En uno de los relatos cortos de Sherlock Holmes “La aventura del colegio Priory”, una de las claves para resolver el misterio es decidir en qué dirección viajaba una bicicleta. Así cuando Watson plantea que puede venir en cualquiera de las dos direcciones, Sherlock le contesta:
“- No, no, querido Watson. La impresión más profunda es, naturalmente, la
de la rueda de atrás, que es donde se apoya el peso del cuerpo. Fíjese en que
en varios puntos ha pasado por encima de la huella de la rueda delantera, que
es menos profunda, borrándola. No cabe duda de que venía del colegio.
Puede que esto tenga relación con nuestra investigación y puede que no, pero
lo primero que vamos a hacer es seguir esta huella hacia atrás.”
Naturalmente Sherlock tenía razón en dos cosas: normalmente la rueda de atrás soporta más peso y la trazada de la rueda trasera puede pasar por encima de la delantera y no a la inversa. Pero lo que no está tan claro es que si tenemos las huellas dejadas por las dos ruedas de una bicicleta seamos capaces de determinar el sentido en el que viajaba ella, salvo si existen otros tipos de huellas como salpicaduras que marcan siempre como una flecha la dirección en que nos movemos.
Sin embargo, si los conocimientos de Sherlock Holmes (o de Arthur Conan Doyle) en matemáticas hubieran sido mayores, sí que se puede determinar con total precisión no sólo el sentido en el que se desplaza una bicicleta, sino algunas de las dimensiones de esta.
El caso se resuelve matemáticamente en «Mati, una profesora muy particular», usado los siguientes elementos:
1) La rueda que marca la dirección es siempre la rueda delantera, la trasera no hace sino seguirla a ella. Esto es: en cada punto, la rueda trasera (o el plano imaginario en el que se encuentra dicha rueda), apunta hacia el punto en el que la rueda delantera toca al suelo.
2) Si intersecamos el plano que define cada rueda con el suelo obtenemos una recta para cada una de las ruedas en cada momento.
3)Y (éste es el punto clave y un poco más delicado) cada una de las rectas que hemos mencionado en 2) ha de ser tangente con la curva que define el trazado de la rueda.
A partir de 1, 2 y 3 se puede ver claramente, y ésta es la clave, que: la tangente a la curva que describe la segunda rueda corta a la curva que describe la primera rueda y la longitud del segmento de tangente entre ambas curvas es siempre el mismo (la distancia entre las dos ruedas).
El profesor James Moriarty, el archienemigo de Sherlock Holmes, era “un genio de las matemáticas,” además del “Napoleón del crimen.” La primera vez que aparece en la película “Sherlock Holmes: Juego de sombras” lo hace delante de un pizarra repleta de fórmulas matemáticas. El contenido de la pizarra fue diseñado en el verano de 2010 por Alain Goriely y Derk E. Moulton, del Oxford Centre for Collaborative Applied Mathematics. Refleja la matemática conocida en su época (hacia 1890) y al mismo tiempo oculta un código secreto que revela los malvados planes de Moriarty (código que debe descifrar Holmes). Nos lo cuentan en Alain Goriely and Derek E. Moulton, “The Mathematics Behind Sherlock Holmes: A Game of Shadows,” SIAM News 45, April 14 2012.
Como Moriarty estaba obsesionado con el teorema del binomio, según la propia obra de Conan Doyle, se decidió ocultar el código secreto en un triángulo de Pascal. Las letras del mensaje se cifran gracias a un libro de horticultura que Moriarty guarda en su oficina. Cada letra se codifica con tres números de dos dígitos (entre 01 y 99) que especifican la página del libro, la línea y el carácter dentro de la línea. Mediante este cifrado el mensaje se convierte en una lista de números. Para cifrar esta lista se utiliza una clave pública y un algoritmo de codificación.
