez es que se ha ganado la confianza de sus clientes, una confianza que los médicos han ido perdiendo progresivamente. Así que no es probable que haya pérdida de confianza, de fe más bien, en Meléndez y que su innovadora empresa quiebre. Al contrario. Gracias a las campañas publicitarias gratuítas proporcionadas por la cobertura del «caso Meléndez» en periódicos y televisiones de ámbito nacional, el mercado ha crecido y las demandas de consultas se extienden a todo el territorio nacional, generando unas listas de espera en los consultorios de Meléndez que ya casi son tan largas como las de la sanidad pública. Incluso una clínica estética barcelonesa, a la que no vamos a hacer publicidad aquí, oferta el «pack dieta y polvos» entre sus servicios. El pan es cosa de pobres, como ya es sabido.

Sólo queda esperar que los nuevos proveedores para los polvos sean empresas autorizadas y con los papeles en regla, y que manipulen los polvos en condiciones higiénicas adecuadas.

Fuente: Ethica more cybernetica Bitácora desde la que se hace un seguimiento al asunto de los «polvos de Meléndez» y otros temas que reflejan el mal funcionamiento del gobierno autónomo de Canarias.

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