Entre los años 1692 y 1693, más de 150 personas fueron encarceladas en la aldea de Salem, actual Massachusetts (EE.UU), acusadas de brujería. Nadie pudo probar nada, lo cual no impidió que 19 de los detenidos fueran ahorcados. Arthur Miller dio fama mundial al suceso con su obra Las brujas de Salem, donde establecía un paralelismo crítico con la campaña anticomunista de los años 50 del siglo pasado.
A principios de aquella década, el senador republicano McCarthy había empezado a sospechar que la industria cultural de su país estaba infectada de simpatizantes y espías comunistas. Del mismo modo que los vecinos de Salem veían brujas en las esquinas, él veía trazos comunistas en los textos de Broadway y, sobre todo, en ciertas películas del pérfido Hollywood.
Dejando de lado la presunción de inocencia y varios derechos constitucionales más, McCarthy redactó una lista negra engrosada principalmente por cineastas, guionistas y escritores (como el propio Arthur Miller). Se montó su propio juicio de Salem y fomentó una paranoia social que duraría seis años. Durante aquel periodo, muchos artistas y creadores perdieron su trabajo, ya que contratar a un nombre de la lista negra era interpretado como un guiño al comunismo.
Sesenta años después, las brujas amenazan con regresar
En octubre de 2011, un congresista republicano llamado Lamar S. Smith presentaba ante la cámara de representantes un proyecto de ley llamado SOPA, Stop Online Piracy Act. Ahora la batalla ya no se libra en los escenarios ni en las pantallas de cine, sino en los ordenadores. Y el enemigo ya no es el demonio ni el comunismo, sino quien amenaza una de las más robustas industrias de Estados Unidos: la del copyright.
Si la ley SOPA sale adelante, internet, el medio, pasaría a estar vigilado y controlado por grandes corporaciones como Microsoft, Apple, Adobe, las discográficas y las majors de Hollywood. La internet abierta, libre y un tanto caótica que conocemos daría paso a una ciertamente mucho más estricta y ordenada.
Fuente: mi mesa cojea
Las mujeres jóvenes de países bajo el control japonés eran secuestradas de sus hogares o engañadas con falsas promesas de trabajo. Una vez reclutadas, eran encarceladas en “confort stations” (auténticos prostíbulos) donde eran obligadas a satisfacer lanecesidades de los japoneses. Muchos negaron la existencia de este tipo de esclavitud, otros llegaron a justificarlo con argumentos tan peregrinos y miserables como aumentar la moral de las tropas, para evitar masivas violaciones, prevenir la propagación de enfermedades de transmisión sexual… Todo permaneció oculto hasta que en 1991 la coreana Kim Hak-Soon, ya con 63 años, no pudo aguantar más y contó al mundo la existencia de las comfort women. Investigaciones posteriores y un informe de la Oficina de Guerra de los EEUU, tras la liberación de 20 coreanas, confirmaron los datos de Kim. El citado informe americano dejaba claro que no era un hecho puntual sino que todo estaba perfectamente regulado:
- Soldados. Horario: 10:00-17:00 Precio: ¥ 1,50 Tiempo: 20 a 30 minutos
- Suboficiales. Horario: 17:00-21:00 Precio: ¥ 3,00 Tiempo: 30 a 40 minutos
- Oficiales. Horario: 21:00-24:00 Precio: ¥ 5,00 Tiempo: 30 a 40 minutos
Para regular la masiva afluencia de soldados, se establecieron turnos para las distintas unidades del ejército:
- Domingo – Infantería
- Lunes – Caballería
- Martes – Ingenieros
- Miércoles – Día de descanso semanal y un examen físico.
- Jueves – Los médicos
- Viernes – Artillería
- Sábado – Transporte
Fuente: HISTORIAS DE LAHISTORIA
De Pro-Choice America : Los números no mienten: los políticos en contra del aborto en Washington, DC y estados atacado el derecho de la mujer a elegir, con más fuerza en 2011.
Lo que es peor, estos mismos políticos están dispuestos a reanudar los ataques en Washington, DC y en las legislaturas estatales en todo el país.
Fuente: Token Skeptic
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«Los múltiples ejemplos de milagros inventados, y de profecías, y de acontecimientos sobrenaturales, que en todas las épocas han sido o detectados por la evidencia contraria, o puestos en evidencia ellos mismos por su carácter absurdo, prueban suficientemente la fuerte propensión de la humanidad hacia lo extraordinario y lo maravilloso, y deben razonablemente arrojar una sospecha en contra de todos los relatos de esta clase»