Artículo completo en: Francis (th)E mule Science’s News
– Dominio del inglés. Es el idioma en el que más se publican y difunden los resultados científicos, indispensable para la universalización del conocimiento. Aparte sirve como trampolín a ofertas de trabajo que otros países demandan y en los que existe una mayor tradición criminológica, como Bélgica, Gran Bretaña o Estados Unidos.
– Análisis de la realidad política. El criminólogo tiene que desarrollar un sentido de la justicia, ética y moral, que le permita dirigir críticas hacia el propio Estado de Derecho cuando éste ponga en peligro la convivencia armónica de sus integrantes. La capacidad de crítica, así como de autocrítica será una importante herramienta que habrá que trabajarse desde la primera toma de contacto con la disciplina criminológica.
– Inteligencia social. El criminólogo se va a relacionar con personas cuyos niveles de malestar emocional serán elevados. Por tanto, ser capaz de captar los sentimientos de las personas, recordar detalles de las conversaciones y de los aspectos cualitativos del lenguaje corporal ayudará a establecer dinámicas apropiadas y dará las claves de actuaciones concretas.
– Dominio de las nuevas tecnologías. La criminalidad no entiende de idiomas, razas o clases sociales y el mundo globalizado cada vez va más deprisa gracias a los nuevos hallazgos que permiten la interacción casi inmediata de nuevos descubrimientos. Por ello, cada vez es más necesario la puesta en común de proyectos a escala internacional sin necesidad de largos desplazamientos y para los que el manejo de las nuevas tecnologías se torna esencial.
– Liderazgo. Un criminólogo tiene que saber tomar decisiones, promover iniciativas, dirigir y coordinar equipos humanos, así como elaborar estrategias para lo que será necesario una habilidad como el liderazgo que englobe tales características.
– Capacidad deductiva e inductiva. La investigación científica se origina gracias a estas habilidades. Con ellas el científico capta una serie de peculiaridades que tienen una relación significativa para él, y que una vez validadas empíricamente , ayudará a mantener los cánones de la ciencia: explicar, controlar y prevenir.
– Actualización científica constante. El marco multidisciplinar que rodea a la criminología, obliga al criminólogo a estar actualizado en los avances de aquellas disciplinas que la nutren. Así aquellos avances en disciplinas afines como la psicología, sociología, política y biología serán de obligada lectura.
– Facilidad en la comunicación. El criminólogo debe ser un orador que sepa transmitir y comunicar de forma correcta la información. Su amplio campo de actuación requiere comunicarse con personas de todo tipo, asistir a reuniones, congresos y su capacidad comunicativa será una herramienta que le ayudará a desenvolverse con la máxima solvencia.
– Espíritu emprendedor. El sector privado demanda un servicio de control, prevención y tratamiento de la seguridad. En la actualidad no hay profesionales capacitados para cubrir esta demanda, y es ahí donde entra en juego el criminólogo.
– Afán de superación. El crimen evoluciona y lo que hoy es válido, mañana puede que sea ineficaz. Las trabas que la administración, los estamentos políticos y los recursos materiales y económicos puedan ponernos por el camino deben motivar al criminólogo para intentar conseguir su objetivo. Por ello necesitará en muchas ocasiones de aquellos recursos individuales que le permitan solventar o rodear cualquier obstáculo que se encuentre.
«El mayor experto en la seguridad de la población», de esta manera define el Rodolfo Gordillo, profesor de criminología de la Universidad a distancia UDIMA, al criminólogo del S.XXI. Así que si alguna vez has pensado que tú podrías triunfar en ese área sólo porque seas un as jugando al cluedo o porque siempre respondas «elemental» a cualquier afirmación de tus amigos, vete cambiando de idea porque para adaptarse a las nuevas necesidades de la profesión hay muchas áreas que deberás dominar. Aquí te ofrecemos las diez competencias básicas, que según Gordillo, ha de tener una persona que quiera afrontar con garantías el reto:
– Dominio del inglés. Es el idioma en el que más se publican y difunden los resultados científicos, indispensable para la universalización del conocimiento. Aparte sirve como trampolín a ofertas de trabajo que otros países demandan y en los que existe una mayor tradición criminológica, como Bélgica, Gran Bretaña o Estados Unidos.
– Análisis de la realidad política. El criminólogo tiene que desarrollar un sentido de la justicia, ética y moral, que le permita dirigir críticas hacia el propio Estado de Derecho cuando éste ponga en peligro la convivencia armónica de sus integrantes. La capacidad de crítica, así como de autocrítica será una importante herramienta que habrá que trabajarse desde la primera toma de contacto con la disciplina criminológica.
– Inteligencia social. El criminólogo se va a relacionar con personas cuyos niveles de malestar emocional serán elevados. Por tanto, ser capaz de captar los sentimientos de las personas, recordar detalles de las conversaciones y de los aspectos cualitativos del lenguaje corporal ayudará a establecer dinámicas apropiadas y dará las claves de actuaciones concretas.
– Dominio de las nuevas tecnologías. La criminalidad no entiende de idiomas, razas o clases sociales y el mundo globalizado cada vez va más deprisa gracias a los nuevos hallazgos que permiten la interacción casi inmediata de nuevos descubrimientos. Por ello, cada vez es más necesario la puesta en común de proyectos a escala internacional sin necesidad de largos desplazamientos y para los que el manejo de las nuevas tecnologías se torna esencial.
– Liderazgo. Un criminólogo tiene que saber tomar decisiones, promover iniciativas, dirigir y coordinar equipos humanos, así como elaborar estrategias para lo que será necesario una habilidad como el liderazgo que englobe tales características.
– Capacidad deductiva e inductiva. La investigación científica se origina gracias a estas habilidades. Con ellas el científico capta una serie de peculiaridades que tienen una relación significativa para él, y que una vez validadas empíricamente , ayudará a mantener los cánones de la ciencia: explicar, controlar y prevenir.
– Actualización científica constante. El marco multidisciplinar que rodea a la criminología, obliga al criminólogo a estar actualizado en los avances de aquellas disciplinas que la nutren. Así aquellos avances en disciplinas afines como la psicología, sociología, política y biología serán de obligada lectura.
– Facilidad en la comunicación. El criminólogo debe ser un orador que sepa transmitir y comunicar de forma correcta la información. Su amplio campo de actuación requiere comunicarse con personas de todo tipo, asistir a reuniones, congresos y su capacidad comunicativa será una herramienta que le ayudará a desenvolverse con la máxima solvencia.
– Espíritu emprendedor. El sector privado demanda un servicio de control, prevención y tratamiento de la seguridad. En la actualidad no hay profesionales capacitados para cubrir esta demanda, y es ahí donde entra en juego el criminólogo.
– Afán de superación. El crimen evoluciona y lo que hoy es válido, mañana puede que sea ineficaz. Las trabas que la administración, los estamentos políticos y los recursos materiales y económicos puedan ponernos por el camino deben motivar al criminólogo para intentar conseguir su objetivo. Por ello necesitará en muchas ocasiones de aquellos recursos individuales que le permitan solventar o rodear cualquier obstáculo que se encuentre.
Bipolaridad, autismo, adicción a las drogas… Signos de estas enfermedades pueden rastrearse en el detective más famoso de la literatura. Días antes del estreno de una nueva película sobre el personaje, un dignóstico de Holmes y la opinión de Carlos Chernov sobre las diferencias entre el arte del científico y del detective.
Percibo que usted estuvo en Afganistán», dijo el hombre de mediana edad como saludo cuando el médico entró en la habitación. Este, que acababa de regresar de la segunda guerra anglo-afgana, se asombró ante la perspicacia del hombre. Pero antes de que pudiera preguntarle cómo sabía que eso era verdad, el hombre lo asió de una manga y lo acercó para que presenciara su última obsesión.
El médico escuchó estupefacto mientras el hombre hablaba extensamente del experimento químico que había realizado. El amigo que los presentó le había dicho al médico que el hombre era un excéntrico y que llevaba a cabo experimentos mórbidos. Le dijo que una vez había visto al hombre golpear un cadáver para determinar si podía formarse un moretón después de la muerte. (No es posible.) Tenía tal sangre fría, había agregado el amigo, que era fácil imaginarlo administrándole una droga a un amigo tan sólo para ver qué efecto le causaba. Sin duda Sherlock Holmes era excéntrico, pensó el Dr. John Watson, pero también era interesante.
Fue de esa forma que, en 1887, Arthur Conan Doyle dio comienzo a una de las sociedades más raras y productivas de la literatura con la novela Estudio en escarlata. La primera vez que entré en contacto con esa extraña pareja fue en el colegio secundario. Hace poco volví a sumergirme en mis gastados tomos de esos notables relatos, pero esta vez no pude evitar observar a Sherlock Holmes con los ojos de un médico. Lo que vi fue lo que cualquier médico vería: un paciente. En mi caso, la pregunta fue: ¿podía diagnosticarse la extraña conducta de Sherlock Holmes?
No cabe duda de que tiene síntomas. Parece ignorar los ritmos y cortesías de las relaciones sociales normales; no conversa, sino que pontifica. Sus conocimientos e intereses son profundos pero escasos. Tiene una peculiar «sangre fría», lo que tal vez sea la causa de que también esté solo en el mundo. No tiene más amigos que el extremadamente tolerante Watson. Un hermano, aún más raro y aislado que él, es su única familia. ¿Arthur Conan Doyle expuso algún tipo de enfermedad mental o de trastorno de personalidad genético que había observado o Holmes era sólo un personaje interesante que creó de la nada?
Artículo completo en: Ñ Revista de cultura
__________________
Enlaces relacionados:
– La web de Maco048. Noticias: Sherlock Holmes
– La web de Maco048. Noticias: Detectives
“Es una forma elemental de ficción”. Así se refería sir Arthur Conan Doyle a su creación más universal, Sherlock Holmes, un personaje al que siempre detestó porque le impedía dedicarse a otros géneros que satisfacían mejor sus aspiraciones literarias. Sin embargo, lo cierto es que el tirón popular de la obra de Conan Doyle no se debe a sus ensayos o a novelas como El mundo perdido, sino al imperturbable carisma del detective que vivía en el 221b de Baker Street.
Esta semana se cumple el 150º aniversario del escritor escocés, que nació en Edimburgo el 22 de mayo de 1859 y, aunque cursó estudios de Medicina, pronto abandonó la profesión por el embrujo de las letras. Conan Doyle publicó la primera novela protagonizada por Sherlock Holmes, Estudio en escarlata, en 1887, a la que aportó retazos de su propia experiencia (le adjudicó un ayudante, Watson, médico y con aficiones literarias) y muchos rasgos de uno de sus profesores en la universidad, el doctor Joseph Bell, de quien tomó prestados la fina y elegante silueta, la nariz aguileña y, sobre todo, su gusto por el empleo de técnicas deductivas para formular el diagnóstico de sus pacientes. Bell les observaba atentamente, registrando hasta el más nimio detalle, para precisar su origen, su ocupación y, en muchos casos, sus síntomas y dolencias sin que necesitasen abrir la boca.
Tanto Estudio en escarlata como El signo de los cuatro (1890) obtuvieron gran popularidad, pero no fue hasta la aparición en 1892 del primer relato corto del detective, Un escándalo en Bohemia, cuando el personaje comenzó a convertirse en un mito. El desproporcionado éxito de su detective, al que, quizás en un inconsciente intento por evitar la empatía del público con él, había adornado con cuestionables dones como su adicción a la cocaína o su manifiesta misoginia (mientras Watson era un caballero intachable), permitió al escritor dedicarse plenamente a la literatura con poco más de 30 años.
Noticia completa en: [Enlace bloqueado por la Tasa española AEDE]